Es tiempo de verano. Vacaciones
en Cambrils. Han comenzado con dolor y con tristeza. Hace unos días, con 55
años, falleció en Lleida una buena y querida amiga de Rosa. Como decía Machado,
" La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte
no es y cuando la muerte es, nosotros no somos". Sin embargo…, no nos han
educado para asumir la muerte, ni la ajena ni la propia; al menos a mí. En la
autopista, camino del funeral, ha estallado el verano. Mientras conduzco, en mi
cabeza, reina el vacío y el silencio.
La muerte es el gran misterio de
la vida. Nos dicen los científicos que hay otros mundos en nuestro universo y
quizá sea cierto. No obstante, pienso que todos los mundos posibles están en
éste y somos tan ciegos que no los vemos. Quizá es por ello que la idea que
tengo del mundo y de la vida, es la de un absurdo animado que rueda en el solitario
e indiferente cosmos, para asombro de algunos de sus habitantes... Al día
siguiente regresamos a Cambrils.
Hoy al despertarme, he pensado en
los tiempos que estamos viviendo. Increíble. Todo cambia a una velocidad de
vértigo. Y, sin quererlo, me vienen a la memoria una sucesión de imágenes de mi
infancia en Marruecos… Desayunamos. Nos vamos a la playa. El tiempo está
inestable; pero aquí, en esta localidad costera, el sol del luminoso julio le
mete el codo a las nubes alejándolas del litoral. Paseo plácidamente por la
orilla acariciado por las suaves y eternas olas del Mediterráneo. Mar azul.
Ruido de mar. Sin saber muy bien por qué, sonrío relajado. Cambrils es mi
jardín privado…
Un jardín privado que le faculta
a mi mente avanzar libre por los caminos que pensantemente transito. Es lo que,
a lo largo de mi vida, me ha permitido convertirme en lo que soy: un imperfecto
y cambiante humano, afortunadamente. Ese jardín tan exclusivo es el único
recinto en el que, si quiero, no entra nadie. En el que estoy a salvo de
juicios ajenos y por el que deambulo desnudo ante mí mismo. Es en el que amo o detesto
y rechazo sin necesidad de hacerlo saber. Y es fantástico que así sea; pues
ante las acometidas y agresiones exteriores, siempre me queda un reducto en el
que poder refugiarme y del que no doy a nadie las claves para entrar…
Hasta septiembre. Feliz estío.
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