Tengo la sensación y pienso que la cuarentena a
causa del covid19 es una forma más, aunque muy sutil, del espíritu de dominio
capitalista. Este confinamiento no tiene otro principio que no sea la idea matriz
para que no se colapsen los sistemas de los ricos. A mi modo de ver, es una
forma de continuar reproduciendo el sistema neoliberal. Y los perdedores
seremos los de siempre; es decir, aquellos cuyo destino no se encuentre en el
grupo social adecuado. El coronavirus nos ha traído una mortandad brutal y,
según todos los expertos y hasta los propios políticos que así lo manifiestan,
va a producir una destrucción económica tan completa que ocasionará el enviar a
millones de familias hacia el hambre y la miseria. Y el salvaje capitalismo
que, una vez más, saldrá victorioso de esta crisis, abandonará sin escrúpulos a
los trabajadores que no se sometan a sus nuevas condiciones; es la marca de la
casa.
En este contexto, como dicen los especialistas
americanos en pandemias, los ciudadanos de los Estados Unidos se van a
enfrentar al “invierno más oscuro de su historia moderna”. Señalan que la
ventana de oportunidad que tiene el país para gestionar el coronavirus se está
cerrando; ya que, si la Casa Blanca no escucha a la ciencia, la pandemia
empeorará y se alargará. Y una de las cosas que está haciendo la actual
Administración de EE.UU, para derivar y apartar la importancia de sus irracionales
e insensatos excesos es encontrar las oportunas cabezas de turco. Las políticas
de Trump han ocasionado directamente la muerte de cientos de miles de personas,
pero no quiere que se sepa, así que echa la culpa a otro. Culpa de las
consecuencias de la pandemia a China y a la Organización Mundial de la Salud
(OMS). Y es una buena estrategia porque sus entusiastas seguidores no aprecian
ni al país asiático, ni a la citada
organización internacional de la salud. Es por ello, que las mejores instituciones
científicas están cabreadas y lo están con razón. Y ponen como ejemplo lo
ocurrido en Nueva Orleans a mediados del siglo XIX con la fiebre amarilla, en
que los adinerados blancos sureños, usaban a los esclavos negros y la mano de
obra barata para mantener la distancia social mientras duraban los brotes. Y,
mientras tanto, la economía continuaba su ritmo gracias al trabajo de los criados
de origen africano que, si resistían a la infección, se revalorizaban por estar
inmunizados. En consecuencia, que el nivel socioeconómico juega un papel
determinante; así ha sido siempre cuando ha habido cualquier crisis y así lo
seguirá siendo ahora
Situándonos en nuestro país y hablando de
cosas concretas sobre la pandemia, estos pasados día hemos visto y oído en los
medios que grupos de personas del barrio más elitista de Madrid, esa llamada milla
de oro, se han venido manifestando profiriendo gritos como: “Yo pago mis
impuestos y el Gobierno no hace nada” o “Están haciendo un país de vagos y
ahora me lo quieren quitar todo”, “Se nos prohíbe la libertad” etc.… Y es que cuando
los ciudadanos que responden al concepto de élites, advierten el hundimiento
económico y entrevén con incomodidad y malestar sus consecuencias, lo primero
que hacen es desligarse de la consecución del bien común y emplean sus energías,
de manera especial, a defender su personal bienestar y al de la clase social a la
que pertenecen. En este sentido, Krugman ha apodado a
esta estrategia “la imprudencia de las élites” y opina que hay que culpabilizar
de los hechos a quienes los realizan y no a imaginarios o inexistentes autores
como el Gobierno. Ya que en el fondo y en la forma, lo que se persigue es una
maniobra directa contra el poder para hacerlo caer.
Afirmaba el sofista Gorgias de Leontini en
su obra Sobre el no ser o de la Naturaleza que "si el no ser no pudiese ser pensado, no existiría el error. Dado que el
error existe, se infiere que puede pensarse el no ser". En consecuencia,
siguiendo el razonamiento del filósofo y trasladándolo a los actuales hechos,
podríamos decir que hay cosas no pensadas que existen, y cosas no existentes
que pueden ser pensadas.