domingo, 22 de octubre de 2017

¿Es la DUI la solución?




Un planeta en el que vivimos, un continente de donde salimos, una Europa que construimos, un Estado en el que coexistimos, una nación con la que soñamos, una patria por la que morimos, una bandera en la que nos envolvemos, una lengua con la que amamos, una cultura que sentimos, una localidad en la que nacimos, una familia que no elegimos, unas raíces que atan a la tierra, un yo con el que nos miramos el ombligo, un.... Esto es lo que somos, polvo de estrellas, y aquí estamos. Y nos pasamos la vida peleándonos con frases, discursos, soflamas y amenazas. Cimentando el día a día con una barricada de palabras. Todas ellas, como si fueran seres vivos que con sus aureolas, angustias, heridas y hematomas, nos conducen a la vida y/o a la nada.

Publicado en La Lañana el 21-10-2017
“Dos no riñen, si uno no quiere “y “No hay peor sordo que el que no quiere oír”, son dos viejos refranes de carácter popular recogidos en el  Seniloquium, esa colección manuscrita del último tercio del siglo XV, de carácter anónimo. El problema está en que hemos llegado a un punto en el cual ya no hay diferencia entre el presente, que es el pasado que acaba de cumplirse, y el futuro que es lo ocurrido que queda por cumplir. ¿Es la DUI la solución…? Yo no lo sé, pero sí tengo la impresión de que las palabras ya no sirven para nada y en el trasfondo se oye un ruido inmenso. Las postverdades y los sentimientos dominan el debate y con la posible aplicación del artículo 155 hace que estemos más cerca que ayer de la razón; pero…, aunque sea una paradoja, nos encontramos, a la vez, más lejos de la solución. Decía Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro”. Pues, eso…

Cuesta trabajo asimilar que esté produciéndose una ruptura, una sedición. Y por esa razón me estremecen tanto las medidas para evitarla, todas ellas legítimas y constitucionales, pero descriptivas de una emergencia nacional que trastorna nuestras comodidades y certezas. Por ello, espero y deseo que los responsables políticos del Gobierno y del Govern no sean tarúpidos y lleguen a un acuerdo, pues me turba e intimida asomarme al vacío.

sábado, 7 de octubre de 2017

Un supuesto, una pregunta




Decía Nietzsche, con la sutileza y cosmovisión con que lo hacía, que las cosas que tienen definición no tienen historia y viceversa. Es decir, a los hechos que tienen una determinada solución el tiempo no les afecta, porque las decisiones de los jueces van cambiando con las leyes que se promulgan e inversamente.
Así, por ejemplo, ante el conflicto generado entre los Poderes del Estado y Cataluña, imaginemos que se llegara al compromiso de una separación consensuada entre ambos adversarios, tal y como ocurrió en la antigua Checoslovaquia. Pues bien, si este hecho se produjera, resultaría que Cataluña podría continuar formando parte de la Unión Europea y, en consecuencia, mantendría el euro como moneda. Y todo se realizaría en absoluta armonía y con el mayor consenso.

Publicado en el diario La Mañana el 07-10-2017
Con la consumación de este supuesto, los ciudadanos catalanes nos sentiríamos felices y disfrutaríamos del ansiado anhelo de ser un Estado independiente, al haber asumido, mayoritariamente, el relato de que siendo soberanos viviremos mucho mejor.
Después, pasaría un tiempo en que el Parlament seguiría la hoja de ruta prevista para desarrollar la subsiguiente fase constituyente; o sea, consensuar el proceso fundacional de un nuevo Estado democrático que elabore una nueva Constitución según la voluntad y las necesidades de los ciudadanos. Dicho en otras palabras, las fuerzas políticas y autoridades, a los efectos oportunos, se dedicarían a organizar e implantar todo el entramado legal de la nueva República Catalana.

Luego, finalizado el proceso, al cabo de uno o varios años, como en cualquier otra república democrática, habría nuevas elecciones en Cataluña, y, sus habitantes, votaríamos en libertad a los diversos partidos políticos que se presentaran a las mismas. En este contexto, entra dentro de lo posible que los resultados electorales, favorecieran la formación de Gobierno de una determinada coalición que agrupase a lo que hoy son PDeCat, Esquerra y, quizás, la CUP y/o CSQP, o ambas. Y constituirían la oposición, C’s, PSC, PP y, tal vez, CSQP y/o la CUP, o las dos y, tal vez, algún otro nuevo partido político que se formase.

En consecuencia, llegados a este postulado, ¿qué ocurriría en el devenir, quehacer político y ejercicio de responsabilidad, en las diversas áreas, de la nueva República de Cataluña? Pues…, que las políticas económicas seguirían siendo dictadas por el Bundesbank, como ocurre actualmente en el conjunto de la zona euro. Y que aflorarían reformas laborales análogas a las que Macron, Merkel, Rajoy, Rutte y otros líderes europeos, realizan actualmente en sus respectivos países. Y que esas poderosas y riquísimas familias que vienen manejando en la trastienda, mayoritaria e ininterrumpidamente, las finanzas de Cataluña: los Roures, los Grifols los Carulla, los Pujol, los Godó, los Cercós, los Rodés y tantos otros de la derecha nacionalista, mientras ponen a buen recaudo sus enormes fortunas, seguirán beneficiándose con la secesión.

Por lo tanto, ¿qué cambiaría entonces para los trabajadores del comercio, de la hostelería y turismo, de la industria, de la construcción, de las textiles, de la alimentación, de la enseñanza, de la automoción, de la industria química, de la sanidad y servicios sociales y… demás obreros de los diversos sectores del mundo laboral…?

Es solamente una pregunta. Aquí la dejo, para que cada uno la traslade a su conciencia o se vaya con ella a las trincheras.