lunes, 19 de febrero de 2018

Demócrito de Abdera



En una conferencia en la que exponía las múltiples ventajas que el don de la ceguera aportaba al escritor, Jorge Luis Borges recordaba que “Demócrito de Abddera se arrancó los ojos en un jardín para que el espectáculo de la realidad exterior no lo distrajera”. En este contexto, si ese Demócrito que nos conduce al jardín; es decir, hacia el lugar en el que la mitología cristiana situaba el paraíso, resulta ser, o puede convertirse, en adalid de una utopía molesta para determinadas fuerzas políticas, debe ser porque el paraíso que ofrece es falso o porque el jardín en el que se encuentra, no es más que un obstáculo que impide el acceso al verdadero paraíso. Para los que quieren librarse del espectáculo de la realidad exterior, que el habitante del jardín privilegiadamente simboliza, el medio más radical y eficaz es la destrucción de la vía por la que el exterior quiere penetrar hacia el interior. Y para ello, nada mejor que arrancarle los ojos, una vez comprobado que Demócrito no piensa mutilarse. Así, una vez suprimida la puerta por la que pretendía entrar desde el mundo externo, las fuerzas políticas internas pueden dirigir su atención al auténtico paraíso sin que nadie les moleste. Demócrito de Abdera puede ya quedarse en su realidad exterior y hundirse en sus reflexiones, como Jorge Luis Borges, pudo entregarse a enlazar imágenes e ideas recogidas en palabras; pues, lo aciago e injusto que tiene es que ya da poco de sí. El tiempo juega en su contra. Y, a la vez, las imágenes y los sonidos, las formas y los colores que se ofrecen, una tras otra, el ciudadano, pasivamente las contempla y piensa con hastío en lo poco que para él ahora significan.
Publicado en La Mañana el 19.02.2018

En consecuencia, y mientras tanto, las fuerzas políticas internas, suprimido el astuto electo líder y sin que el espectáculo del jardín exterior les distraiga, pueden dedicarse por entero a desarrollar el fascinante proceso que transcurre en su paraíso interior. Un paraíso lleno de imágenes mentales y tan densamente cargado de sentidos que, por mucho que uno los recorra fascinado, nunca llega a aprehender más que una mínima parte de sus riquezas insondables.

Quizá la tragedia de Demócrito en su ceguera, haya sido creerse lo que expresa, y con ello desmentirse. Y, tal vez por eso, lo que probablemente va a conseguir a cambio, no es, desde luego, lo que buscaba. Sin saberlo…

lunes, 12 de febrero de 2018

Desahucio



La mañana del sábado, entrevistada por Javier del Pino, he escuchado en el programa A vivir que son dos días, de la cadena SER, la historia de una mujer desahuciada de su casa. Una historia tremenda y humana, en la que relataba unos hechos que, en según qué circunstancias, podrían ocurrirle a cualquiera de nosotros.

Se llama Mercedes, tiene 60 años, y desde hace unos días intenta sobrevivir como puede. Hace más de quince años que, junto con un hijo adolescente y un hermano dependiente, llevaba viviendo en una casa de alquiler. Con la crisis se quedó en el paro y al no lograr hacer frente al importe del citado alquiler de la vivienda, la han desahuciado.

Publicado en el diario La M añana de Lleida el 12.02.2018
Le explica a Javier del Pino que ha solicitado una vivienda pública en la Comunidad de Madrid; pero que, a pesar de que la tiene concedida, todavía no se la han adjudicado. Y mientras tanto, trata de subsistir, como puede, con los seiscientos y pocos euros que reúne entre lo que cobra del paro y una pequeña pensión por orfandad absoluta que cobra su hermano.

El drama del desahucio se produjo el pasado día 2 de febrero. Ese día, mientras su hijo se encontraba en el instituto, se topó con la cruda realidad: una Comisión Judicial se presentó en su domicilio con la orden de que abandonara su casa. El drama no había hecho más que empezar. Varios vehículos de la Policía Nacional habían cortado la calle, los vecinos se asomaban a los balcones presenciando la escena, su hermano discapacitado la miraba sin comprender nada de lo que pasaba. La Secretaria Judicial, sin ninguna empatía y casi con desprecio le exigió la entrega de las llaves del piso…

Tras buscar infructuosamente trabajo durante más de 3 años y no encontrarlo a causa de sus 59 años. Agotados los ahorros que tenía. Después de entrevistarse con la propietaria de la vivienda para pedirle, por favor, que le rebajara durante un tiempo el alquiler, porque no podía pagarlo. Y con los limitados ingresos que recibe. Tuvo que tomar una decisión; o bien abonaba las facturas de luz, de gas, de agua y el alquiler y no podían comer o, por el contrario, comían y no pagaban nada. Eligió la segunda opción No tuvo otra alternativa.

Allí, al cruzar por última vez el umbral de la que había sido su casa, la de su hijo y hermano, quedaron los libros, se convirtieron en humo los recuerdos, desapareció casi toda una vida, se esfumaron los sueños; pues…, ya no podía cargar con ellos.

Historias de vida rotas por la incomprensión humana, la intolerancia de la Ley, la indiferencia de la sociedad, la frialdad de las empresas y, sobre todo, la insensibilidad de la Administración.

Razón tenía Sopenhauer, cuando nos advirtió que “Aunque el mundo contiene muchas cosas decididamente malas, la peor de todas ellas es la sociedad”