martes, 24 de mayo de 2022

Cada apuesta tiene su alcance y cada silencio también.

Hace unos días, Jürgen Habermas, el reconocido filósofo y sociólogo alemán, exponía en el artículo Hasta dónde apoyamos a Ucrania, publicado por el diario El País el domingo día 8 de los corrientes, el problema y disyuntiva que Europa se plantea ante la guerra de Ucrania. Ya que los EE.UU y países occidentales que apoyan a Ucrania en su guerra contra Rusia, han de evaluar cuidadosamente su ayuda militar a Kiev con la finalidad de evitar que Vladímir Putin pueda considerar dicho apoyo como la participación directa de entrar en guerra.

 

En este contexto y desde mi punto de vista, si interpreto correctamente lo que el gran intelectual Jürgen Habermas nos indica e insiste en su planteamiento, es que no hay razón moral para apoyar a Ucrania, ya que Rusia no ha invadido el citado país para quedarse con él. En todo caso, lo que Rusia está haciendo es intervenir en un conflicto territorial de dos provincias de población rusa mayoritaria que están en guerra con el Gobierno central ucraniano desde hace años. A este respecto y visto así, Habermas, tiene toda la razón y no hay casus belli desde la perspectiva ética. Puesto que si Rusia hubiera invadido Ucrania para anexionársela entonces sí estaría sometiendo por la fuerza a una población. Pero es que Rusia, por lo menos hasta ahora, no ha hecho nada de eso, por mucho que la propaganda occidental a través de los medios de comunicación, se lo haga creer a la inmensa mayoría de los habitantes de los países occidentales. Rusia lo que sí está haciendo es apoyar a uno de los bandos en un conflicto territorial. Dicho esto, y ante los cada día más insistentes rumores, ¿es necesaria o inevitable una tercera guerra mundial a causa de este conflicto? Espero que no y, si bien la solución es compleja, tal vez, aún siendo una simple obviedad, sería suficiente llevar a cabo un Referéndum en la región del Donbás y de Crimea, supervisado por la ONU. Pero, el problema e inconveniente es que la ONU resulta impotente ante la capacidad de vetar cualquier acción con la que no se esté de acuerdo que mantienen los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos.

La Mañana 31.05.2022

Por otra parte, la duda sobre el hecho de estar o no estar EE.UU. participando activamente en la guerra la disipó el pasado martes, 3 de los corrientes, Seth Moulton, miembro de la Cámara de Representantes de EEUU por Massachusetts cuando afirmó: "Al final de cuentas, tenemos que comprender que estamos en guerra. No solo estamos en guerra para apoyar a Ucrania, sino fundamentalmente, aunque un poco a través de un intermediario, estamos en guerra con Rusia". Esto aseveró el citado miembro del Partido Demócrata en una entrevista en Fox News, que concluyó diciendo. "Por eso es importante que ganemos". Ésta es la realidad de lo que pasa en Ucrania, un conflicto empujado en gran medida por Estados Unidos en el que se asocian gigantescas multinacionales de gas y petróleo, empresas de ventas de armas y políticas sin escrúpulos que dan impulso a un panorama bélico económico. Y es que como se dijo y utilizó abundantemente en la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush, padre: "Estúpidos es la economía” (the economy, stupid), frase que en nuestro país popularizó años más tarde Rodrigo Rato y que es la esencia de todo conflicto. Un gran embuste universal que nos mantiene desnortados y esclavizados a la inmensa mayoría de la humanidad y cuyo sesgo se manifiesta indistintamente en forma de tiranía, dictadura, democracia, satrapía o cualquier otra forma de gobierno y cuyos rostros visibles son así mismo de cualquier naturaleza implícita, subliminal y/o intangible.

 

A este respecto, pensemos por un momento que este escenario bélico es un gran casino global en que diferentes dirigentes se sientan a jugar al póker y en el que cada uno de los gobernantes se levanta cuando quiera de la mesa de juego. La mesa es el mundo, el crupier es el ojo que todo lo ve y el oído que todo lo escucha, sistemas que solamente poseen un par o tres de países y la mano invisible son las leyes con las que unos pocos gobiernan la economía del planeta. Naturalmente, las cartas están marcadas, somos los diferentes grupos sociales de los países existentes con los que se juega y apuesta a ganar y perder mientras determinadas multinacionales se enriquecen. El tiempo y el importe de las apuestas no importan y las barajas se desechan sin atender a orden o criterio alguno de las organizaciones pacifistas supranacionales, pues todo vale con tal de ganar en este gran casino en el que cada apuesta tiene su alcance y cada silencio también.