Jean Monet, padre espiritual de la Unión Europea, comentó al final de su vida: “Si lo hubiera sabido, habría comenzado por la cultura”. En este contexto y en este otoño, en el que vemos cómo se desajusta y tiembla el engranaje de la Europa económica ante las amenazas del Presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, de cortar el tránsito de gas ruso hacia la UE. Y la confusión y el miedo se manifiestan bajo la sombra del egoísmo y la insolidaridad con los refugiados que se agolpan en la frontera de Bielorrusia con Polonia, tal vez convendría hacer una reflexión en torno a varios conceptos esenciales y la manera de priorizarlos en nuestras vidas: individuo, sociedad, estado, supervivencia, tolerancia. Es decir, el eterno problema de encontrar una razonable y humana convivencia del ser humano con otros seres humanos.
¿Estamos ante una disyuntiva moral por
razones humanitarias? Desde mi punto de vista, éste es el único argumento desde
el que se puede intentar justificar que la UE acepte la entrada de esos miles
de migrantes de Estados fallidos, en los que Occidente tiene una gran culpa, y
que Lukashenko ha lanzado hasta la frontera polaca, vulnerando el derecho
internacional. Hace ya algo más de 25 siglos que Tucídides en su Historia de la
guerra del Peloponeso, dejó claro que una cosa es las evidencias y análisis con
los que se explican los conflictos y otra las razones que los agitan y
remueven. Y aquí, en esta situación, sin haber choque directo entre las partes
enfrentadas, si que existe una trampa, la instrumentalización política, llena
de claras amenazas por parte del dictador bielorruso; pues lo que está en juego
no es solamente cortar el gas ruso hacia Europa, sino las vidas de varios miles
de seres humanos.La Mañana 29.11,2021
Después de algo más de treinta años del fin de la guerra fría, el alegre humor del mundo que acogió con júbilo la caída del muro de Berlín, ha cambiado y se ha vuelto más sombrío. Y, pese al éxito del euro, el de la UE también. Durante estas pasadas decenas de años, la ampliada Unión Europea se ha centrado en arreglar problemas caseros, aunque alguno de ellos ha terminado en un estruendoso fracaso, como ha sido el tema del Brexit. Un fracaso y decepción derivado del hecho de que los dirigentes del Reino Unido, tanto los conservadores como los laboristas, han soñado con volver a ser una potencia nacional, sin ver con claridad los cambios que se estaban produciendo en el mundo que tenían delante y que, ahora, tras la ruptura comienzan a sentir. Y, a su vez, esta quiebra, de alguna manera, ha provocado también ciertos deterioros democráticos en otros países miembros de la UE, como en Hungría y Polonia, generando una situación de crisis e incertidumbre cuyo alcance está todavía por ver.
Es por ello, que la UE para asegurar la estabilidad en Europa, indudablemente, tiene que centrarse en materializar un claro entendimiento con Rusia, fomentando unas relaciones constructivas basadas en la colaboración política, tanto por razones de seguridad como económicas. Pero, sobre todo, para evitar que dichas relaciones se vuelvan hostiles, máxime cuando los EE.UU, han dejado claro que no están ya interesados en pagar los miedos ni recelos europeos ante el gigantesco país euroasiático. Por esta razón, se entiende que la UE debe sumar al instrumento diplomático que representa y al peso económico que tiene, una política de defensa propia con la que respaldar una acción exterior común. Solamente así, con una política autónoma de defensa propia, aunque siga amparada por la OTAN, podrá en un futuro resolver crisis como la actual migratoria, desencadenada en la línea divisoria exterior del este de la Unión Europea, por Bielorrusia y Rusia. Países ambos que, mientras el conflicto se solventa, prosiguen engrasando su maquinaria bélica
Y, mientras tanto, esperando acontecimientos, ahí continúan estacionados miles de migrantes procedentes, en su inmensa mayoría, de Siria, Yemen e Irak, llenos de esperanza. Y es que, para ellos, como decía Juan Rulfo: “Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul. Hay esperanza, en suma”. Y, tal vez, hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.