Me resulta difícil hablar de los jóvenes, sobre todo cuando hace ya muchos años que uno ha abandonado esa etapa de la vida. Y además porque la juventud de mi época, creo que era muy distinta de la actual; tanto que prácticamente no se parecen en casi nada que no sea el haber tenido la misma edad en un determinado espacio de tiempo. Y esto último que afirmo considero que no es una apreciación estrictamente personal, ya que escuchando y leyendo en estos pasados días de adelantada precampaña electoral, algunas manifestaciones de varios representantes políticos del arco parlamentario del Estado, sobre la actual juventud, aunque coincidan en determinados y concretos aspectos con mi opinión, no dejan de sorprenderme por el desconocimiento que reflejan sobre la mayoría de los intereses de nuestros jóvenes. Lo cual demuestra, a mi modo de ver, una casi total ausencia de percepción de realidad sobre los, poco más o menos, siete millones y medio de jóvenes que componen este sector de población de nuestro país. No obstante, es preciso matizar que entre políticos y juventud existe una correspondencia biunívoca. Digo esto porque es más que notorio también la gran desafección que, a su vez, siente este colectivo generacional hacia los partidos políticos tradicionales. Y llega a tal extremo su desarraigo, que no es infrecuente ver en televisión a algún periodista preguntando a jóvenes que transitan por la calle por el nombre del presidente del Gobierno y responder que no lo saben o interpelarles por el ministro Gómez Hernández y manifestar que creen que es un futbolista o por Grande Marlaska y decir que es un cantante de un grupo de rock, por citar dos ejemplos. Y no son casos aislados, ni jóvenes desclasados, sino chicos y chicas normales, muchos de ellos universitarios. Y es que tras la crisis financiera mundial de 2008 y la siguiente crisis sobrevenida de la pandemia por la Covid19, la parte de la población más afectada en todas las políticas y aspectos, ha sido indudablemente la juventud. Unos jóvenes comprendidos, entre los 18 y 34 años, a los que se les exige responsabilidad y capacidad formativa y, al mismo tiempo, se les niega un puesto de trabajo, lo que conlleva que a finales de marzo de 2021 existiera casi un 40% de paro en este sector poblacional y que, actualmente, la tasa de desempleo entre los menores de 25 años, se haya situado en el primer trimestre de este año 2023, en el 30,03% de la población activa del colectivo, lo que supone un incremento de 0,77 puntos porcentuales respecto al trimestre anterior que era del 29,26%. Y si a estos hechos se le añade que aquellos que consiguen un puesto de trabajo lo hacen y/o alcanzan de forma precaria y mal remunerado, es razonable pensar que los jóvenes de hoy en día hayan asumido, como una certeza inevitable, que ellos van a vivir peor que sus padres y que la palabra “emancipación” sea sinónimo de utopía; puesto que, el elevado precio de los alquileres, la inseguridad laboral y los bajos salarios son factores determinantes que les impide independizarse a aquellos que así lo desean. En este contexto, según los últimos datos de Eurostat (Oficina Europea de Estadística) que corresponden al 2021 muestran que, en España, el 64,5% de los adultos de 18 a 34 años aún viven con sus padres.
La Mañana 25.05.2023 |
Ante esta realidad no me extraña que exista una grave indiferencia por los partidos políticos, al considerar que todos son iguales o parecidos, y un notable desinterés hacia las instituciones, por parte de este colectivo que se resigna, ante este negro futuro que tienen encima como si fuese algo que, por mucha rebeldía que empleasen, ellos no podrían cambiar. Sobre todo, porque muchos de los políticos que parecen tener cargos vitalicios, evitan la renovación de los cargos orgánicos y les alejan sistemáticamente de los espacios en los que se toman las decisiones que pudieran modificar sustancialmente sus perspectivas de vida, con lo cual se les fomenta una pérdida de valores y se les excluye de la forma de poder participar en política y en la sociedad. De hecho, el 64% de las jóvenes en España han perdido la confianza en los políticos y apenas uno de cada diez, el 14%, cree que no son capaces de entender sus puntos de vista en los temas que les afectan. Son los resultados de un sondeo de opinión de la ONG Equal Power NOW, realizada por Plan Internacional a 29.000 jóvenes de 29 países.
Las generaciones jóvenes viven desencantadas y un tanto decepcionadas por las promesas incumplidas y las frustradas esperanzas, ninguneadas por los partidos políticos y casi olvidadas por la sociedad de las que son una parte inherente. En consecuencia ¿qué se debe de hacer con ellas? ¿Qué urdir y proceder para ilusionarles políticamente? ¿Cómo se les puede involucrar en el futuro del país? ¿Está dispuesta nuestra sociedad a asumir que una o dos generaciones carezcan de un proyecto vital…? Tal vez el resultado electoral del 28M, sea la ocasión para que los políticos dejen a los a los jóvenes planear y tejer su propia juventud. Para confiarles alguna estrategia colectiva que les permita mantener la esperanza de que su futuro no depende de algún algoritmo que convierta sus sueños en una pura y simple metáfora.