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viernes, 27 de junio de 2025

Europa, el rehén estratégico y el chantaje del 5%

 

Mientras Europa eleva su gasto militar al ritmo que dicta Washington, el verdadero beneficiario del rearme no está en Bruselas ni en Berlín, sino al otro lado del Atlántico y también en Pekín. En este contexto, Donald Trump, tras la cumbre de la OTAN, ha reprochado a España su negativa a elevar el gasto en defensa al 5% del PIB y ha amenazado con represalias comerciales si no lo hace. Sin embargo, a pesar de las coacciones, Pedro Sánchez ha mantenido una  apuesta por la contención, reafirmando la soberanía presupuestaria, y dejando claro que España decide sus niveles de gasto de acuerdo a sus propias evaluaciones estratégicas, económicas y sociales.

 

En este escenario, la seguridad europea se ha convertido en un lucrativo negocio que podría debilitar, más que reforzar, a los países miembros de la UE. Y es que desde la perspectiva de Washington, la ecuación es clara: si los países europeos destinan el 5% de su PIB al gasto de la OTAN en defensa, se abriría una corriente de transferencias económicas anuales que podrían llegar hasta los 300.000 millones de dólares hacia la industria militar estadounidense. Esta dinámica permitiría recortar entre un 30% y un 40% el déficit comercial entre ambas orillas del Atlántico en tan solo diez años, transformando así la noción de “seguridad europea” en uno de los negocios más lucrativos de la era actual.

 

La Mañana 7.07.2025

Sin embargo, bajo esta lógica de beneficios inmediatos se esconden riesgos sistémicos de largo alcance. Aunque en el corto plazo esta estrategia puede reforzar la demanda de dólares como moneda de reserva, el aumento constante del gasto militar y la presión sobre la deuda pública de los EE.UU, empeorada por el incremento de los tipos de interés, podría minar la credibilidad global en la solidez del dólar. Y este hecho, entiendo que llevaría la Administración Americana a un punto crítico, ya que la primacía financiera de EE. UU. depende en gran medida de la credibilidad que le otorgan los inversores extranjeros, responsables de financiar cerca de un tercio de su deuda soberana. Y, si esa credibilidad se erosiona, el entramado financiero que sostiene el poder global de Estados Unidos podría comenzar a desestabilizarse, desencadenando reacciones de alcance incierto y potencialmente disruptivo.

 

De hecho, por encima de las guerras visibles, ya sean militares, comerciales o tecnológicas, se libra otra más silenciosa pero determinante: la batalla por el control de la moneda dominante en la economía global mundial en los próximos años venideros. En este terreno, China ha avanzado sin estridencias, beneficiándose de un escenario donde el desgaste y la fragmentación del bloque occidental parecen jugar a su favor. Pues, como suele decirse, el verdadero beneficiado no es quien dispara, sino quien capitaliza el desgaste ajeno.

 

En medio de este complejo tablero, Europa aparece como la pieza más vulnerable. Reducida a depender de importaciones militares, termina costeando el declive de su propia influencia geoestratégica. Mientras las potencias compiten, el Viejo Continente parece condenado a la irrelevancia. Este contexto recuerda a una especie de reparto informal del mundo al estilo de una ficción mafiosa global, en la que Estados Unidos, China y Rusia ejercen presiones cruzadas para moldear el futuro a su medida. Y, en este guion, la figura de Vladimir Putin actúa como catalizador. Dado que su ofensiva en Ucrania ha empujado a gran parte de las capitales europeas, de Berlín a Varsovia, a incrementar con urgencia y determinación sus gastos en defensa, con un efecto dominó que empuja a todos los países del continente europeo integrados en la OTAN. Y es que, Putin, en esta ecuación, resulta ser tanto un aliado coyuntural del ultranacionalismo autoritario y populista norteamericano del Presidente Trump, como un socio estratégico del avance chino. Su papel ha sido instrumental en provocar una reorganización del equilibrio euroasiático, capitalizando las fracturas internas de Europa y fortaleciendo su influencia mediante la amenaza constante. Y, paradójicamente, este impulso al rearme ha logrado, por una parte, cohesionar a la Unión Europea frente a desafíos externos, pero también ha evidenciado su fragilidad estratégica y su subordinación geoeconómica. Europa está fortaleciendo su capacidad militar, pero lo hace sacrificando su independencia, inmersa en complejas interdependencias y sin una estrategia definida que oriente sus pasos. Por eso, cuando desde EE. UU. se caricaturiza a Europa como un actor débil o “patético”, como ha hecho Trump en más de una ocasión, la respuesta no debería ser solo indignación, sino también una seria reflexión sobre cuán ciertas son esas palabras.

 

Europa se rearma, sí, pero no lidera. Invierte, pero no decide. Se cohesiona, pero no por voluntad propia, sino arrastrada por amenazas externas y agendas ajenas. Si no redefine pronto su autonomía estratégica, la UE corre el riesgo de convertirse en un mero espectador de su propio declive. Y es que, como advirtió Tucídides, en su historia sobre la decadencia de las polis griegas: “El secreto de la libertad es la valentía.” Y hoy, más que nunca, Europa necesita el coraje de actuar por sí misma, antes de que su dependencia se consolide como destino.

 

 

 

lunes, 23 de junio de 2025

Feliç nit de Sant Joan!

 

Desde el principio del tiempo, hace más de 45.000 años, cuando aún no existían nombres para las estaciones ni relojes para contar los días, los sapiens cromañones miraban al cielo y al fuego con la misma reverencia que los humanos modernos hoy lo hacemos. Ellos, en lo más profundo de las habitadas cavernas, entre sombras danzantes y piedras tibias, encendieron las primeras hogueras no solo para calentarse o espantar a las bestias, sino para ahuyentar la oscuridad que se les colaba en el alma. Una noche, que quizás ya sabían que era la más corta del año, el fuego pareció hablarles con una lengua de chispas, mientras les prometía renovación, les susurraba que el sol, aunque se escondiera, siempre regresaría hasta ellos. Y, tal vez así, nació la costumbre de rodearse de los suyos, de mirar la danza de las llamas y confiar juntos en el regreso de la luz. Los más viejos, seguramente contaban historias, vividas unas, inventadas otras, con los ojos brillando como brasas, mientras los pequeños, con el asombro aún de la nueva experiencia, daban vueltas alrededor del fuego, como si su risa también pudiera invocar un cambio de ciclo: la llegada del verano. Se quemaban ramas, hojas secas y miedos; se saltaban las llamas como si así se pudiera purificar el alma. Se compartía el alimento, la algarabía y el silencio, y a veces también el llanto, porque sabían, como lo sabríamos después nosotros, que hay cosas que solo las entiende el fuego. Pasaron los siglos, llegaron las lenguas, se vertebraron los credos y surgieron los nombres, pero el rito sobrevivió a todo esto. Cambiaron los rostros, pero no el anhelo. Y así, cada víspera de San Juan, cuando el sol comienza a retirarse, algo ancestral se enciende en nuestros corazones, quizás recordando, sin saberlo, aquellos remotos tiempos. Y junto al fuego, una señal que no aprendimos, sino que sentimos como algo nuestro, un canto a la amistad, eterno.

 

Segre 24.06.2025

Hoy, noche de San Juan, cuando el sol se despide con sus últimos destellos y el aire empieza a susurrar algunos secretos de un incipiente verano, nos juntaremos un año más las familias, los amigos, en cualquier casa, en cualquier lugar, con una luz más cálida que la iniciática de la amistad. Y, reunidos en torno a la mesa, las estrellas del cielo no serán las únicas en brillar. Pues, junto a ellas y las llamas de la hoguera que pronto danzarán en la noche, resplandecerán con luz propia las historias de incontables solsticios de verano que nos traerán a la memoria los pasados años de la infancia. Que la noche de San Juan, con sus rituales y su promesa de renovación, nos encuentre siempre unidos en un círculo de armonía, aprecio y afecto. Que las chispas que asciendan hoy hasta el cielo nos recuerden que la amistad es ese fuego que nunca se debería apagar, ese abrazo invisible que nos conecta y nos eleva. Así pues, en cada mirada, en cada risa, en cada brindis, celebremos el tesoro imperecedero de ser amigos de nuestros amigos. Porque en esta mágica noche, más allá de la tradición, lo que realmente nos une es el valor inquebrantable de compartir un espacio, un tiempo de nuestras vidas.

 

¡Foc nou, vida nova! Termino y alzo mi copa para que nos acompañe la voz de Virgilio, susurrando entre llamas y estrellas: “Omnia vincit amor, et nos cedamus amori” (El amor lo vence todo; cedamos también nosotros al amor). Y, como nos recuerda Heráclito, “Panta rhei” – todo fluye. Porque esta noche, también nosotros fluimos: con la vida, con el tiempo, con la esperanza. Y en ese fluir compartido, nos reconocemos y nos abrazamos, sabiendo que lo más importante no es detener el instante, sino celebrarlo juntos, mientras la luz vuelve a renacer.

 

Feliç nit de Sant Joan!!!

miércoles, 18 de junio de 2025

Dando en el clavo: corrupción estructural, el negocio del poder

 

En España, la corrupción no es un accidente, sino una coreografía bien ensayada. Primero cae el asesor, luego dimite el político secundario, mientras la imagen pública del escándalo se gestiona con registros a sede de partido en horario de máxima audiencia. Pero el poder real permanece intacto. Hablo, no el poder que ocupa escaños, sino el otro, el real, el que firma contratos desde los consejos de administración. Ahí donde no entran los jueces con órdenes, sino los directivos con trajes impecables y contratos blindados.

 

De hecho, ¿habrá quien se atreva a examinar las cuentas de las grandes constructoras? ¿A impedir que Ferrovial, ACS, Sacyr, OHLA o FCC y algunas otras más, sigan beneficiándose de adjudicaciones públicas tras años de sobrecostes, comisiones encubiertas y favores que se devuelven en forma de modificaciones contractuales? No sucederá, no,  lo estoy y estamos seguros casi todos los ciudadanos. Porque abrir esa puerta significaría reconocer lo evidente: que no hay separación entre política y empresa, sino una simbiosis cuidadosamente mantenida a lo largo de los años.

 

Segre 23.06.2025

Y es que, aunque nos cueste aceptarlo, las constructoras y otras grandes empresas no son meras financiadoras de la política, sino diseñadoras del poder político. No solo erigen carreteras o edificios, sino que estructuran relaciones, aseguran influencias y determinan quién prospera en el ecosistema de lo público. En este modelo, la corrupción no se esconde en sobres o bolsas, sino en cláusulas legales, en licitaciones perfectamente empaquetadas y en modificaciones contractuales que disfrazan el sobreprecio. Por eso las investigaciones judiciales apenas rozan la superficie del problema. Se castiga, sí, al intermediario, pero se premia a la empresa que pagó el soborno con un nuevo contrato. Se inhabilita al alcalde, pero no se toca a la compañía que facilitó la irregularidad. Porque si mañana las leyes se aplicaran con la misma severidad que a los pequeños negocios o a todos los que somos ciudadanos comunes, medio Ibex quedaría vetado de la obra pública.

 

Y así, de esta manera, la maquinaria sigue funcionando. Y cada crisis política es una oportunidad para reajustar estrategias sin modificar el fondo del asunto. Se publican reformas, se endurecen normativas, pero los beneficiarios del negocio siguen siendo los mismos. El dinero no desaparece, solo cambia de cauce, moviéndose con la precisión de quienes saben que su influencia es demasiado grande para caer. Y, mientras tanto, el ciudadano contempla con impotencia el espectáculo, y ve con estupor que el sistema se renueva bajo otra etiqueta: digitalización, sostenibilidad, eficiencia. Se moderniza la estructura, pero no la cultura. La corrupción no necesita ocultarse, porque ha aprendido a disfrazarse de desarrollo y de progreso, garantizando su continuidad bajo nuevos términos que nadie se atreve a cuestionar. Porque de hacerlo, de investigar judicialmente hasta el fondo y condenar severamente a los verdaderos culpables, ¿entonces qué?, ¿quién levantaría hospitales, construiría carreteras o gestionaría grandes infraestructuras? La pregunta es incómoda porque revela la mayor de las impunidades: aquella que no necesita ocultarse, la que se institucionaliza como parte del sistema. La que, lejos de ser perseguida, es respetada.

 

Esta dinámica de impunidad no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que también perpetúa un ciclo vicioso donde la ética es sacrificada en aras de la eficiencia y el crecimiento económico. La sociedad, anestesiada por la complejidad de los entramados y la magnitud de los intereses, termina aceptando tácitamente un status quo que beneficia a unos pocos y perjudica a la mayoría. Se crea una falsa dicotomía entre la estabilidad y la transparencia, donde cualquier intento de disrupción es presentado como una amenaza al progreso. Y, en este escenario, la verdadera justicia se convierte en una utopía inalcanzable, dejando al ciudadano común con la sensación de que, al final, el poder siempre encuentra la manera de salirse con la suya. Y es que así, en este marco, en un eco atemporal que resuena con la cruda realidad que se describe, la advertencia de Tucídides cobra una relevancia escalofriante: "La injusticia en cualquier lugar es una amenaza para la justicia en todas partes."

 

lunes, 16 de junio de 2025

Corrupción: el cáncer que devora la democracia

 

La corrupción cabalga de nuevo, y lo hace implicando a quienes deberían representar con honestidad al ciudadano. Hace escasos años nos llegó vinculada al Partido Popular, en el caso de ahora afecta al PSOE; es una nueva y brutal herida a la confianza pública. Pues, escándalos como éste alimentan el hartazgo, y en la calle vuelve a sonar la frase que tanto daño hace "todos son iguales". Y no, no todos lo son, pero indudablemente desarma a los honestos y fortalece a quienes usan la indignación para construir discursos oportunistas de populismo radical. La corrupción no distingue ideologías, pero sí hay diferencias en cómo se reacciona, en quién asume responsabilidades, en quien se esconde y quien da la cara. En este contexto, en España, como en cualquier democracia de nuestro entorno europeo, existen mecanismos de control, una prensa libre y una justicia. Pero cuando fallan, cuando se tapan, cuando se banaliza el robo al bien común, se abre una grieta que no solo deja pasar la corrupción, sino también la desafección, el extremismo y la manipulación emocional. Y es que, como decía el llorado Pepe Mujica: "La corrupción es el peor enemigo de la democracia, porque destruye la confianza, que es su cemento esencial". Dentro de este panorama no hace falta escuchar en estos días, los gritos histéricos de la derecha y extrema derecha, para ser conscientes del drama brutal que se presupone han hecho Santos Cerdán, Ábalos y Koldo a todos aquellos que tienen una sensibilidad de izquierda progresista. Es por eso que, en estas tristes pasadas horas desde que surgió la noticia, imagino que tendrán pocas ganas de hablar, de opinar, de decir lo que sienten y casi les apetecerá más cerrar los ojos y los oídos esperando que, como en un mal sueño, pase la tormenta . Y, como en los duelos, también supongo que tendrán que dejar pasar el dolor del golpe y, después, tratar de recuperar la fuerza de los principios y valores, ahora sacudidos, que les alimenta, para no dejarlo todo en manos de ellos, en los que siempre gritan.

 

La Mañana 20.06.2025

Indudablemente, un partido, sea cual sea su ideología, es responsable de los actos de sus cuadros dirigentes. A este respecto, la corrupción no es una enfermedad que se atrapa no se sabe dónde ni cuándo, independientemente de la voluntad, sino un hecho constitutivo de la fisionomía del personaje corrupto. En este caso además, se trata de una trama, que entiendo debe ser o debería haber sido más visible desde el interior. En consecuencia, desde mi punto de vista, me parece evidente que el PSOE, como partido, es responsable de haberse dejado infiltrar de elementos nocivos y aún más de haberlos promovido a puestos de gran responsabilidad. No obstante, la diferencia con el PP-VOX es que estos últimos los defienden y mantienen hasta la muerte y, en el PSOE, parece ser que tiene intenciones de hacer una purga ejemplar. De la amplitud y sinceridad de ésta entiendo que dependerá toda su credibilidad futura.

 

En este marco, lo que sí cabe preguntarse es: ¿quién pone a este tipo de delincuentes en puestos de tal responsabilidad?, ¿de qué mecanismos se ha dotado el PSOE como partido para evitarlos? Pues, no se trata de expulsarles una vez consumado el presunto el delito, sino de prevenirlo.  A este respecto, ser político no es una profesión, es una función de representación temporal, y digo bien temporal, y cuanto más breve mejor, pues menor riesgo de corrupción habrá. La mitad del parlamento no ha hecho otra cosa en su vida que vivir de la política y no por amor al arte, ni al pueblo u otras zarandajas o fruslerías que se atreven a declarar, sino como profesión y medio de vida. La democracia se debe dotar pues de armas contra este tipo de gente que se infiltran como representantes del pueblo cuando, en el mejor de los casos, son unos arribistas sin bandera y en el peor, vulgares ladrones. Hay por consiguiente que poner medidas para evitar poner la miel al alcance del goloso: En otras palabras, mandatos reducidos, obligación de no acumulación de responsabilidades, discontinuidad de varios años entre los mandatos...etc. Algunas de las herramientas son bien conocidas, pero la voluntad política no las sigue, ni en el PSOE ni en el PP, ni en ningún otro partido. Y es por ello que la democracia se muere de insinceridad, quizá de hipocresía, y de una enfermedad llamada corrupción que ataca caprichosamente a unos y a otros. Si el PSOE quiere seguir teniendo cierto margen de maniobra para ofrecer a los ciudadanos una oferta legislativa que le permita seguir gobernando, si pretende continuar adelante en un Gobierno de Coalición con las fuerzas que le apoyan para continuar en una dirección progresista de mejora de las condiciones de vida de la mayoría de españoles, si quiere tener legitimidad para permanecer, resistir y aguantar hasta el 2027, debe ser, hoy más que nunca, en estos difíciles momentos por los que atraviesa, sincero, y dotarse de principios y sistemas de auditoría interna y externa. Pues los electores, hastiados de la corrupción y cansados de los fraudes, no votarán al que tenga la intención de corregirse, sino al que demuestre que es inatacable en materia de probidad. Y para ello, es absolutamente imprescindible, entre otras cosas, una profunda revisión de la Ley de Contratos del Sector Público vigente, que es la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, que regula la contratación de bienes, servicios y obras por parte de las Administraciones Públicas. Una ley con la que se ejerza un control mucho más estricto sobre los órganos y personas que adjudican los contratos, con el objetivo de evitar que el Poder pueda dar prebendas a determinadas empresas en detrimento de otras que presentan un mejor contrato y, además, regulando y controlando, todas las situaciones que permitan saltarse dicha ley, para que no pueda volver a ocurrir. Pues tal como advertía Cicerón: “Nada hay tan oculto que no llegue a revelarse y nada tan secreto que no termine por salir a la luz.”