Hoy, 23 de abril, en Cataluña, celebramos dos
importantes acontecimientos. Por un lado, festejamos la festividad de Sant
Jordi, el noble que, según la leyenda, salvó a su princesa Cledolinda en Mont Blanc
o Rocallaura, dependiendo de a quién se le pregunte, matando al dragón y cuyas
gotas de sangre, al caer en la tierra, se convirtieron en un rosal que florecía
con profusión y del que, el caballero, tomó la flor más hermosa y se la
obsequió a su amada. Por otro lado, junto al festivo Sant Jordi, conmemoramos
también el Día del Libro. Una celebración que rinde homenaje al aniversario de
las muertes de tres emblemáticos escritores como fueron Miguel de Cervantes, William
Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, hecho que ocurrió un 23 de abril de
1616. Así pues, en este día tan especial, oficiamos y honramos tanto el valor y
el amor simbolizados por Sant Jordi, como el inmenso legado literario de estos
tres grandes y geniales autores.
En este último contexto, viviendo una época en
la que la economía y tecnología digital dominan toda actividad y comportamiento
en nuestro proceder, cabría preguntarse si entran los libros en la secuencia de
exigencias y aspiraciones de la sociedad actual. ¿Son realmente útiles en
nuestras vidas? Sabemos que ocupan mucho espacio en el salón de casa. Miremos
nuestras estanterías, seguro que a más de uno le gustaría colocar allí una televisión
QLED de gran pulgada, un equipo de música, un cuadro de algún pintor más o
menos relevante, algunos recuerdos de viajes realizados o cualquier otra cosa;
pero resulta que no puede ser porque están llenas de libros. Y además, los
libros nos exigen mucho tiempo si los leemos, por lo que nos ocupan buena parte
del ocio del que disponemos y, tal vez, le apetecería a usted pasarse el día
hablando o jugando a la botifarra o viendo alguna serie de moda en la
televisión o medio adormilado; pero no puede permitírselo porque necesita leer
un libro que tiene pendiente o ya comenzado. En consecuencia, ¿son los lectores
acaso un punto de apoyo del que se sirven los libros para seguir existiendo?
¿De verdad merecen la pena los libros? Mi respuesta es clara, categórica e incuestionable:
por supuesto que sí; pues como nos dejó dicho el escritor romano Plinio el
Joven, “No hay libro tan malo que no sirva para algo”. Quizás por ello, la
tradición libresca está viva desde hace tres mil años. Se trata de un lapso
breve de tiempo si se compara con la historia de la raza humana, pero es
muchísimo si lo equiparamos con la vida de un individuo. De una manera u otra
los libros se las han arreglado siempre para sobrevivir. Y es que, a pesar de
estas consideraciones, no podemos olvidar el valor intrínseco de la literatura
y su impacto en nuestra formación personal y cultural. Poder leer a los
clásicos, adentrarnos en el mágico mundo de las expresiones cervantinas que
reflejan un conocimiento asentado, en considerables ocasiones, en la sabiduría
popular, es un viaje enriquecedor hacia el corazón de nuestra cultura y
tradiciones, una experiencia que nos permite apreciar la belleza de la
literatura y la profundidad del pensamiento humano. Es, en definitiva, una
forma de conectar con nuestras raíces y entender mejor el mundo en el que
vivimos. Y es que Cervantes era un genio que se formó y cultivó en los libros y
también a base de las dificultades y obstáculos de una vida desventurada que le
llevó de aquí para allá a lo largo de su vida: “El que lee mucho y anda mucho,
ve mucho y sabe mucho”, nos dejó dicho. En verdad no hay mejor forma de
aprender y de saber que recorriendo el camino de la vida en compañía de Don
Miguel, de Galdós, Machado, Maragall, Rodoreda, Dostoyevski,
Proust, Gª Márquez y otros tantos faros de la cultura española,
catalana y universal, pues viajar y leer son actividades y condiciones
necesarias para conocer. Por ello, acercarnos a los libros, sumergirnos en ellos,
es participar de una cultura literaria que nos ofrece emocionantes viajes a
través del tiempo y el espacio de todas las épocas. Es también, poder
comunicarnos y estremecernos mediante el
trato con personas y personajes, toda una diversa y colorida fauna humana con
sus propias ideas y emociones. Así como, percibir las alegrías y tristezas, el
dolor y el placer, la decepción y la esperanza, pues los libros son unos magos
que actúan como espejos de vidas y sueños; aunque a menudo la vida real inventa
más que las obras de ficción que leemos. Y es que un libro cobra vida a través
del diálogo que provoca, las memorias que rememora y los sentimientos que
desencadena. Por eso, todos deberíamos leer, pues los libros son un gigantesco
espejo que nos permite entendernos. Es otra manera de entrar en la realidad, ya
que los libros y las librerías nos facultan aislarnos del mundo y, a la vez, comprenderla
viviendo otras vidas.
Así pues, hoy, 23 de abril, regala rosas y libros,
tiempo, regala sueños. Ya que después de leer tranquilamente un libro la vida
se ve de otra manera, se aprende y se impone más el sentido común. Denle,
amigos lectores, una oportunidad al libro, tiene algo muy original: te hace escuchar,
no le puedes replicar y es muy relajante saber que no espera tu respuesta.