martes, 31 de marzo de 2020

Solidaridad



Creo que son los británicos los que dicen que ya que no se puede cambiar la realidad, cambiemos al menos las palabras con las que nos referimos a ella. Sin embargo, me parece que, en esta ocasión, no va a ser posible efectuar esa permuta; pues, hoy en día, no se trata de intereses financieros, ni de puestos de trabajo; se trata de vidas humanas. Y, en este sentido, la negativa del Gobierno alemán de Angela Merkel y el holandés de Mark Rutte que, apoyados por los de Austria y Finlandia, han rechazado, en la pasada cumbre europea del 26 de marzo, que se utilicen recursos comunitarios para aliviar y amortiguar las consecuencia de la pandemia del coronavirus en los países más afectados actualmente, como son Italia, España y Francia, es una clara muestra del más vergonzoso egoísmo que practican algunos países de la Unión Europea.

En este contexto, esos “avanzados” países que han prosperado y se han enriquecido a costa de la mano de obra de los del sur, han conseguido cuadrar el círculo de la más mezquina inmoralidad. Y no será fácil superarla. Seguramente, esos ejemplares ciudadanos de la U.E., ya no recuerdan los lejanos tiempos en los que colonos alemanes, flamencos y suizos, a partir de 1767, en un acto de generosa solidaridad, fueron traídos a España, durante el reinado de Carlos III, por el aventurero bávaro Johann Kaspar Thürriege, para colonizar Sierra Morena y parte de Andalucía, debido a que, en esa época, Centroeuropa se hallaba en una crisis, debida tanto a los conflictos internacionales como a malas cosechas, y sus habitantes se morían de hambre. Claro está que, muy probablemente, los actuales Gobiernos centroeuropeos anteriormente citados, desconocen lo que significa la palabra “Solidaridad”. Una palabra que se define como la adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles.

Solidaridad es lo que están haciendo con Italia, países tan denostados y reprobados por la U.E., como China, Rusia y Cuba, cuyo país transalpino está recibiendo toneladas de material sanitario y decenas de profesionales provenientes de dichos países. En este sentido, las declaraciones del doctor Ricardo Pérez Díaz, médico que guía el equipo de profesionales sanitarios cubanos en Lombardía (Italia), entrevistado por Javier del Pino en el programa A vivir que son dos días, de la Cadena SER, el pasado domingo 29, nos da una muestra clara de lo que significa la palabra, al decirnos: “Solidaridad no es repartir lo que nos sobra, sino compartir lo que se tiene”. Toda una lección para el ministro holandés de Finanzas Wopke Hoekstra que, conjuntamente con los de Alemania, Austria y Finlandia, se han negado a mutualizar los costes de la peor crisis sanitaria vivida en Europa, bloqueando cualquier paso hacia un acuerdo. Y, además, el citado ministro holandés, no solamente se ha cerrado y rechazado la colaboración, sino que ha llegado a exhortar, en las sesiones sostenidas con sus homólogos comunitarios por videoconferencia, que la Comisión Europea debería indagar por qué algunos países del sur europeo no disponen de cierto margen presupuestario para hacer frente a la crisis derivada de la pandemia del coronavirus, a pesar de que la zona euro lleva siete años de crecimiento ininterrumpido. Una declaración que ha sido respondida y calificada por el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, como “Re-pug-nan-te”.

Decía al principio, refiriéndome al dicho británico, que cuando no se puede cambiar la realidad, cambiemos al menos las palabras con las que nos referimos a ella. Y es que, visto lo visto, así actúan los Países Bajos, que van cambiando de nombres, pero insisten en mantener personas con el mismo perfil. Digo esto, porque si ya nos resultaba insoportable escuchar las declaraciones del señor Dijsselbloem, antiguo Ministro de Finanzas en el segundo gabinete de gobierno de Mark Rutte, no menos intolerables son las de su actual ministro de economía y hacienda.

No sé, si, con excepción de la sabiduría, los “dioses inmortales” han otorgado al ser humano  algo mejor que la solidaridad. Si es así, busquémosla pues; pero no como un fin, sino como un medio encaminado a lograr que nuestra Unión Europea cumpla la misión para la que fue constituida. Aunque, quizás no sea posible, ya que “no es lo peor que el hombre descienda del mono, como dijo Darwin, sino que está evolucionando directamente hacia el mono”, como afirmó Schopenhauer”.






domingo, 22 de marzo de 2020

Ejercicio de imaginación


Llevo desde el día 13 sin salir de casa. Cada día las noticias sobre la incidencia del coronavirus son más alarmantes. A mí, como a casi todo el mundo, me llegan decenas de WhatsApss con las teorías más insólitas sobre el origen y causas de esta terrible pandemia y, a la vez, las soluciones más peregrinas para atajar la enfermedad. En este sentido, los bulos han existido siempre y tanto en el pasado como en el presente, se han utilizado de igual manera con fines políticos, como económicos y/o de cualquier otra índole. El uso del bulo a través de la mentira ha buscado y busca unos objetivos meridianamente claros: conseguir algún beneficio, bien sea para alcanzar el poder, retenerlo y/o aumentarlo. Y tenía y tiene unos destinatarios definidos: los rivales, los enemigos y, sobre todo, el engaño al pueblo.

En fin, para pasar el tiempo de reclusión forzosa, hagamos un ejercicio de imaginación. Conciban y fantaseen con la idea de que Mariano Rajoy estuviera, en las actuales circunstancias, al frente de esta crisis. Parodiemos sus mensajes a la ciudadanía a través de casi una veintena de sus expresiones más reconocidas. Son solamente algunas de las que pronunció y que, muy a nuestro pesar y aunque nos duela, probablemente, varias podrán pasar a la historia como si fueran parte de la cultura popular. La historia juzgará su papel al frente del Gobierno, pero lo que es innegable es que le echaremos en falta como creador de célebres momentos de humor. Y es que, en ocasiones como ésta, es mejor reír que llorar.

Estas son:

-"¿El coronavirus piensa antes de actuar o actúa tras pensar?"

- " Haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que eso es posible para desactivar al coronavirus, y haré todo lo posible e incluso lo imposible si también lo imposible es posible para erradicarlo en el menor tiempo posible".

- "Hay que tener cuidado con los chuces, porque es muy importante que los chuches no se malgasten pues nos suben hasta el IVA de los chuches y eso afecta a todas las medidas que estamos tomando en la lucha contra el coronavirus".

- “Para luchar contra el coronavirus es necesario fabricar máquinas respiratorias y mascarillas que nos permitan seguir fabricando máquinas respiratorias y mascarillas, porque lo que no va a hacer nunca la máquina respiratoria y la mascarilla es fabricar máquinas respiratorias y mascarillas".

- "Un coronavirus es un coronavirus y un estado de alarma es un estado de alarma" Sí, claro.
¿Y la pandemia?"

- "Dije que bajaría los infectados y fallecidos por el coronavirus y los estoy subiendo".

- "Es que no es lo mismo que decrete el estado de alarma 15 días a que decrete el estado de alarma una quincena, no es lo mismo, dicho de otra forma, es muy distinto".

- "Todo lo que se refiere a mí y que figura allí sobre la pandemia que estamos sufriendo y sobre los compañeros de partido que figuran ahí como infectados, no es cierto, salvo alguna cosa que han publicado los medios".

- "No he dormido nada, no me pregunten demasiado sobre el coronavirus".

- "Porque después de la pandemia del año 2020 viene la pandemia del año 2021".

- "Una cosa es ser solidario con los aplausos masivos en toda España para reconocer el trabajo del personal sanitario y otra cosa es serlo a cambio de nada".

- "El coronavirus de Talavera no es cosa menor, dicho de otra forma, es cosa mayor".

- "Me gustan los catalanes porque hacen cosas contra el estado de alarma y la pandemia".

- "A veces lo mejor es no tomar decisiones sobre la pandemia, y eso en sí, es una decisión"

- "Los españoles afectados por el coronavirus  vencerán la enfermedad porque son muy españoles y mucho españoles".

- "Exportar el coronavirus es positivo porque vendes lo que produces".

- "It´s very difficult todo esto".

- "Fin de la cita"






lunes, 16 de marzo de 2020

Coronavirus, medidas económicas y políticos.


No os voy a ocultar que estoy harto de oír hablar continuamente del coronavirus. Desconozco si va a pasar como con la gripe española de 1918 que, por cierto, según los expertos, también tuvo su origen en China. Desconozco, si van a morir 3.000 ó 10.000.000 millones de personas y si entre los muertos estará el que suscribe. Lo que sí creo es que, una vez más, han ganado los de siempre. Digo esto porque, los gobiernos de todo el mundo, y los organismos económicos internacionales: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio y/o Bancos Regionales de Desarrollo, hasta ahora y no sé porqué van a cambiar de estrategia, solo se han preocupado del tema económico. Todos están preocupadísimos y se comunican mediante video conferencias para tomar medidas que permitan seguir creciendo económicamente. Y yo me pregunto ¿y la salud de los ciudadanos, alguien se ocupa de ellos? Durante estos pasados días hemos escuchado mañana, tarde y noche a los máximos responsables de los citados organismos decirnos que los datos macroeconómicos indicaban esto o lo otro y que los índices bursátiles estaban cayendo a datos históricos como no se conocían desde que ocurrieran las famosas crisis de “los tulipanes de Holanda de 1634”, “el martes negro de1929”, “la crisis petrolera de 1973”, “el lunes negro de 1987” o la pasada “crisis de 2008”; en las que el Dow Jones neoyorkino perdió un 64% de su valor y repentinamente 500.000 millones de dólares desaparecieron de los mercados en un abrir y cerrar de ojos, provocando el hundimiento de las principales bolsas del mundo: la de Hong Kong, un 45,8%; la australiana, un 41,8%; la inglesa, un 26,4% y la de Canadá un 22,5%. De todo ello, no cabe la menor duda, los amorales especuladores financieros sacarán provecho.
La Mañana 16.03.2020

En este contexto, y por lo que respecta a nuestro país, nos hemos tenido que conformar, con la diaria comparecencia del médico epidemiólogo, Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, diciéndonos que nos tranquilizáramos, que teníamos una de los mejores sistemas de salud del mundo. Sin embargo, desde mi punto de vista, la realidad era y es que se están tomando medidas para el mantenimiento y la continuidad del sistema económico, que no quieren que se caiga o colapse. Y para ello, están inyectando dinero en la economía y, sin embargo, nadie se ha preocupado de prever un aumento de la producción de mascarillas o de las máquinas que ayudan a muchos pacientes a respirar y que, considero, va a ser el problema más acuciante con que se van a encontrar los hospitales. Y para colmo, luego escuchamos a médicos de Italia decir “esto es como en la guerra, tenemos que elegir"; en otras palabra, cuando se afirma eso, se quiere decir que, por falta de medios, se tiene que elegir entre “quien muere y quien no”. Y, mientras tanto, nuestro Presiente de Gobierno acaba de anunciar, el pasado sábado, que decreta el estado de “Alarma Sanitaria” en todo el país, para contener al coronavirus.

En lo que a mí me concierne, voy a seguir escrupulosamente las instrucciones que las autoridades sanitarias me vayan indicando, ya que a mis 74 años entro en esa horquilla de la población de riesgo. Y también seguiré pensando, apesadumbrado, en que deplorable sociedad me ha tocado vivir. Atrás han quedado mis sueños de trabajar, aportando mi granito de arena, para conseguir una sociedad más justa, más sustentable, más perfecta y, casi al final de mi camino, me encuentro que los valores que siempre he defendido, los han pisoteado los mismos a los que yo les otorgué mi confianza. Y es que, como decía Nikita Jrushchov, “Los políticos son siempre lo mismo. Prometen construir un puente aunque no haya río”.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Los amigos de la agenda



Hace unos días, revisando una carpeta de esas en las que vamos guardando algunos documentos con la esperanza de examinarlos algún día, me apareció, entre ellos, una vieja agenda de bolsillo. Era una pequeña libreta de hace más de 50 años. La abrí con curiosidad y en sus páginas, comenzaron a emerger nombres con sus direcciones y teléfonos. De algunos, apenas recordaba nada, se habían convertido en humo en mi memoria. Otros, por el contrario, al volver la vista atrás, estaban muy presentes todavía en mi recuerdo. Eran esos amigos inolvidables que me habían acompañado, durante un tiempo, a lo largo de mi vida. Según leía sus nombres, aparecían en mi mente sus cuerpos y sus caras. Varios de ellos, estaban unidos a las risas de verano de mi infancia en diversas playas de África. Uno de los nombres me llevó hasta París y me hizo rememorar aquellos indelebles días que pasamos juntos en la capital francesa al finalizar el Preu. Con otros, me veía corriendo, ante la amenaza de los “grises”, tras alguna manifestación universitaria. Y varios resonaron en mi mente con tristeza. Sabía que habían muerto. El silencio largo y profundo que siguió a sus nombres llenó de lágrimas mi rostro al rememorar fiestas, placeres, desgracias, éxitos, fracasos y carcajadas. Sus números de teléfono ya nunca contestarían a mis llamadas.
La Mañana 11.03.2020

El enigma de la amistad no es muy distinto al del amor. Nunca alcanzaremos a reconocer ni descifrar por qué ocurre, pero lo distinguimos fácilmente cuando atraviesa nuestra puerta. Y, si bien la literatura ha pretendido explicarlo desde hace siglos, la ciencia, ha concluido que resulta imposible especular y reflexionar científicamente sobre la razón por la que, de todas las personas con las que concurrimos y nos cruzamos a lo largo de la vida, solamente nos hacemos amigos de unos pocos.
Creo que no es solamente una razón de semejanzas o un tema de simpatías, connivencias y aficiones compartidas. Son diversas señales, heterogéneas, que tienen más que ver con la complicidad y, posiblemente, con un evidente egoísmo bien entendido. Digo esto, porque, a mi modo de ver, tendemos a hacernos amigos de aquellas personas que dignifican y enriquecen nuestra vida. No se trata de una permuta o compensación; sino de una chispa que se origina sin que ninguno de los dos esté al corriente, ni descifre muy bien lo que está pasando. Sin embargo, el grupo de amigos que hacemos a lo largo de la vida, no es homogéneo. Hay amigos con los que conllevamos secretos de por vida. Amigos con los que compartimos ideas, amigos espléndidos y hospitalarios y amigos un poco cargantes, fastidiosos y molestos de los que nos cuestionamos por qué les continuamos viendo. Otros, son amigos que, sin motivos reales, un buen día les dejamos de ver. De todos ellos, solamente unos contados amigos, son los que nos modifican, perfeccionan y transfiguran la existencia.

Los de este último grupo, reducido y escogido, cuando desaparecen y se esfuman escapándose a algún lugar remoto o al evanescentemente y significativo ente de la nada en el que reposa el ser eternamente, nuestra vida pasa a ser muy distinta; pues, esos amigos, la cambiaron cuando llegaron a ella y la continúan trasformando, incluso, cuando ya no están. Esos son los amigos íntimos que, de ningún modo, jamás olvidaremos y a los que nunca les confesamos suficientemente hasta qué punto les debíamos una vida mejor. Aunque, quizá, entre amigos, no es necesario que se digan esas cosas para que se entiendan; pues ellos son esa parte de la raza humana con los que sobran las palabras. A estos íntimos amigos, me niego a suprimirlos de la agenda, porque sería como si tornaran a morir.
Ya nos lo dejó dicho el escasamente conocido filósofo, poeta y novelista español en lengua inglesa Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana: “Amigos. Nadie más. El resto es selva.”