Pasado el sarampión de la incipiente democracia de los
ochenta, El PP, en su afán por recuperar parcelas de poder presuntamente
perdidas, viene haciendo todo cuanto puede por dinamitar los frágiles
equilibrios en los que se sustentó la sociedad desde los pactos de la
Transición. En ese espíritu de reconquista, el partido del Gobierno, viene
actuando con un claro objetivo: conseguir adoctrinar a la sociedad en el plano
ideológico, católico y neoliberal. Y, para ello, utiliza febrilmente todos los
recursos que le permite la ley en el terreno legal y fáctico, por medio de esa
mayoría absoluta que el pueblo le otorgó en las últimas elecciones generales al
Parlamento del Estado.
Por otra parte, el Gobierno, con el apoyo del poder del
capital monetario de unas privilegiadas élites, de las multinacionales, de la
banca y de ciertos sectores de los medios de comunicación, ha permitido y
gestionado para que la crisis económica y la estafa financiera sean asumidas
por la ciudadanía con escasas protestas ante el miedo a perder el exiguo y cada
día su más depauperado poder adquisitivo.
Y a todo esto hay que unir el fracaso moral de la clase
dirigente de la izquierda de este país que no ha sabido y sigue sin saber,
ofrecer una llama de esperanza a este sufrido pueblo que contempla impotente
todo tipo de desmanes por parte de los poderosos, ante una corrupción
generalizada que abarca a todos los estamentos del Estado y que el Poder
Judicial no puede, y a veces, no quiere sancionar.
Los de siempre. Los de la España eterna, han vuelto para
reclamar y volver a mantener sus privilegios. Y. por si acaso el pueblo, en un
acto de desesperación se rebela, el Gobierno coarta la libertad de expresión y
legaliza la violencia de las fuerzas de seguridad del Estado, para que nadie
intente subvertir sus principios…
Ahora, toca cambio en la Monarquía y ya suenan las
trompetas llenas de algarabía. Por los pasillos de los espejos, el de los pasos
perdidos y algunos medios informativos, comienzan a hacerse oír unos indecentes
e hipócritas motivos. Dicen, que preparan, sin paliativos, una ley, llamada
indulto, para quienes tanto dolor y sufrimiento han vertido.
Como dijo Charles Bukowski, en una conferencia sobre las
maneras de gobernar, la diferencia entre una democracia y una dictadura
consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.
Pues eso, permanezcamos atentos, como suele indicar el
maestro Miguel Ángel Aguilar al finalizar sus artículos de opinión. Atentos,
marciales y… ¡A sus órdenes! Que nos gobiernan las gentes de la España eterna.
vas fuerte te van a excomulgar.
ResponderEliminarGracias por el artículo.
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