En una conferencia en la que
exponía las múltiples ventajas que el don de la ceguera aportaba al escritor,
Jorge Luis Borges recordaba que “Demócrito de Abddera se arrancó los ojos en un
jardín para que el espectáculo de la realidad exterior no lo distrajera”. En
este contexto, si ese Demócrito que nos conduce al jardín; es decir, hacia el
lugar en el que la mitología cristiana situaba el paraíso, resulta ser, o puede
convertirse, en adalid de una utopía molesta para determinadas fuerzas
políticas, debe ser porque el paraíso que ofrece es falso o porque el jardín en
el que se encuentra, no es más que un obstáculo que impide el acceso al
verdadero paraíso. Para los que quieren librarse del espectáculo de la realidad
exterior, que el habitante del jardín privilegiadamente simboliza, el medio más
radical y eficaz es la destrucción de la vía por la que el exterior quiere
penetrar hacia el interior. Y para ello, nada mejor que arrancarle los ojos,
una vez comprobado que Demócrito no piensa mutilarse. Así, una vez suprimida la
puerta por la que pretendía entrar desde el mundo externo, las fuerzas
políticas internas pueden dirigir su atención al auténtico paraíso sin que nadie
les moleste. Demócrito de Abdera puede ya quedarse en su realidad exterior y
hundirse en sus reflexiones, como Jorge Luis Borges, pudo entregarse a enlazar
imágenes e ideas recogidas en palabras; pues, lo aciago e injusto que tiene es
que ya da poco de sí. El tiempo juega en su contra. Y, a la vez, las imágenes y
los sonidos, las formas y los colores que se ofrecen, una tras otra, el
ciudadano, pasivamente las contempla y piensa con hastío en lo poco que para él
ahora significan.
Publicado en La Mañana el 19.02.2018 |
Quizá la tragedia de Demócrito en
su ceguera, haya sido creerse lo que expresa, y con ello desmentirse. Y, tal
vez por eso, lo que probablemente va a conseguir a cambio, no es, desde luego,
lo que buscaba. Sin saberlo…