Lunes por la
mañana. Salgo de casa. Voy andando hasta la Rambla de Ferran. Llego al kiosco.
No está el Sr. Miguel. Pregunto por él, Dolors, su mujer, me dice: ha muerto.
Era un hombre bueno. Me despido. Despacio y triste me alejo y a mi memoria
llegan, al galope, los recuerdos.
Son las cinco
de la tarde. A esa taurina hora, acompañado de Rosa, salgo otra vez de casa
para ir a un homenaje. El que cada año, La Paería ofrece a los antiguos alumnos
de aquel recordado Liceo Escolar de Lleida que, amargamente, se hizo célebre a
causa de un bombardeo.
Aparece la
lluvia, intermitente al principio, enseguida un aguacero. Me mojo. Me cabreo.
Abro el paraguas. Las calles son ríos de agua. Inspiro. Caminamos de prisa, en
silencio.
Llegamos. Concejalía de
Cultura. Subimos al primer piso. En la sala Alfred Perenya, abre el acto el
Alcalde. Rememora Ángel Ros, con unas sentidas palabras, lo que el Liceo
encarnaba en la Lleida de aquel tiempo y efectúa una semblanza del luctuoso
suceso. En primera fila hay sentados ex-alumnos que aún quedan del admirado
centro. Son antiguos compañeros de mi suegro. Memoria viva de aquellos trágicos
momentos. Dos de ellos, junto con el Alcalde y mi suegro, en una placa
instalada en el mismo monumento de la calle de Bondel, han inmortalizado un
texto en el que, con hondo sentido, expresan aquel infausto recuerdo. Y… tan
amargo hecho.
Antes de
finalizar el acto, unos alumnos, de la escuela San José de Calasanz y del
colegio el Carmen, ganadores del XVIII premio Liceo Escolar de plástica, han leído
unos poemas por la paz y el entendimiento.
Después, una
alumna, del Conservatorio Municipal de LLeida, tañe “El cant dels ocells”.
Aplausos. Reparto de rosas. Fin del acto. Silencio…
Salimos del
edificio. Son las siete de la tarde. Con tranquilidad, sosiego y sorteando
abundantes charcos, hasta el Nadal Meroles, nos allegamos andando. Subimos.
Habitación 508, Josep, mi suegro, sentado en una silla de ruedas, con
indisimulada impaciencia, esperaba nuestra visita. Mira a su hija a los ojos. Y
Rosa, le cuenta a su padre, con infinita paciencia, todos los pormenores,
pinceladas, fragmentos y hasta los mínimos detalles del feliz acontecimiento.
Volvemos a
casa. Y veo, en la vereda izquierda del Segre, entre los álamos de los Campos
Elíseos, salir la luna horadando el firmamento y casi en secreto, y en un
murmureo bisbiseo, declara sus sentimientos: ¡Venturoso seas, Liceo, morada de
instrucción y entendimiento!...
Aquest escrit, com tots els altres que he llegit, són un regal per l'ànima. Gràcies!!
ResponderEliminarJoana
Gràcies per compartir amb mi el relat dels sentiments d'aquest dia ple d'emocions.
ResponderEliminarAbraçades
Mati