miércoles, 18 de junio de 2014

La España eterna



Pasado el sarampión de la incipiente democracia de los ochenta, El PP, en su afán por recuperar parcelas de poder presuntamente perdidas, viene haciendo todo cuanto puede por dinamitar los frágiles equilibrios en los que se sustentó la sociedad desde los pactos de la Transición. En ese espíritu de reconquista, el partido del Gobierno, viene actuando con un claro objetivo: conseguir adoctrinar a la sociedad en el plano ideológico, católico y neoliberal. Y, para ello, utiliza febrilmente todos los recursos que le permite la ley en el terreno legal y fáctico, por medio de esa mayoría absoluta que el pueblo le otorgó en las últimas elecciones generales al Parlamento del Estado. 
Por otra parte, el Gobierno, con el apoyo del poder del capital monetario de unas privilegiadas élites, de las multinacionales, de la banca y de ciertos sectores de los medios de comunicación, ha permitido y gestionado para que la crisis económica y la estafa financiera sean asumidas por la ciudadanía con escasas protestas ante el miedo a perder el exiguo y cada día su más depauperado poder adquisitivo.
 
Y a todo esto hay que unir el fracaso moral de la clase dirigente de la izquierda de este país que no ha sabido y sigue sin saber, ofrecer una llama de esperanza a este sufrido pueblo que contempla impotente todo tipo de desmanes por parte de los poderosos, ante una corrupción generalizada que abarca a todos los estamentos del Estado y que el Poder Judicial no puede, y a veces, no quiere sancionar.

Los de siempre. Los de la España eterna, han vuelto para reclamar y volver a mantener sus privilegios. Y. por si acaso el pueblo, en un acto de desesperación se rebela, el Gobierno coarta la libertad de expresión y legaliza la violencia de las fuerzas de seguridad del Estado, para que nadie intente subvertir sus principios…

Ahora, toca cambio en la Monarquía y ya suenan las trompetas llenas de algarabía. Por los pasillos de los espejos, el de los pasos perdidos y algunos medios informativos, comienzan a hacerse oír unos indecentes e hipócritas motivos. Dicen, que preparan, sin paliativos, una ley, llamada indulto, para quienes tanto dolor y sufrimiento han vertido. 

Como dijo Charles Bukowski, en una conferencia sobre las maneras de gobernar, la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.
Pues eso, permanezcamos atentos, como suele indicar el maestro Miguel Ángel Aguilar al finalizar sus artículos de opinión. Atentos, marciales y… ¡A sus órdenes! Que nos gobiernan las gentes de la España eterna.

2 comentarios:

Gracias por tus comentarios.