Con el tema de Ucrania ha quedado
al descubierto la peligrosa naturaleza humana y geopolítica de Putin. Ese
personaje de pequeños ojos azules, pero duros como alfileres, que se siente lo
suficientemente fuerte como para intentar reinscribir la historia restaurando
las leyes e ideología de la antigua Unión Soviética. Afortunadamente, EE.UU. y
los países Occidentales, se han dado cuenta a tiempo de sus ambiciones y
comienzan a pararle los pies; pues Putin representa un verdadero peligro para
la paz mundial.
Para comprender en su exacta
dimensión la amenaza del nuevo “Zar Ruso”, basta con secuenciar el relato
histórico. A saber: Tras la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989,
Occidente, no estando lo suficientemente conforme con haber vencido a la
ideología comunista, decidió invertir en sectores claves de la economía rusa
como las materias primas y los hidrocarburos, a través de las grandes
corporaciones multinacionales, con el objetivo de atenazar a Rusia en el campo
de su desarrollo industrial. Simultáneamente, teniendo como aliado instrumento
al FMI, elaboró un programa de privatizaciones que permitió minar el estado
social soviético y propició la aparición de una nueva y corrupta clase
dirigente rusa que encontró amplio respaldo y seguro refugio económico en la
City londinense y Wall Street.
Derrotada pues la ideología y
atada y bien atada la coyuntura económica, a los EE.UU y Occidente, solamente
les quedaba bloquear debidamente el marco territorial de la antigua Unión Soviética
en el plano militar. Y para ello, nuestros aliados, hicieron lo que cabía
esperar de ellos, obligar a Rusia a que liquidara el Pacto de Varsovia. Dicho y
hecho, el 31 de marzo de 1991, se estableció formalmente que las fuerzas
armadas de los países miembros del Pacto de Varsovia y su Comando unificado
cesarían toda actividad militar. Y Occidente, en justa reciprocidad y en
paralelo, aumentó el número de miembros de la OTAN, ingresando en la
Organización 12 países del antiguo Pacto de Varsovia: Albania, Bulgaria,
Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia,
República Checa y Rumania.
El motivo para el ingreso de los
citados nuevos países en el marco de la OTAN, se explicitó, entre otros foros, durante
la cumbre de Washington en 1999. En dicha cumbre, fueron mencionadas una serie
de nuevas amenazas que fueron incluidas en el artículo 24 del nuevo concepto
estratégico:
- Migración de masas sin control.
- Tráfico internacional de drogas.
- Crimen internacional
- Divulgación de armas de destrucción masiva sin
control.
Y claro, dado que la misión de la OTAN tiene por finalidad dar seguridades a los
aliados al sentirse éstos nuevamente vulnerables ante semejantes amenazas
rusas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, como es obvio, no
tuvo más opción que incluir en sus planes de defensa a los citados países del
bloque de la antigua URSS y colocar en ellos las correspondientes bases
americanas. Y, además, para rematar la jugada, Occidente no sólo machacó al
único aliado ruso que le había quedado en la región, la Serbia de Milosevic,
promoviendo su derrocamiento en el año 2000; sino que, seguidamente, se dedicó
a promover las llamadas “revoluciones de colores” en todo el espacio exsoviético,
desde Ucrania hasta Kirguizistán, con el objetivo de lograr aún más aliados
para su causa de mantener a Rusia rodeada y sometida.
Paralelamente, la UE decidió no
quedarse al margen del sabroso negocio que representaba para su mercado interior
el ingreso de nuevos miembros comunitarios y absorbió 11 países, provenientes o
desgajados de la antigua URSS. Y de esta manera, con un mercado de más de 500
millones de habitantes, impuso unas duras reglas a Rusia si quería participar
en la nueva economía mundial. Reglas que, en estos días de zozobra a causa de
Ucrania, la UE se platea activar contra Rusia vetando democráticamente sus
exportaciones al territorio comunitario.
Finalmente, cercada Rusia y
sometida su economía, tal y como aparece en el tratamiento informativo que
leemos continuamente en los medios de comunicación occidentales, hemos de
colegir que gracias a los EE.UU. y los países aliados de Occidente, podemos
vivir tranquilos el resto de los mortales. ¿Qué se habrá creído ese Putin…?
¡¡¡Más madera OTAN y UE, más madera y leña al mono…!!!
Aunque…, tras todo lo dicho y echando una ojeada a los
mapas, como intuyo que la presencia de la OTAN en el mundo no parece, ni mucho
menos, que su constante expansión en los últimos 20 años tenga, para nada,
intenciones humanitarias, me asalta una duda: ¿es realmente Rusia quien
desestabiliza Europa y propicia una guerra o viceversa…?
Ahí dejo la cuestión…