domingo, 21 de junio de 2020

La individualización de la sociedad.



 A causa de la pandemia, un muro invisible se ha levantado entre las personas y profundiza la individualización. Y los efectos sobre las “categorías del conocimiento” serán inmensos. Para darnos cuenta del cambio, es suficiente un simple ejemplo: contemplar como la educación superior que funcionaba con un modelo de presencia del alumno, a causa del distanciamiento físico, ha quedado obsoleto. ¿Era necesario el virus como pretexto?

Por otra parte, si fijamos nuestra mirada en el aspecto laboral, contemplamos que los asalariados siguen estando confinados y el confinamiento ha traído nuevas técnicas del desarrollo de teletrabajo con una dependencia cada vez más fuerte del ordenador y un acercamiento, por tanto, a la individualización de la sociedad. A mi parecer, creo que ésta, aunque no me guste, es una tendencia imparable. Un proceso que ha acelerado, evidentemente, la pandemia y que, desde mi punto de vista, no tiene ninguna relación con las vaguedades y dudas del Gobierno central a la hora de planificar la desescalada para que la sociedad sepa lo que hay que hacer y lo que no se puede ni debe efectuar.

Y en el mundo sanitario, la única realidad que se percibe, a no muy largo plazo, es que el concepto de la relación médico-enfermo y de la propia medicina, va a cambiar radicalmente. Se va a potenciar la atención telefónica, primero vía atención primaria y enfermería, según que casos. Y se potenciará la telemedicina; o sea, las consultas telemáticas. Quedando la consulta presencial reducida a los casos en que los médicos necesiten explorar al paciente. Y este hecho, traerá problemas, porque los médicos jóvenes saben mucho de informática, pero creo que están a años luz de saber explorar a los pacientes como se hacía antiguamente. En este sentido, recuerdo unas “sabias” palabras del médico de familia que un día, hablando en casa de este tema, le dijo a mi padre: “cuando yo pido una prueba o pruebas a un paciente es para corroborar el diagnóstico que he hecho previamente y no lo contrario, llegar al diagnóstico después de haber pedido pruebas por descarte; pues actuando de éste último modo, cualquiera puede ser médico.”

Evidentemente, la forma de vida anterior es irrecuperable. Lo que no sé es el alcance de la capacidad de comprensión y/o sufrimiento, por parte de la sociedad, para afrontar esta nueva etapa. Soy pesimista, pues la clave está en la calidad y modelo de democracia que se nos avecina. No hay un bosque incierto sino varios que atravesar. Hoy en día, creo que nuestra democracia ha quedado a la intemperie y sus vergüenzas al aire; pero no solamente en nuestro país, sino en todo el mundo occidental. Se intuía. Se sabía de la baja calidad democrática de estas últimas décadas y del modelo imperfecto que se mantenía con la acrobacia y equilibrismos de un titiritero. Y es que este bosque es demasiado intrincado y veremos cómo lo atravesamos, si es que podemos. Pues, tenemos enfrente y estamos en el umbral de unos enormes desafíos para una sociedad infantilizada y más manipulada en sus emociones que nunca. La individualización es un carácter que ha impregnado todas las cosas de nuestra vida, convirtiendo la democracia en una creencia patética; es decir, en la sabiduría colectiva de la ignorancia individual.

Leí hace unos meses El hombre que amaba a los perros, de Leopoldo Padura. Es durísimo y me refrescó la memoria de muchas cosas de las que algo había leído y de alguna terrible escena que presencié en mi niñez. De lo que no cabe la menor duda es de que la "vieja vida” de relaciones despreocupadas entre las personas, está destinada a desaparecer. ¡Lástima…!

El aspecto más triste del individualismo de la vida actual es que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que nuestra sociedad neoliberal en sabiduría. Y es que, dicha sociedad, amparada y animada por el capitalismo internacional, no acaba de comprender que no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando, a causa de esta pandemia, una gran parte de sus miembros, casi de la noche a la mañana, se convierten en pobres y desdichados.

Como nos dejó dicho el académico francés Nicolas de Chamfort en el siglo XVIII, en su obra Elogio de lo ético, “La sociedad sería una cosa hermosa si se interesaran los unos por los otros. Ya que sin un desarrollo humano más igualitario entre Norte y Sur estamos abocados a una catástrofe sin precedentes a nivel global”. Camino vamos de ello…, y el individualismo de la sociedad es el comienzo.

miércoles, 3 de junio de 2020

Educación y enseñanza o viceversa.



El triste y penoso choque entre Cayetana Álvarez de Toledo y Pablo Iglesias en el Pleno del pasado día 27 en el Congreso y el posterior, protagonizado por el propio Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno, y el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, en la Comisión de Reconstrucción en el Congreso de los Diputados, del día 28, ha originado un aluvión de reacciones. Y es que el hecho de que tres políticos brillantes intelectualmente, como son los citados, empleen sus energías para insultarse en el santuario de la democracia, creo que demuestra que la sociedad de este país y los políticos, que son sus genuinos representantes, tiene, entre otros, un grave problema que se llama “Educación”.

Está claro que la educación es el resultado de un proceso que comienza en la cuna, en la familia, se continúa en los centros educativos y termina en la escuela de la vida. En este sentido y desde mi punto de vista, el principal problema en la actualidad es que en todos y cada uno de los eslabones de este encadenamiento, se introducen en la mente de los niños, de los adolescentes y los adultos, una serie de grumos pringosos ideológicos que les privan de la facilidad de pensar a través de la fluidez de las neuronas, aniquilando y corrompiendo el entendimiento y contaminando desvergonzadamente la parte cognitiva del ser humano, cuya consecuencia es la pérdida de la libertad de pensar y del sentido crítico. Esta contaminación del pensamiento, constituye, a mi modo de ver, el principal escollo que tiene la educación.


Para poderlo aprender y comprender, se me hace necesario emplear de nuevo la genealogía, es decir, buscar ¿de dónde viene, qué es lo que lo produce? El tema es de difícil disquisición, pues desde su origen, la educación esta atenazada entre dos antítesis: el pasado y el futuro o a la inversa.
La Mañana 03.06.2020
Me explico, la educación no está al servicio de los niños, como se dice casi siempre, sino al servicio del tipo de adultos que quieran y deban devenir en la previsión del futuro. Es por ello, que creo que nos equivocamos si consideramos que la educación debe inventar el futuro, ¿con qué derecho los padres y pedagogos, que están a cargo de la educación, pueden escoger el futuro de los niños en lugar de ellos mismos?

Estoy convencido de que la verdadera función de la escuela no es inventar el futuro, sino transmitir el pasado para aprender de él. Esto ya lo había visto Hannah Arendt en su artículo La crisis en la cultura: El conservadurismo, tomado en el sentido de transmisión, es la esencia de la educación... Es precisamente para preservar lo que es nuevo y revolucionario en cada niño, que la educación debe ser conservadora “. También lo había visto así el filósofo Alain Renaut en Propósitos sobre la educación: “La enseñanza solo debe ser absolutamente retardataria. No retrógrada, todo lo contrario. Es para caminar en la buena dirección, que se da un paso atrás; porque, si no te colocas en el momento pasado, ¿cómo sobrepasarlo? “. El progreso supone la transmisión. Y es que del pasado, no se debe hacer tabula rasa.

Sin embargo, en materia de educación, se ha hecho diametralmente lo opuesto. Ya que sobre el efecto de una presión cada vez más fuerte, provocada por la mundialización y globalización liberal conservadora, durante el siglo XX, se han destrozado la gran mayoría de las transmisiones generacionales, como las herencias culturales y patrimonios de valores. Obviamente, este es un fenómeno tan sorprendente como inquietante, que conlleva infinitas consecuencias, especialmente en el nivel pedagógico. Así como se han demolido las reglas tradicionales del arte; o sea del cine, música, literatura, etc., el siglo XX ha sido el siglo de la deconstrucción de los valores tradicionales, incluso en el sistema escolar. Y, en su lugar, se ha implantado en las mentes, una especie de esquizofrenia colectiva. Por un lado, se ha instaurado una emancipación de los individuos que arrancan los grilletes tradicionales y son más libres y, por otro, sus resultados son catastróficos; pues lo malo es que esa libertad, a menudo, va acompañada de una falta de preocupación, de respeto del y por el otro y de un sin número de incivilidades, mandando al vacío todo proyecto colectivo.

Para no extender al infinito este tema, dejaré de lado otros males, como son el analfabetismo social, la masificación, el habitual bajo nivel intelectual y formativo de los profesores, salvo excepciones, los nefastos métodos educativos, la autodestrucción del saber, sus desilusiones, la deplorable TV y sus incidencias, etc.… Me limitaré pues, a dos interrogantes significativos de la contradicción cultural en el universo de la globalización tecnológica, política, social y cultural que han impuesto los poderosos oligarcas del capitalismo liberal conservador internacional a escala mundial: ¿queremos un mundo de niños bien educados inteligentes y cultos? o ¿queremos fabricar una población de niños que se limiten a consumir, para que las empresas vendan lo que tienen a la venta? Esta es la disyuntiva que ya se planteaba Rousseau en su Emile o la Educación  ¿qué es mejor hacer?: “quant, au lieu d’élever un homme pour lui-même, ¿on veut l’élever pour les autres?

En este contexto, considero que hay que hacer distingos entre enseñanza y educación. Ya que, para una gran mayoría de familias, hoy en día, por desidia, por falta de tiempo, por desuso o porque lo consideran insignificante, descargan sus deberes de educación, sobre los profesores.
La “enseñanza”, en su esencialidad, está constituida por profesores, alumnos, un lugar público y un establecimiento escolar. Y la “educación “, con todo lo que conlleva, es o debería ser, más bien un asunto de los padres, que debe estar dirigido no hacia los estudiantes, sino hacia los hijos, en un marco privado, que constituye la familia. Ello, no impide, evidentemente, que los padres puedan enseñar y los profesores educar, pero estas tareas no se confunden, y por lo general de los profesores depende la enseñanza y de los padres la educación.

Aunque este hecho, es evidente y, por supuesto, es sabido. Hago este comentario y encima insisto, porque me parece imperativo hacer hincapié en él. Pues, muy a menudo, las familias confunden ambos términos y depositan sus responsabilidades de educación sobre los docentes. Y esto tiene consecuencias catastróficas en la enseñanza, pues la cruda verdad demuestra que, si los alumnos no están relativamente educados, si no tienen adquiridos principios de civismo mínimos, cuando entran en la escuela, la instrucción resulta prácticamente imposible. Y es que, en consecuencia, tenemos una tenaza con sus dos mordazas, una que impide la transmisión de los valores y sus herencias de la enseñanza por un lado y, por el otro, la mordaza generacional que se despreocupa de una educación en valores desde el marco de la familia. Creo que son las causas principales del desastre social que en muchos sentidos tenemos actualmente y que desembocan en un sin número de anomalías que, así mismo, son susceptibles de dar respuesta a toda la serie de interrogantes que algunos nos hacemos cuando vemos determinadas imágenes por televisión o leemos y vemos determinados hechos que ocurren al lado mismo de nuestra propia casa e incluso en el propio Parlamento de la nación.