lunes, 28 de enero de 2019

Medios, posverdad, paradoja y vergüenza


Llevo muchos años leyendo diariamente la prensa aferrado al papel Después de leer los artículos de cabecera, lo único que puedo añadir es que, a pesar de que cada uno de ellos expone aspectos distintos, conforman un todo. Y ese conjunto bloque es su línea editorial, con la que no siempre estoy de acuerdo; pues las noticias, crónicas reportajes, comentarios me interpelan y obligan a hacer una reflexión sobre mi posición individual ante las situaciones que los autores proponen. Y, en ocasiones, no es coincidente con mi apreciación.

Frecuentemente, los medios me hablan, y nos hablan, sobre la necesidad actual de configurar unas leyes y unas sociedades más equilibradas, por ser más permeables a la novedad y porque nos permitirían buscar el equilibrio necesario para que nada se descomponga. Ya que es evidente que hay determinados grupos sociales que han logrado imponer sus ideas y presentarlas como algo nuevo, cuando, en realidad, nos hacen retroceder a posiciones que ya creíamos superadas.
La Mañana 28.01.2019

En este contexto, me llama la atención que en una época, como la que estamos viviendo en este y otros países, en la que, globalmente, la gente está mejor formada que nunca y que se le supone poseedora de suficientes herramientas intelectuales como para poder hacer un análisis certero sobre los intereses de los grupos dominantes, estén cayendo en la trampa de creer todas las “ocurrencias” de cualquier vendedor de sueños, aunque sean manifiestas mentiras. Y, además, aceptar como verdades irrefutables, una distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Me refiero a lo que nos ofrecen todos esos demagogos, maestros de la posverdad.

Y en este ambiente de enredo, se hace intensamente tenaz la máxima de que todas las opiniones son valiosas. Es una afirmación de la que discrepo; pues, a mi entender, todas las opiniones son opiniones, pero no siempre valiosas. Serían valiosas si de su análisis sacásemos conclusiones provechosas, en el sentido de ser beneficiosas para la sociedad. Desde mi punto de vista, en ocasiones, somos tan simples que después de tantos años y tanta historia, seguimos buscando mesías y continuamos sin escuchar a los que proponen soluciones más sensatas. En este sentido, quizá, sería conveniente ver y valorar qué es lo que hemos aprendido. En el campo político me temo que poco o nada y en el económico me pregunto si los Estados, han tenido alguna vez, y tienen hoy en día, capacidad suficiente para imponerse al gran capital. Pues conocido es que aquellos que provocaron el horror, sobresalto y angustia de la última crisis mundial, la gran recesión económica que comenzó en el año 2008 y que fue originada en los Estados Unidos, están en la calle.

Estoy preocupado, seguramente porque viendo lo que sucede a mí alrededor, atisbo la llegada de una sociedad en la que no me reconozco y esa presunta sospecha me provoca desazón. La inseguridad, la pobreza, el miedo y la desigualdad crecen de forma exponencial en nuestro mundo. Cuando uno lee, oye y ve en los medios que Jeff Bezos, el dueño de Amazon, tiene una fortuna valorada en 90.284 millones de euros, que Amancio Ortega, propietario de Inditex, posee un Patrimonio neto de 62.700 millones de Euros, por citar dos ejemplos de riqueza, y que en Valencia una señora de 66 años, desahuciada y con un hijo discapacitado, se ha tenido que ir a vivir a un trastero de 5 metros cuadrados, me pregunto: ¿qué se puede hacer ante esta inmensa paradoja? ¿Tirarnos a la calle como los chalecos amarillos en Francia? Y lo más triste, ante semejante y brutal desproporción, es intuir y percatarse de que, al final, el sistema absorberá la revuelta, como absorbió el mayo del 68 y ha absorbido el 15M. Y es que con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no saber cómo se hacen. Así que, mientras tanto, ante tan inhumana y cruel incongruencia de una sociedad en la que cabalgan juntas la más ignominiosa riqueza imaginada y la mayor desesperanzada miseria, me preparo para que, si llega el momento de hacerse realidad semejante absurdo contrasentido, no me vea corriendo detrás de la seguridad y la supuesta verdad.

Decía Confucio que, “En un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza”. Y esto es lo que ocurre en nuestro mundo, que, hoy por hoy, en nuestros días, no hay vergüenza.


jueves, 17 de enero de 2019

La culpa es de los algoritmos





El País 17.01.2019

El año comienza con negros nubarrones. Lo simultáneo nos invade y cada día nuestra mente se dispersa más; quizá por eso viene siendo más difícil encontrar, en cualquier campo, a alguien que haga bien su trabajo. No obstante, a pesar de los mediocres políticos que invaden los Gobiernos de más de medio mundo, las democracias, al ser prudentes instrumentos en sus formas, evitan que la frustración e indignación produzcan fracturas irrecuperables en la sociedad. O tal vez, ante tanta sinrazón, sea que el pensamiento racional y crítico retrocede. Y, si esto es así, ¿qué tiene de extraño que terminemos siendo gobernados por populistas, neuróticos, indecentes, retrógrados y/o despóticos políticos? O, posiblemente, a lo mejor, tiene razón lo que nos dice Yuval Noah Harari y la culpa es de los algoritmos y nuestros pirateados cerebros que les votan.

lunes, 14 de enero de 2019

Desasosiego



El año comienza con negros nubarrones. La guerra comercial entre USA y China, las dos grandes potencias económicas mundiales, a pesar de la débil tregua anunciada, no cesa y sus efectos negativos inquietan; pues afectan al crecimiento en el resto del planeta. El gigante del comercio minorista estadounidense Sears se derrumba a causa del boom del comercio electrónico. El Brexit, que no ha cesado de causar desavenencias e inquietudes desde su primer minuto de vida, aborda dentro de pocos días su votación definitiva y en el supuesto de que el Parlamento rechace el acuerdo, el Reino Unido quedará preso en su atolladero y entrará en tierra hostil, un desconocido territorio. El Gobierno Central, busca afanosamente hacer viable su propuesta de aprobación de los Presupuestos Generales del Estado 2019. Y para ello, tal y como decía Cervantes en boca de don Quijote, "Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras", así negocia Pedro Sánchez con el frágil y heterogéneo apoyo parlamentario con el que llegó a la presidencia del Gobierno. La extrema derecha polariza la vida política en Andalucía y tras el acuerdo alcanzado coloca a VOX en el centro del tablero, pero a la derecha política parece no importarle. En Cataluña, la crispación e intolerancia que se avecina en esta próxima primavera, a causa del macro juicio a los líderes del Procés, generará días de mucha incertidumbre popular; sobre todo si, como se prevé, la sentencia confirma que el sueño de muchos ciudadanos nada tiene que ver con la tangible realidad. 
La Mañana 13.01.2018

Hay mucho miedo latente que viene de la inseguridad provocada por las percepciones y emociones subjetivas de la ciudadanía y las palabras no curan. Y es que lo simultáneo, a través de los múltiples medios de comunicación social, nos invade y cada día nuestra mente se dispersa más. Y las redes sociales, como si fueran un elemento compulsivo, suscitan desconfianza y ansiedad; pues limitan la reflexión con su capacidad de modelar, tanto el mensaje como al mensajero y causan crispación entre los ciudadanos.


Por otra parte, las democracias, casi la única forma de Estado verdaderamente humana que proporciona la libertad, la igualdad, la fraternidad..., se tambalean en más de medio mundo. Quizás, porque cada vez viene siendo más difícil encontrar políticos que hagan bien su trabajo. No obstante, a pesar de los mediocres y hasta nefastos dirigentes que invaden los gobiernos occidentales, las democracias, al ser en sus formas prudentes instrumentos de representación de los valores de la comunidad humana, evitan, de momento, que la frustración e indignación de los ciudadanos en sus respectivas naciones y estados, produzcan fracturas irrecuperables en la sociedad, como las ocurridas no hace muchos años.

En todo caso, tal vez no sea el sistema político democrático liberal quién esté evitando la cólera del pueblo; sino que, la escasa respuesta ciudadana ante tanta sinrazón de los dirigentes nacionales, europeos y mundiales, probablemente sea que el pensamiento racional y crítico, en esta convulsa época en la que vivimos, retrocede en nuestra especie. Y, si esto es así, ¿qué tiene de extraño que terminemos siendo gobernados por populistas, neuróticos, indecentes, retrógrados y/o despóticos políticos? O, a lo mejor, tiene razón Yuval Noah Harari en su inquietante artículo Los cerebros ‘hackeados’ votan, publicado en el diario El País el pasado domingo 6 de enero, y son los poderosísimos gigantes tecnológicos los que les eligen con sus algoritmos y nuestros pirateados cerebros navegando por sus redes.

Hay cosas que extrañan y otras que se extrañan. Posiblemente porque la mayor característica de la vida actual no son solamente la inseguridad y la pobreza, sino el miedo y el desasosiego que siempre está dispuesto a que veamos las cosas peor de lo que son…