Desde el principio del tiempo, hace más de 45.000 años, cuando aún no existían nombres para las estaciones ni relojes para contar los días, los sapiens cromañones miraban al cielo y al fuego con la misma reverencia que los humanos modernos hoy lo hacemos. Ellos, en lo más profundo de las habitadas cavernas, entre sombras danzantes y piedras tibias, encendieron las primeras hogueras no solo para calentarse o espantar a las bestias, sino para ahuyentar la oscuridad que se les colaba en el alma. Una noche, que quizás ya sabían que era la más corta del año, el fuego pareció hablarles con una lengua de chispas, mientras les prometía renovación, les susurraba que el sol, aunque se escondiera, siempre regresaría hasta ellos. Y, tal vez así, nació la costumbre de rodearse de los suyos, de mirar la danza de las llamas y confiar juntos en el regreso de la luz. Los más viejos, seguramente contaban historias, vividas unas, inventadas otras, con los ojos brillando como brasas, mientras los pequeños, con el asombro aún de la nueva experiencia, daban vueltas alrededor del fuego, como si su risa también pudiera invocar un cambio de ciclo: la llegada del verano. Se quemaban ramas, hojas secas y miedos; se saltaban las llamas como si así se pudiera purificar el alma. Se compartía el alimento, la algarabía y el silencio, y a veces también el llanto, porque sabían, como lo sabríamos después nosotros, que hay cosas que solo las entiende el fuego. Pasaron los siglos, llegaron las lenguas, se vertebraron los credos y surgieron los nombres, pero el rito sobrevivió a todo esto. Cambiaron los rostros, pero no el anhelo. Y así, cada víspera de San Juan, cuando el sol comienza a retirarse, algo ancestral se enciende en nuestros corazones, quizás recordando, sin saberlo, aquellos remotos tiempos. Y junto al fuego, una señal que no aprendimos, sino que sentimos como algo nuestro, un canto a la amistad, eterno.
Hoy, noche de San Juan, cuando el sol se despide con sus últimos destellos y el aire empieza a susurrar algunos secretos de un incipiente verano, nos juntaremos un año más las familias, los amigos, en cualquier casa, en cualquier lugar, con una luz más cálida que la iniciática de la amistad. Y, reunidos en torno a la mesa, las estrellas del cielo no serán las únicas en brillar. Pues, junto a ellas y las llamas de la hoguera que pronto danzarán en la noche, resplandecerán con luz propia las historias de incontables solsticios de verano que nos traerán a la memoria los pasados años de la infancia. Que la noche de San Juan, con sus rituales y su promesa de renovación, nos encuentre siempre unidos en un círculo de armonía, aprecio y afecto. Que las chispas que asciendan hoy hasta el cielo nos recuerden que la amistad es ese fuego que nunca se debería apagar, ese abrazo invisible que nos conecta y nos eleva. Así pues, en cada mirada, en cada risa, en cada brindis, celebremos el tesoro imperecedero de ser amigos de nuestros amigos. Porque en esta mágica noche, más allá de la tradición, lo que realmente nos une es el valor inquebrantable de compartir un espacio, un tiempo de nuestras vidas.
¡Foc nou, vida nova! Termino y alzo mi copa para que nos acompañe la voz de Virgilio, susurrando entre llamas y estrellas: “Omnia vincit amor, et nos cedamus amori” (El amor lo vence todo; cedamos también nosotros al amor). Y, como nos recuerda Heráclito, “Panta rhei” – todo fluye. Porque esta noche, también nosotros fluimos: con la vida, con el tiempo, con la esperanza. Y en ese fluir compartido, nos reconocemos y nos abrazamos, sabiendo que lo más importante no es detener el instante, sino celebrarlo juntos, mientras la luz vuelve a renacer.
Feliç nit de Sant Joan!!!
¡Qué bonito!. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarHelena Andreu
Una poética recreación del tiempo pasado y del presente. Yo noto una mezcla de realidad e imaginación.
ResponderEliminarFelicidades por tus conocimientos y por tu poesía.
Pilar Barrabés
¡Precioso! Hermosas palabras,como siempre. Aquí en la ciudad, se celebra en algunos barrios.Yo recuerdo que hasta hace poco nos juntábamos en el campo,en casa de una amiga a compartir la cena y el fuego, con esa magia solemne ... y la alegría de estar juntos.
ResponderEliminarQue la disfrutéis!! Un abrazo
Mercedes Manzanares
Juan Antonio, que fluya y perdure esa amistad que nos acompaña. Que disfrutemos lo mejor que podamos de estas fiestas familiares. Viva la familia y viva la amistad. Feliç nit de Santa Joan!!
ResponderEliminarRafa Santiago
Que no se apague ese fuego. ¡Qué bien piensas y qué bien lo reflejas con tus palabras!
ResponderEliminarPepe Pascual
Bonito artículo, creo recordar que no es la primera vez que escribes sobre la noche de San Juan, personalmente, en mi tierra o, por lo menos, en mi familia, nunca hemos celebrado esa noche, intuyo que no descendemos de los cromañones, debemos ser de otra línea mucho más salvaje , eso sí, no necesitamos hacer hogueras ni saltar delante de las chispas, para ser amigo de nuestros amigos, por la eternidad.
ResponderEliminarSantiago Fernández
Bellíssim escrit.
ResponderEliminarTot un seguit de precioses metàfores, records, desitjos de la nit de Sant Joan....
I també m'ha fet plorar
Gràcies JuanAntonio
Us estimo
Mati Hernández
Me ha gustado mucho. Un canto a la amistad y a la vida.
ResponderEliminarElena Novo
A unos cuantos tendría que purificar el fuego de las hogueras.
ResponderEliminarMagda Sellarés
Juan Antonio, buenas tardes, como sabrás Sita y Juan nos están visitando en Argentina, para placer nuestro. Te décimos que el artículo que nos refieres, nos parece excelente, en unas fechas en las que la situación que transcurre en general en todos los países, es un desastre.
ResponderEliminarUn cordial saludo desde estas lejanas tierras. Y un abrazo para tí y tu esposa.
María del Carmen . Hermana de Sita
Mª Carmen & Sita Torres
Pues, alzo mi copa contigo, en esta víspera de San Juan, recordando y aplicando, la voz de Virgilio y deseando que, como decía Heráclito, "fluya" todo nuestro afecto y amistad, como llama de fuego y que esta, no se apague nunca. Aprovecho la lectura de tu fantástico artículo, para felicitarte en el día de tu onomástica y desearte un muy feliz día.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Magda Díez
Buenos días tío, muy chulo el artículo. Algo de normalidad después de días convulsos, disfrutemos de la noche de San Juan y de tu Santo.
ResponderEliminarBesos
Nacho Valero
Muy bueno, Juan Antonio. Primero Felicidades por tu onomástica y segundo, todo lo que sea recordar tradiciones, cuando estas son positivas y no atentan contra nadie, adelante.
ResponderEliminarSaludos...
Miquel Soto
Hola, Juan Antonio, muy buenos días.
ResponderEliminarEn esta ocasión tengo que felicitarte por un doble motivo, primero, por la calidad del artículo, un artículo fuera de la crítica y la denuncia, un artículo lleno de humanismo y de loa de la amistad y del amor aprovechando la celebración de la noche de San Juan, en segundo lugar por hacer referencia a una de las fiestas con más tradición de Catalunya. Te acompaño dos artículos para que leas de donde viene el hábito del fuego en esta noche. Está muy bien que de cuando en cuando hables también de lo que son tradiciones y costumbres de los pueblos desde esta perspectiva que tan bien dominas de la amistad y del amor, como siempre, admirable lo que explicas y como lo explicas.
Un abrazo.
Ramón Morell
Amables son estas palabras que nos recuerdan que compartimos espacio y tiempo de nuestras vidas. Yo alzo la copa también para celebrar que tus artículos, tu blog y tus libros han contribuido a que podamos compartir también algunos otros valores inquebrantables.
ResponderEliminarLástima que el fuego muy a pesar suyo constituya símbolo de destrucción y de horror en esta época en la que resuenan los tambores de guerra.
Gracias por el artículo.
Miguel Ángel Cerviño
Un abrazo.
Precioso. La verdad es que este tipo de artículos los bordas.
ResponderEliminarEnhorabuena. Un abrazo.
Jaime Martínez
Gràcies pel text de la nit de St Joan.
ResponderEliminarTot un cant a l'esperança i l'amista.
Joana Companys
Cambiaron los rostros pero no los anhelos...
ResponderEliminarCuántas cosas dices y qué bellas.
Las fiestas sanjuaneras sorianos se remontan al siglo XII, más o menos, Al crearse las Comunidades de Villa y Tierra. La de Soria se constituyó por numerosas "collaciones" de diferentes lugares. Edificaron sus iglesitas ascendiendo del Duero y se reunían en el solsticio de verano: Se relacionaban se prometían...Hasta 33 colllaciones.
Un abrazo
Pepe Pascual