lunes, 30 de julio de 2018

Así transcurre el verano: Accidente de moto


Muchas veces, presenciando el incívico comportamiento de algunos de mis congéneres en la playa o viendo los programas e informativos de las cadenas de televisión o leyendo el diario, pienso que este país, en su conjunto, está asilvestrado. Es muy probable que la razón estribe en que, por este solar patrio, la ilustración pasó tan de puntillas que, en realidad, solamente nos rozó y eso se nota y mucho.

A lo mejor, ahora que comenzamos a entrar en dimensiones cuánticas, sea posible que dentro de algún tiempo vuelva la civilización a nuestra historia y la vida, algo más sensible y cuerda, entre a borbotones en nuestra efímera existencia de forma tal que podamos disfrutar de los placeres de la avanzada madurez sin repulsas ni estridencias.

Otras muchas veces, en este extremadamente caluroso verano, regreso, de manera un tanto inconsciente e ingenua, a otra fase de mi vida en la que me veo como en mis curiosos y furiosos juveniles años, lleno de un idealismo desatado. Y me acuerdo de las vivencias con mis amigos de entonces, cada uno en su rol, con los que reía, lloraba, gritaba, callaba, compartía y me explayaba con alguna amiga especial.

Y, algunas otras veces, tras amainar alguna esporádica tormenta, decido perderme unos días en un mundo aparte conmigo mismo. ¿A ver si esto va a ser un síntoma de madurez avanzada...?

Y, en el mientras tanto, así va transcurriendo el verano, con algún despiste, que hace que la vida se encargue de traerme a la realidad, al aterrizar mi cuerpo violentamente en el suelo junto a la moto. Como me ocurrió el pasado viernes 27.

Curadas las heridas, sigue haciendo calor en Cambrils y mi corazón late. ¿Puedo pedir más...? Sí. Ser en la vida romero, romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos, como nos decía el genial poeta zamorano, León Felipe.

sábado, 14 de julio de 2018

Vacaciones de verano.



Como cada año, al llegar los meses del estío, como otros muchos ilerdenses, como si fuera una rutina, marcho de vacaciones a la casa de Cambrils. Al llegar, después de muchos meses de ausencia, sufro una casi imperceptible desazón cuando me contemplo de nuevo en el espejo del cuarto de baño. Y es que ese azogado cristal ha guardado en sus entrañas, durante un año, la última imagen de mi bronceado rostro en un remoto otoño que percibo como un tiempo muy lejano. La desazón proviene porque en esa imagen de mi cara, que el espejo ahora me refleja, se observan y perciben las pequeñas heridas que me ha causado el tiempo en este pasado año. Al parecer, solamente envejecemos en los espejos y en la inasible mirada de las personas que amamos y nos aman.

 
Cuando regreso a esta casa, casi de golpe, a mi memoria vuelven los alegres gritos de los niños que viven enfrente, las risas de los amigos con los que comparto las nocturnas tertulias en el chiringuito de la playa entre sorbo y sorbo a un mojito, un hurricane o un clásico gin-tonic, los saludos de los vecinos de la calle que, como si fuera una novedad, me preguntan qué tal he pasado el año. Son como los ecos de un “Om” que desde el pasado verano quedaron suspendidos en el aire del jardín.

Publicado en La Mañana el 14.07-2108
Un año más, por la mañana, como si el tiempo no existiera o se hubiera detenido, veré a los niños jugando en la playa en su incesante encuentro con el agua y con las formas conque plasman sus sueños en la arena; ilusiones que serán persistentemente derrotadas por las olas. Y por la tarde, como siempre, observaré a las golondrinas que habrán vuelto a sus nidos y recorrerán afanosas el cielo engullendo y embuchándose todo el alimento posible con el que poder alimentar a sus hambrientos polluelos.

El nuevo verano ha llegado. Y parece que la vida se vuelve como esta casa, más diáfana, más directa, más amplia y más sincera. Levantadas las persianas del invierno, abrimos todas las ventanas de par en par para que entre la luz y para que la brisa, que llega de este mágico mar Mediterráneo, pueda renovar el aire suspendido y estancado. Le miro a los ojos al espejo y le prometo pasar un verano feliz. Será, porque, cuando envejecemos, la belleza se convierte en una cualidad interior y la mirada ante el espejo es más libre, más amplia y serena.

Hasta el otoño…