miércoles, 22 de abril de 2020

Solo basta darle tiempo al tiempo.



En estos días en los que el Covid19 se ha instalado en nuestros hogares a todas horas, el conjunto de los medios de comunicación se hacen eco anunciando la tan temida recesión económica que acontecerá tras la pandemia. El Fondo Monetario Internacional augura para España una caída aproximada al 8% o más del Producto Interior Bruto y un paro, como mínimo, del 20%; así como el decrecimiento generalizado de la actividad económica que traerá, como consecuencia, múltiples desastres en el paisaje bursátil.
De tal forma que ahora, cuando la bruma económica agobia e intimida, entre tanto cambio y duda se nos extravió lo único que nos quedaba pendiente por vivir: el futuro. Y es que el coronavirus nos ha traído al presente que los humanos de nuestra avanzada y tecnológica sociedad, somos unos ilustres ignorantes, desorientados e inexpertos ciudadanos que vamos caminando, todo lo deprisa que podemos, hacia la búsqueda de un “bálsamo de Fierabrás” que pueda protegernos contra unos microscópicos microorganismos casi completamente desconocidos. Y así, la urgencia de encontrar una solución en el presente inmediato desvanece el pasado; ya que, de momento, lo que pueda venir es una incógnita potenciada por la ignorancia.

Según parece y nos dicen los expertos, se nos avecina una debacle económica sin precedentes. No obstante, siendo tan importante nuestra economía y el consecuente bienestar familiar, ¿por qué no se habla o se hace en voz baja, de la continua recesión interna que sufrimos en todos los aspectos afectivo-emocionales a causa de la pandemia? En este contexto, analicemos un poco el paisaje humano que actualmente tenemos: los ancianos están siendo los principales perjudicados por la virulenta y rápida expansión del coronavirus, superando el 40% de los enfermos que han fallecido, y los que van quedando cada vez permanecen y aguantan más solos, masticando las horas que les quedan delante de programas-basura mientras anhelan una mano que les acaricie los recuerdos. Por su parte, los niños, aunque sea el tramo de población menos vulnerable a los efectos de la pandemia, desde que comenzó en España el decreto del estado de alarma el 14 de marzo, permanecen encerrados en sus casas. Y durante este tiempo, esos 8,3 millones de menores de edad, han aprendido más del coronavirus COVID19, de los virus SARS, de síndromes respiratorios graves, de síntomas y neumonías, gracias a las exhaustivas informaciones oficiales que un día sí y otro también, vienen ofreciendo el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, y los profesionales sanitarios. Y no solamente se instruyen con los virus patógenos; sino que, a su vez, asimilan nuevos conocimientos sobre tecnologías cibernéticas, dietas y hasta las calorías que contiene un simple yogur y, en cambio, practican menos la lectura de cuentos infantiles y juegos sencillos. Así pues, me pregunto sin obtener respuesta: ¿Cuándo se incorporará al Gobierno un ministerio que proteja, además del PIB, el BIN; es decir, el Bienestar Interior Neto?

Digo esto, porque creo que, esencialmente, los humanos somos seres porosos. Seres en cuyo interior, acumulamos inmensos almacenes de sensibilidad en permanente trasiego de vivencias. Consciente o inconscientemente, nuestra porosidad hace que no paremos de absorber lo que creemos nos falta y de exhalar lo que sentimos nos sobra. Nuestra relación con todos los demás es un permanente ejercicio de vasos comunicantes, que guarda armonía, cuando hay equilibrio, entre lo que se expira y lo que se inspira, entre lo que se da y lo que se recibe y, por el contrario, se rompe cuando el desequilibrio es desproporcionado o, simplemente, no existe, como ocurre en estos días de obligado confinamiento.

Y mientras tanto, los políticos de los dos grandes partidos de la oposición, en lugar de apoyar y ayudar al Gobierno en estos adversos, aciagos, amargos y hasta apocalípticos días, como hacen los portugueses, dedican sus energías en desprestigiar, a babor y estribor, cualquier iniciativa, cualquier medida, cualquier propuesta que toma el Ejecutivo del Gobierno Central. Y esos partidos que antes eran solamente uno, son los mismos que se enrocaron, no hace muchos años, en el eje del mal del repulsivo Bush y nos ocultaron que tras las armas de destrucción masiva solamente había el más miserable egoísmo. Una ruindad que permanece más anclada que nunca en su pasado. ¿Es tan difícil en estas especiales circunstancias, focalizar su trabajo como oposición en ayudar a vencer a la pandemia y, posteriormente, coadyuvar para conseguir el bienestar de cada ciudadano español, asegurando unos niveles dignos de alimentación, sanidad, formación y una incuestionable ética y justicia social? Deberían de entender, sin retrógradas fajas cerebrales ni tanta mezquindad encorsetada, que eso es lo que actualmente, la mayoría de los ciudadanos, esperan de la oposición.
Todo lo demás es caminar hacia unos tiempos de solventes inquietudes; es decir, hacia un futuro sin futuro. Solo basta darle tiempo al tiempo.


martes, 14 de abril de 2020

Delenda est Constitutio



El título de este escrito parece tremendista y posiblemente lo es. Pero no por ello está menos justificado y eso es justamente lo que voy a intentar hacer: justificarlo. Empezaré por hacer observar que su forma recuerda el del famoso artículo “Delenda est monarchia” de Ortega y Gasset publicado poco antes de ser proclamada la segunda República Española, forma que, a su vez, recordaba la expresión de Catón el Viejo “Delenda est Cartago”. Naturalmente, es un hecho que he buscado deliberadamente,  porque, dada la dramática encrucijada histórica en que se encuentra nuestro Estado, algo, y no sólo la Constitución, sino quizá la Monarquía, debe ser modificado o dado por acabado si queremos que nuestro país en cuanto tal, con todos sus ciudadanos, salga dignamente del pozo de corrupción, desvergüenza y deshonestidad en que lo ha convertido el régimen que, a la muerte del dictador Franco, instituyó la constitución de 1.978.

En este marco, voy a intentar hacer la crítica de la Institución Monárquica, recogida en el Título II “De la Corona”, a partir de las múltiples cosas que de ella se han dicho y aún se dicen. Y para ello, arrancaré y me centraré en el principio: el problema de su legitimidad democrática. El hecho de que Juan Carlos I fuera designado Jefe del Estado español por el Generalísimo Franco y que de forma inmediata al fallecimiento del Dictador, se constituyera en Juan Carlos I de Borbón y Borbón en su cargo de Rey, como si se tratara de entrar en posesión de su herencia, dice mucho sobre su legitimidad. Y que, juntamente al hecho anterior, fueran las Cortes franquistas quienes lo aprobaran, parecen pecados originales que fueron lavados por el agua del “Jordán del referéndum de 6 de diciembre de 1.978”. Esta votación fue presentada por la prensa, por los tertulianos de la época, por los partidos políticos preponderantes, por la tele, por la radio, en fin, por toda la cohorte mediática, como la legitimación democrática indiscutible de la monarquía en España. Y creo que no es así.

A este respecto, no es la primera vez, ni será la última, que alguien intente refrescarnos el pasado, patrimonio exclusivo de los hombres, con la mirada fresca del presente. La fabulosa capacidad de los humanos para convertir al tiempo en losa o entelequia, nos mete, a través de esos acontecimientos anteriormente citados, directamente o de rondón a recordar al pretérito y mostrarlo tal y como se sabe que ocurrieron los hechos. Por aquellos motivos, en este día de hoy, aniversario de la proclamación de la Segunda República Española, convendría que nuestros políticos no olvidaran que aquella fiesta popular revolucionaria, iniciada en Eibar, generó un sentimiento tan amplio en la sociedad que fue capaz de arraigar de forma incontenible por los cafés, las salas de conferencias, universidades, las calles y, sobre todo, en las conciencias y en los corazones de un pueblo tan amplio, como difuso y emotivo, que aspiraba a disfrutar de la paz más absoluta y de un trabajo seguro con el que ganarse el pan. Y todo ello, sin que la población estuviera estructurada por medio de los partidos políticos de la época.

En este contexto, muy probablemente a causa de esta terrible pandemia que padecemos por culpa del COVID 19 y el consecuente Estado de Alarma, hoy 14 de abril de 2.020, no tendrá lugar en Madrid la tradicional manifestación de conmemoración del advenimiento de la II República en 1.931, al tiempo que una demanda de la III. En el momento en que escribo esto, no sé si se dará la noticia de la posible supresión de la tradicional y multitudinaria manifestación de las demandas populares de años anteriores. En todo caso, lo que sí creo que ocurrirá es que la televisión pública, como siempre ha hecho, se dará maña para minimizar la importancia del evento rarificando en lo posible las imágenes de años precedentes. Sea como sea, lo cierto es que últimamente se han multiplicado tanto los errores políticos y de todo tipo, cometidos por el Rey Emérito y por quienes encarnan hoy la institución monárquica, que bien puede decirse que la monarquía española está haciendo mucho a favor de la III República, ya que la popularidad del monarca Felipe VI y sus familiares está cayendo en picado en una gran parte de las tierras de España y, sobre todo, en Cataluña.

Finalizo, imitando al televisivo periodista Ernesto Sáenz de Buruaga cuando se nos despedía diciendo “Así son las cosas y así se las hemos contado”. No obstante, como es sabido, cuando se cuenta la historia nunca se alcanza la verdad total y, jamás, lo que se narra, está totalmente alejado de ella, pues los hechos no dejan de existir aunque se los ignore.


miércoles, 8 de abril de 2020

Una zafia oposición



Se dice que estamos en guerra contra el infeccioso virus COVID 19 y que esta guerra la vamos a ganar; pero, para ganarla, es necesario decir a los ciudadanos la verdad. En este contexto, el coronavirus está permitiendo, entre otras cosas, descubrir la auténtica identidad de algunos partidos políticos. Y es que existe una tentación extremadamente sutil y peligrosa, equivocar el derecho a ejercer oposición al Gobierno con sacar provecho político de una pandemia que nos afecta a todos; es como confundir la salud con la ausencia de enfermedad o la libertad con el hecho de no estar preso. Y así, de la misma manera que la expresión “coexistencia pacífica” significa ausencia de guerra, pero no verdadera paz; la terminología que usan el PP y VOX, para hacer oposición al Ejecutivo Central, es altamente engañosa y, a la vez, desconcierta y perturba a los ciudadanos.

Es cierto que el Gobierno central ha cometido errores al comienzo de la gestión de esta crisis y que ha actuado con verdadera "unilateralidad, sin contar con la oposición, ni con los agentes sociales y económicos, a la hora de la toma de decisiones trascendentes para la ciudadanía. No obstante, estos hechos de no compartir las disposiciones, medidas y decretos más importantes que ha adoptado el Ejecutivo, no justifica, de ninguna manera, ni se comprende que, con más de 13.000 fallecidos a día de hoy, los dos partidos políticos que conforman la oposición mayoritaria y los medios de comunicación que actúan de corifeos, se dediquen a sembrar odio, a través de la mentira y la manipulación. En este aspecto, desde mi punto de vista, lo que están haciendo en estos días ambos partidos y algunos medios, es profundamente ruin, miserable e inhumano. Ya que es indecente y escandaloso intentar sacar provecho del dolor y de la muerte, presentándose ante la ciudadanía como los “Partidos” más preparados para sacarnos de esta triste y sobrevenida situación, como si ellos fueran experimentados especialistas en epidemiología y grandes entendidos en la gestión de crisis semejantes.

Dicen que hay tres clases de mentiras: La mentira, la maldita mentira y las estadísticas. Y los dirigentes del PP y de VOX, conjuntamente con los regentes de algunos medios de comunicación que actúan como ferrocarriles de la mentira y hacen de caja de resonancia de la falsedad, del embuste y la calumnia, son competentes y hábiles en las tres. Solamente así se comprende que, ahora, se rasguen las vestiduras y critiquen ferozmente la falta de previsión del Gobierno y la ausencia de recursos hospitalarios, cuando, hasta hace escasas fechas, han estado privatizando la Sanidad Pública en el tiempo en que detentaban el poder en el Gobierno Central y en una gran cantidad de Comunidades Autónomas. Y es que hay determinados partidos políticos cuya conducta es una falacia continua. Y ahí están las hemerotecas para demostrarlo.

Ningún gobierno del mundo, empezando por China, siguiendo por Corea del Sur, pasando por Irán y terminando por EE.UU, sospechaba el alcance, ni la dimensión e importancia que iba a alcanzar la pandemia. Y tanto esto es así, que no lo percibía ni la OMS (Organización Mundial de la Salud) y por ello, no se tomaron ningún tipo de medidas, ni tan siquiera cuando el virus llegó a las puerta de Europa. Por eso, entiendo que no cabe esa brutal e inhumana oposición que están haciendo los partidos anteriormente citados. Saldremos de ésta pesadilla y cuando esto ocurra, ya tendrán tiempo de hacer oposición y volver a ser sus adversarios políticos. Ahora, como diría el exPresidente de la Generalitat, Sr. Pujol, no toca; así que, hasta que llegue el momento, lo único que deben hacer es estar a su lado. Pues en caso contrario, los ciudadanos, pensaremos que tenía razón el periodista estadounidense Kin Hubbard, cuando dijo que: “Cuanto menos aporta un partido político, más ama a la patria y su bandera”.