La constelación del can o del perro asoma en el cielo nocturno de España entre el 15 de julio y el 15 de agosto. Habitualmente, es en esta fase del estío cuando la llamada canícula del verano se impone de forma inexorable. Sin embargo, en este especial año que atravesamos, las sucesivas olas de calor han sido y están siendo casi la norma general de este período vacacional excepcionalmente caluroso que nos ha demostrado la realidad del cambio climático. Y es que ha hecho y hace tanto calor y soportamos un sol tan abrasivo, que en muchos rincones de Cataluña y España han sonado la freiduría de chicharras y en los barrancos y descarnadas rieras la sequía ha logrado hacer jadear a la arrugada tierra dejándola con la boca abierta en espera de un agua milagrosa que no llegaba.
Con este desolador panorama, acabo las vacaciones con la misma desgana con la que me iría de una casa de campo en la que hubiera pasado el estío, con esa indolencia antigua y toda la lentitud y anchura que tienen los recuerdos veraniegos de la infancia. Quizás por eso, para guardar y edulcorar mejor las presencias y añoranzas, ayer, penúltimo día de agosto, a media tarde, cuando ya había caído la solana y comenzado la marinada, salí a caminar siguiendo un sendero que va sorteando fincas hasta llegar a una casi solitaria playa donde el mar ofrece un refugio tranquilo lejos del bullicio de la playa de la Ardiaca. Me tumbé sobre la arena y al cabo de un breve rato surgió una pequeña esperanza. El cielo se tiznó de un gris prometedor. Miré las nubes con el anhelo de una inminente descarga que aplacara el casi insoportable calor que padecemos, pero lamentablemente no llegó el agua. Apenas cuatro gotas, las justas para dejar salpicada la arena, mojada levemente mi cara, algunos diminutos charcos en la vereda y ávido el corazón en un bostezo similar al de la desgana.
Pasada la decepción de la lluvia, al cabo de unas dos horas, inicié el retorno agradeciendo la rara armonía de la tarde, viendo sonreír picaronamente al sol que parecía bailar acariciado por las cercanas crestas de la sierra de Llabería, mientras se aproximaba al diario ritual de esconderse tras sus montañas. Caminaba en silencio, sin mirar atrás, musitando para mis adentros, el mes se acaba. Y con él, la dilatada tarde estival cubierta primero de grises y luego de azules celestes y verde amarillos que el otoño anunciaban. Al llegar a la desembocadura de la riera de Riudecanyes había aún una luz intensa. Ni una nube en el horizonte. Un tenue silencio y serenidad en el ambiente. Invitación para continuar el apacible paseo por la orilla de la playa. Sed de agua en el litoral sur Mediterráneo del Baix Camp, junto a tanta agua salada. Sed de vida. Sed y esperanza de que llegue un otoño lluvioso y benéfico que renueve la vida y la alegría en estas tierras abrasadas por el anómalo estío.
Todo cambia en estos finales días de mes y se acomoda al dudoso progreso y al salvaje desarrollo del ocio veraniego en esta zona de la Costa Dorada. En el camping Joan, inmutable testigo del ir y venir de la gente en sus entrañas, se veían rápidas despedidas. Varias familias organizaban la marcha y lo abandonaban hasta el año que viene con nostalgia en la mirada. Cerca de unas palmeras que adornan la playa, unos jóvenes lloraban semiescondidos; tal vez, por la forzosa e irremediable rotura de un iniciado amor de verano que se les acababa. Se abrazaban con fuerza y se miraban a los ojos buscando un consuelo que aparentemente no hallaban. Es de suponer que eran conscientes de que el tiempo había llegado a su fin y con él que su sueño de amor se agotaba. Contrastes de sentimientos llenos de desencantos, ilusiones y esperanzas.
El cielo se había teñido de naranja y unos tenues y postreros rayos de luz acompañaban, por momentos, el rumor de la vida y el de las olas de la playa. Seguía caminando en silencio por el paseo Marítimo cuando, de pronto, llegaron los negros y veloces vencejos revoloteando sobre el comenzado ocaso. Chirriantes, ebrios de los últimos rayos de luz, llenos de vida y libertad, alzando su vocerío para eclipsar al silencio. Una docena de ellos subían y bajaban por el cielo, chillando como en una boda, capturando los insectos. Prodigiosos animales los vencejos. Portentosa es la vida, y mágicos han sido los pasados días veraniegos.
Es fascinante la luminosidad del estío cuando se acerca hacia su ocaso. Seduce con unas noches que nunca empiezan o comienzan tan pronto que aún es de día. No obstante, poco a poco fue cayendo la tarde, llegando la oscuridad y, como si fuera un milagro, apareció la luna llena del penúltimo día de agosto Miré nuevamente al cielo buscando alguna rezagada perseida y pedí un deseo, mientras la luna, como en la Canción del Pirata de Espronceda, en el mar rielaba. Y es que la vida es corta y se nos pasa mientras se desean cosas. Tal vez, mañana o pasado llueva.
Me ha gustado mucho. Buen sitio para relajarse y reflexionar.
ResponderEliminarAntonio
Ja l'he llegit i m'ha encantat. Poètic, encisador, tendre. Et fa sorgir emocions càlides, d'esperança i de presència de llunyans estius, plens de somnis.
ResponderEliminarJoana
Me ha gustado mucho. Muy literario. Brillante como ese sol del ocaso y esa luna llena posterior. Y la lluvia llegó y castigó.
ResponderEliminarBuen día.
Pepe
Es muy bonito. Estos artículos los bordas. Además fíjate en todo lo que ha llovido. Tú deseo final se ha cumplido con creces. Creo que al sur de Tarragona se han "jartado" (como se dice en Cádiz) de agua.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jaime
Muchas felicidades, no me quedo solo con felicidades. Para mí este artículo es el más lírico de todos los que te he leído; son muchos, lo sé, pero en estos momentos yo no recuerdo otro tan lírico. Es un artículo de un poeta que también escribe prosa, me ha gustado mucho. Y hablando de la Luna (tu hablas del penúltimo día de agosto), vi, debían ser las 21,30 horas, la Superluna del 31, se veía brillante, grande y yo diría de un tono amarillo, pero lo que me llamó más la atención fue que al verse muy grande parecía estar mucho más cerca, como si se pudiera tocar. Repito, me ha gustado mucho tu artículo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ramón
Gràcies pel teu bany de poesia, potser perquè la teva vivència descriu llocs molt estimats per mi, o més aviat m'ha semblat un relat preciós.
ResponderEliminarMati
Una maravilla de reflexión, exposición y sabiduría vital. Pura poseía de la prosa de la vida.
ResponderEliminarAntonio Rojas
Buenos díasssss tío, gran artículo. De los que a mí me gustan llenos de melancolía y añoranza.
ResponderEliminarNacho
Me parece muy poético y lleno de añoranzas, muy bonito.
ResponderEliminarComo dice Raimon en su canción, en este país la lluvia no saber llover, y cuando lo hace es un desastre.
Manel
Como siempre, un gran observador y mejor narrador. Buenos mediodías!
ResponderEliminarMagda Sellarés
¡Qué bonito!, tío. Una maravilla de relato.
ResponderEliminarEduardo
Precioso, muy poético!
ResponderEliminarAlba
Hola,
ResponderEliminaracabo de leer tú artículo, me ha encantado. Se nota que tienes "una edad", está lleno de melancolía, siento y vivo tú sensibilidad para expresar tan poéticamente el final del verano; bueno, "tú final de verano", describiéndolo y, por lo tanto, transportándome a esos paisajes que describes y que algunas veces hemos recorrido conjuntamente...Ya son varios años que escribes sobre el final del verano y siempre de una manera intimista y con la sensibilidad a flor de piel, recuerdo con cariño tus escritos sobre las vacaciones familiares al otro lado del Mediterráneo que tanto te han marcado.
Santiago
Eres un poeta. Tu artículo está repleto de bellas imágenes y es un encanto.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Pilar
Juan Antonio, muy poético!!!!
ResponderEliminarRafa
Y por fin llovió…En algunos sitios… con violencia…A mi me pilló una descarga fuerte llegando a Castejón , viernes por la noche …
ResponderEliminarTambién hace falta el agua en la montaña….
Me ha gustado tu artículo..Ahora estoy en Lleida, pero no me despido aún del verano …
Saludos a Rosa …
Pilar
Bonito artículo. Celebro que la lluvia fuera moderada en Cambrils.
ResponderEliminarEncarna
Pura y bella poesía tu relato de hoy, me ocurre como cuando estás absorta leyendo un libro que te gusta a rabiar y que puedes ver los preciosos paisajes que el relato te dibuja. Me encanta el regalo de tu relato.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Buenas noches
Pili
¡Hola!. Qué bonito y poético tu artículo. Me ha gustado mucho. Haces que uno se imagine en un entorno precioso viviendo unos momentos de reflexión y relax gracias a la descripción tan bonita que escribes. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarAnna
He llegit l’article “Luna llena del penultimo dia de agost” hi ha dos coses que m’han agradat. La prosa poètica del text, ha estat una lectura plaent. La segona es l’apologia del silenci interior que el considero necessari per copsar les manifestacions del que ens envolta. Felicitats Juan Antonio!!
ResponderEliminarTon
Hola Juan Antonio, al fin he leído tu artículo sobre el último plenilunio de agosto, tiene un lirismo nostálgico y entrañable, una pausa en medio de un mundo cada día más desasosegado tanto en lo natural, como en lo social y político. Es un arte hacer del ensimismamiento una virtud.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Jordi.
...."la vida es corta y se nos pasa mientras se desean cosas"...verdad, yo os deseo que hayáis disfrutado del verano y tomado fuerzas para pasar el otoño. Todos hemos llorado alguna vez al acabar el verano como los dos jóvenes desconsolados y pasan los años y seguimos buscando perseidas con la mirada en el cielo estrellado.
ResponderEliminarUn abrazo,
Miguel Ángel
¡Hola! Juan Antonio
ResponderEliminarCon tu sencilla, poética y deliciosa narración, me has hecho disfrutar de un paseo en silencio, con el mar en calma e iluminado por la luna llena.
Experimentar los efectos del calor. Exhibir cierta sonrisa al observar el maravilloso y juvenil amor de verano. Sentir la paz en el alma y llegar a pensar en el sentido de todo, que se resume en una sola cosa:
"Si hasta aquí ha merecido la pena, pues eso es lo único que importa".
Gracias por estas dos horas,
Un abrazo
Magda D.
Muy bonito y poético. A reiniciar un año -laboral- nuevo, como decía Josep Pla: "Any nou vida la de sempre". La monotonía también tiene su encanto.
ResponderEliminarAnna
Mientras leía tu artículo iba entrando en el paisaje que describes tan bien. A medida que lo leía yo también caminaba por el sendero reseco, llegaba a la playa, veía el cielo con esperanza de lluvia.....como iba oscureciendo.....Toda la descripción magnifica.
ResponderEliminarEncarna
Poético como siempre, pero demasiado largo. Y al ser lo largo que es me cuesta leerlo. Ya ves la fecha. Siento la sinceridad, pero la historia se repite . Lo breve si bueno, dos veces bueno. Perdóname, pero soy muy capricornio, tierra a tierra y el barroco no lo digiero.
ResponderEliminarMirta
Me ha gustado lo que dices la freiduría de chicharras. Buenos paseos te pegas por la playa de L'Ardiaca. Todo cambia en estos finales días de mes. Desde luego el primer amor nunca se olvida, más cuando eres joven
ResponderEliminarCuando nombras a los vencejos, me acuerdo que nos enseñaban en el colegio que son la adaptación extrema de las aves a la vida aérea
Cierto es que nombras a las perseidas "o lágrimas de San Lorenzo" este año no he visto ninguna, quizás sea por la contaminación lumínica.
El final me agrada mucho cuando nombras a Espronceda "la vida es corta y se nos pasa mientras se desean cosas"
Muy buen artículo amigo mío.
Albert
"Penúltimo día de agosto", ¡que bonito! poder y saber expresar los sentimientos. La sensación que tengo es la misma que tú, pero la expresión no la tengo y me gustaría.
ResponderEliminarAnna Sabaté