A causa de la pandemia, un muro invisible se
ha levantado entre las personas y profundiza la individualización. Y los
efectos sobre las “categorías del conocimiento” serán inmensos. Para darnos
cuenta del cambio, es suficiente un simple ejemplo: contemplar como la
educación superior que funcionaba con un modelo de presencia del alumno, a
causa del distanciamiento físico, ha quedado obsoleto. ¿Era necesario el virus
como pretexto?
Por otra parte, si fijamos nuestra mirada en
el aspecto laboral, contemplamos que los asalariados siguen estando confinados
y el confinamiento ha traído nuevas técnicas del desarrollo de teletrabajo con
una dependencia cada vez más fuerte del ordenador y un acercamiento, por tanto,
a la individualización de la sociedad. A mi parecer, creo que ésta, aunque no
me guste, es una tendencia imparable. Un proceso que ha acelerado,
evidentemente, la pandemia y que, desde mi punto de vista, no tiene ninguna
relación con las vaguedades y dudas del Gobierno central a la hora de planificar
la desescalada para que la sociedad sepa lo que hay que hacer y lo que no se
puede ni debe efectuar.
Y en el mundo sanitario, la única realidad que
se percibe, a no muy largo plazo, es que el concepto de la relación médico-enfermo y de
la propia medicina, va a cambiar radicalmente. Se va a potenciar la atención
telefónica, primero vía atención primaria y enfermería, según que casos. Y se
potenciará la telemedicina; o sea, las consultas telemáticas. Quedando la
consulta presencial reducida a los casos en que los médicos necesiten explorar
al paciente. Y este hecho, traerá problemas, porque los médicos jóvenes saben
mucho de informática, pero creo que están a años luz de saber explorar a los pacientes
como se hacía antiguamente. En este sentido, recuerdo unas “sabias” palabras
del médico de familia que un día, hablando en casa de este tema, le dijo a mi
padre: “cuando yo pido una prueba o pruebas a un paciente es para corroborar el
diagnóstico que he hecho previamente y no lo contrario, llegar al diagnóstico
después de haber pedido pruebas por descarte; pues actuando de éste último
modo, cualquiera puede ser médico.”
Evidentemente, la forma de vida anterior es
irrecuperable. Lo que no sé es el alcance de la capacidad de comprensión y/o
sufrimiento, por parte de la sociedad, para afrontar esta nueva etapa. Soy
pesimista, pues la clave está en la calidad y modelo de democracia que se nos
avecina. No hay un bosque incierto sino varios que atravesar. Hoy en día, creo
que nuestra democracia ha quedado a la intemperie y sus vergüenzas al aire;
pero no solamente en nuestro país, sino en todo el mundo occidental. Se intuía.
Se sabía de la baja calidad democrática de estas últimas décadas y del modelo
imperfecto que se mantenía con la acrobacia y equilibrismos de un titiritero. Y
es que este bosque es demasiado intrincado y veremos cómo lo atravesamos, si es
que podemos. Pues, tenemos enfrente y estamos en el umbral de unos enormes
desafíos para una sociedad infantilizada y más manipulada en sus emociones que
nunca. La individualización es un carácter que ha impregnado todas las cosas de
nuestra vida, convirtiendo la democracia en una creencia patética; es decir, en
la sabiduría colectiva de la ignorancia individual.
Leí hace unos meses El hombre que amaba a los perros, de Leopoldo Padura. Es durísimo y
me refrescó la memoria de muchas cosas de las que algo había leído y de alguna
terrible escena que presencié en mi niñez. De lo que no cabe la menor duda es de
que la "vieja vida” de relaciones despreocupadas entre las personas, está
destinada a desaparecer. ¡Lástima…!
El aspecto más triste del individualismo de la
vida actual es que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que nuestra
sociedad neoliberal en sabiduría. Y es que, dicha sociedad, amparada y animada
por el capitalismo internacional, no acaba de comprender que no puede haber una
sociedad floreciente y feliz cuando, a causa de esta pandemia, una gran parte
de sus miembros, casi de la noche a la mañana, se convierten en pobres y
desdichados.
Como nos dejó dicho el académico francés
Nicolas de Chamfort en el siglo XVIII, en su obra Elogio de lo ético, “La sociedad sería una cosa hermosa si se
interesaran los unos por los otros. Ya que sin un desarrollo humano más
igualitario entre Norte y Sur estamos abocados a una catástrofe sin precedentes
a nivel global”. Camino vamos de ello…, y el individualismo de la sociedad es
el comienzo.