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domingo, 23 de febrero de 2025

Europa entre la crisis y la oportunidad

 

Lleva poco más de un mes como presidente de los EEUU y, en este escaso tiempo, Donald Trump, con una batería de ofensivas comerciales, tecnológicas y políticas, ha provocado el caos, la incertidumbre y el miedo, alterando el equilibrio y statu quo global existente y demostrando a sus socios europeos y occidentales que ha dejado de ser un socio fiable; si es que alguna vez lo fue.

 

La Mañana 13.03.2025

Europa, en la mitología griega, era una princesa que fue secuestrada por el dios Zeus. Hoy en día se repite la historia, pero sin cuentos mitológicos de por medio. El "dios" Trump se come, literalmente, a su madre Europa. Regresan los tiempos gloriosos del salvaje oeste, de la violenta y cruel colonización sin miramientos del nuevo continente. Y esta Vieja Europa nuestra se enfrenta al espejo de la recurrente "doble verdad" para que elijamos. Por una parte está el mundo ideal y poético de los valores del Quijote, defensor a ultranza de la justicia y la decencia. Por la otra, Sancho nos abofetea con la realidad palmaria de la geopolítica, la del pez grande que se come al chico, la de las pistolas cuanto más grandes mejor. Regresa sin tapujos ni remilgos la ley de la selva, la de la fuerza, que tal vez nunca desapareció, para doblegar a los adversarios, ahora, el adversario a batir es esta Unión Europea que carece de un firme liderazgo. Y es que, al igual que las neuronas espejo reflejan lo que ven, esta aturdida Europa sigue mirándose en el pasado de su historia y viéndose como un gigante, pero el mundo la observa como lo que realmente es, un continente que se aferra a su legado mientras subcontrataba su futuro. Durante siglos, impusimos nuestras reglas, explotamos recursos ajenos y moldeamos el comercio global a nuestra conveniencia. Y ahora, en este presente incierto, cuando otros hacen exactamente lo mismo, pero sin pedirnos permiso, nos llevamos las manos a la cabeza y hablamos de "competencia desleal", de "imperialismo económico" o de "ataques contra nuestros valores". ¡Qué ironía! Los mismos mecanismos que usábamos para dominar hace pocos años el mundo, ahora los denunciamos como injustos. Nos gusta la globalización, hasta que deja de servirnos. Nos fascina el libre comercio, hasta que alguien más listo lo usa mejor que nosotros. Nos indignamos porque EE.UU. impone aranceles, pero llevamos décadas protegiendo nuestras industrias con regulaciones a medida. Tal vez, lo que realmente nos molesta no es que el mundo sea injusto, sino que ya no tenemos el monopolio de esa injusticia.

 

Hemos sido siempre los primeros en presumir de ética y moralidad mientras delegamos en otros la parte incómoda de nuestra prosperidad. Queremos energía limpia, pero importamos materiales extraídos con condiciones laborales que jamás toleraríamos en nuestra casa. Nos escandaliza la huella ambiental que provoca China, pero externalizamos nuestra industria a dicho país y a otros del sudeste asiático, para mantener nuestros cielos despejados y, a la vez, obtener gigantescos beneficios económicos. Hablamos de Derechos Humanos, pero compramos gas y petróleo a regímenes autoritarios y cerramos los ojos vendiéndoles armamentos cuando nuestros intereses están en juego. Y es que el problema actual de Europa no es que el mundo haya cambiado, que lo ha hecho, sino que seguimos actuando como si nada hubiera variado. Y tal vez por ello, en estos perplejos momentos, con la llegada del “rey Trump” al poder, nos quejamos de que EE.UU. nos trata como un socio de segunda, pero nunca quisimos asumir el coste de la defensa del territorio, para ser un socio de primera. Nos lamentamos de la hegemonía industrial de Asia, pero con la egoísta pretensión de obtener más y más beneficios económicos, desmantelamos nuestras fábricas y le facilitamos tecnología. Queremos que el orden global nos siga favoreciendo, pero sin la incomodidad de construirlo o defenderlo. Europa no es víctima de un sistema injusto, Europa es víctima de su propia creencia de que podía seguir mandando sin hacer el trabajo correspondiente. Y ahora, con la historia moviéndose aceleradamente sin esperarnos, nos indignamos.

Hace mucho tiempo que Europa tenía que haber pensado en Europa y no lo ha hecho. No obstante, los momentos de crisis son también tiempos de oportunidad. Y por ello, ante las políticas propuestas por Trump en ámbitos comerciales, sociales, defensivos y de política internacional, la UE debe responder con determinación y cohesión. En el terreno comercial, es esencial que proteja sus intereses implementando contramedidas firmes y proporcionadas, como ha señalado la presidenta de la Comisión, ante las amenazas arancelarias. En el ámbito social, debe reafirmar su compromiso con los Derechos Humanos y la dignidad de las personas, rechazando propuestas que contravengan estos principios, aceptados por todos los países democráticos. En defensa, necesita fortalecer su autonomía estratégica y diplomática, incrementando la cooperación militar entre los Estados miembros, reduciendo la dependencia de los EE.UU., especialmente ante la posibilidad de que Washington reconsidere su papel en la OTAN y siga pensando en realizar actuaciones como las anunciadas en Gaza o Ucrania. Es decir, Europa debe consolidarse como un actor global independiente, buscando la unidad y la acción decidida para defender sus valores e intereses en este escenario esperpéntico que ha rediseñado el actual inquilino de la Casa Blanca, buscando, si es preciso, nuevos socios preferentes más allá del Imperio Americano. Pues de no hacerlo, nos ocurrirá, como acertadamente ha dicho Josep Borrell cuando nos advirtió: “en este banquete o estamos sentados a la mesa o somos el menú”.

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 11 de febrero de 2025

Trump y Musk, la oscura alianza que sacude al mundo

 

No cabe la menor duda, el mundo vive un momento profundamente perturbador. Creo que ni los que votaron a Trump pensaban que iba a hacer lo que está haciendo en estas tres semanas que lleva como Presidente de los EE.UU; es todavía mucho peor que lo que prometió. De hecho, la vorágine de provocaciones y controversias de Donald Trump en su vuelta a la Casa Blanca no tienen límite y lo invade todo.

 

Segre 17.02.2025

Admitámoslo, oscilamos entre la fascinación y la perplejidad. Miramos la pantalla esperando el último giro, la última sorpresa; es la política del shock. Es difícil sustraerse al ritmo vertiginoso de las proclamaciones y decretos que, casi a diario, firma Trump y a ese impulso eléctrico de altercaciones y escándalos que diariamente conocemos a través de los medios de comunicación. El 47 inquilino de la Casa Blanca parece que sabe lo que hace, no nos engañemos. No ha llegado solo, utiliza la estrategia de Steven Bannon de "inundar la zona", abrumar a la opinión pública mundial y oposición interna del partido demócrata, con directivas y anuncios incesantes que hace muy difícil reaccionar y rebatir, además de crear confusión y desconfianza. En este sentido, una de las estrategias del Presidente republicano es controlar la agenda pública, desgastar por cansancio a quienes se le enfrentan o resisten y convertir la transgresión en una herramienta de poder. Y para ello, se ha aliado con Elon Musk, un valido que maneja a su antojo la Administración del Estado más poderoso del planeta, sin más mandato ni respaldo que el abrazo de su amigo el presidente Trump, que fundamenta y fomenta su poder creando un caos circundante. De esta manera avanza el dúo Trump-Musk que progresa en su campaña destructiva arrasando con todas las instituciones nacionales e internacionales que se interponen en su camino. Ya que su objetivo es remodelar un mundo en el que prevalezca la "ley del más fuerte"; es decir, un entorno en el que la fuerza y el poder dominen por encima de toda norma existente. Su ofensiva causa desconcierto, congoja y hasta miedo. Es por ello que, ahora más que nunca, la Unión Europea ha de estar unida y vigilante ante este matrimonio oscuro del poder y del dinero. Dado que esa fusión entre el autoritario poder político imperialista avasallador de Donald Trump y el milmillonario tecnoligarca Elon Musk y otros, además de altamente irresponsable, es corrosiva y un peligro para las Democracias Liberales y para todo el planeta. Y es que a medida que las instituciones democráticas se debilitan y los líderes autoritarios ganan poder, el futuro de nuestras sociedades se torna cada vez más incierto. La erosión de los valores democráticos y la constante amenaza a la libertad de expresión generan un ambiente de desconfianza y temor. En vista de este escenario, es esencial que los ciudadanos y los líderes mundiales democráticos se mantengan firmes y defiendan los principios fundamentales que sostienen nuestras sociedades libres. La responsabilidad recae en todos nosotros para resistir la tentación del autoritarismo y abogar por la transparencia, la justicia y la igualdad.

 

En este contexto, conviene no olvidar que los modelos de explotación sobre el común han adoptado a lo largo de la Historia diferentes formas. Podríamos definir como una constante la pérdida de valor de la coerción a favor de la propaganda. En ese proceso, creo que hemos alcanzado un nuevo umbral. Hoy, a la propaganda la ha sustituido una herramienta mucho más potente, la IA. Con una combinación letal entre el bombardeo constante de historias y la modificación de los modos de construcción del pensamiento, la manipulación ha alcanzado un nivel crítico. Para combatirla, hoy por hoy, las organizaciones mundiales supranacionales como la ONU, la Organización Mundial del Comercio o el Consejo de Europa y las corrientes de base igualitaria, como la Declaración Universal de Derechos Humanos o el Derecho Internacional Humanitario, por citar algunas a título de ejemplo, carecen de la herramienta fundamental para poder ejercer alguna oposición y hacer prevalecer la verdad; puesto que los canales de comunicación están en las manos que están y no se barrunta un cambio a corto plazo. Tal vez por ello, cabe utilizar la guerra de guerrillas, la acción en el entorno inmediato, ser la gota de agua que cae sobre el oscuro aceite que hoy parece cubrirlo todo. Igual sí, igual si es tiempo de maquis, de resistencia, como ya ocurrió en el pasado inmediato en nuestro país. Y es que considerando esta realidad, vivimos una era de transformación geopolítica y sociopolítica marcada por dos grandes fuerzas. Por un lado, el desafío al orden mundial-liberal-democrático que abanderan potencias autoritarias como Rusia y China, que buscan redefinir las reglas globales en función de sus propios intereses. Y, por el otro, las actuales fuerzas nacionalpopulistas republicanas de los EE.UU, a las que se le unen la extrema derecha que se están propagando en los países de la UE. Unas fuerzas de extrema derecha en pleno auge expansivo en un Occidente en decadencia que no ha sabido dar respuesta al malestar económico y cultural de sus clases populares, que están debilitando a las propias democracias desde dentro, y que persiguen igual o parecidos intereses que los dos estados citados anteriormente.

 

Ante este oscuro panorama, es crucial reconocer que la lucha por la democracia y los derechos humanos no es solo una batalla política, sino también una batalla cultural y social. Se debería pues, fomentar una cultura de respeto y solidaridad, promoviendo la educación y el diálogo como herramientas para combatir la manipulación y la desinformación. La cooperación internacional y el fortalecimiento de las alianzas entre las democracias han de ser esenciales para enfrentarnos a los desafíos del futuro y garantizar un mundo más justo y libre para las generaciones venideras.