jueves, 26 de diciembre de 2013

Malum corruptionis

“Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”.
Aristóteles
La corrupción no es un hecho actual. Se podría decir, al igual que de las meretrices, que es tan antigua como la vida misma y ha existido en todas las sociedades. Nos lo recordaba el ensayista inglés Charles Caleb Colton en el siglo XVIII cuando señalaba que es como una bola de nieve: “una vez que empieza a rodar seguirá creciendo”. Y así nos ocurre ahora a nosotros; pues casi no hay día en el que no se vaya descubriendo un nuevo caso de corrupción.

A mi modo de ver, dentro de nuestra peculiar idiosincrasia, lo público no es nuestro, es de un enigmático ente que habita no se sabe muy bien dónde. De ahí que podamos arrancar papeleras, destruir mobiliario urbano, quemar contenedores, tirar papeles y colillas a la vía pública, pavimentar con excrementos de perros las calzadas y aceras de nuestras calles, arrancar plantas y flores de los jardines, emborronar con graffitis las vallas y paredes, llevarnos de la oficina los bolígrafos e incluso el papel higiénico y…hasta robar todo cuanto se pone a tiro y pueda. Todo es cuestión del lugar que cada uno ocupa en el escalafón social…

…Podría pensarse que cuanto más alto es el puesto de trabajo que se desempeña, menor incidencia habría en estos hispánicos hábitos; pero, para asombro de muchos, estamos descubriendo que es todo lo contrario. Que los grandes ejecutivos y financieros de este país no se conforman con tener salarios de varios cientos de miles de euros al año; sino que aspiran a seguir fielmente la letra de la canción de Alberto Castillo: “Todos Queremos Más”, y más y mucho más …, aunque sea robando al Estado o al resto de los ciudadanos ¡que más dá!...

Quizá, aunque la pregunta ofende, cabría preguntarse ¿De quién es lo público? Y aunque la respuesta  clásica sería contestar “es lo que es de todos”; la realidad es otra. ¿Recuerdan esas inefables campañas de la Agencia Tributaria que nos decían que “Hacienda somos todos”? Pues no. ¡Nada de eso!, Hacienda es del Sr. Ministro Montoro en lo funcional y de todos los ladrones de cuello blanco de este país en la evidencia real. Y si no que se lo pregunten a esos distinguidos señores que se citan en la viñeta y, obviamente, no son todos, pues faltan los Bárcenas, Blesa, Fernández de Sousa y… muchos otros. De ellos es todo, de esos y otros tantos, que patrimonializan lo público como si fuera su finca privada, confundiendo la gestión con la apropiación y transformando “la cosa pública, en su cosa”.

Leía no hace muchos días que el problema de la corrupción política en España es consecuencia de la falta de un factor de corrección, de ordenamiento, al respecto. Y seguramente esto es así, porque no tenemos una justicia independiente. Si lo fuera, probablemente actuaría como agente ejecutor de rectificación y podría corregir todos esos nauseabundos comportamientos que forman parte de la condición humana en general y de los poseedores de las esencias de la patria hispana en particular. Mientras tanto, tenemos que aguantarnos y soportar, otra vez, que la pólvora de la justicia sea mojada a manguerazos.

Describía Orwel en su novela “1984” que la sociedad, en un futuro, se encontraría devastada, miserable y decadente. Y, Huxley, por su parte, en su obra “Un mundo feliz”, nos la presentaba como una sociedad opulenta y llena de abundancia, además, de libertina. En estos años, hemos logrado que, ambas ficciones de la sociedad, en esencia completamente incompatibles, se complementen y se hayan hecho realidad…

En estos años de pseudodemocracia, hemos pasado de una dictadura que manipulaba a la sociedad, más o menos astutamente, con mentiras e ilusiones, a otra donde estamos clara y totalmente controlados a través del poder político que no duda en usar las tecnologías y medios a su alcance, para eliminar toda posible capacidad del hombre para pensar. Solamente así se puede entender que siga existiendo una mayoría de ciudadanos que en las encuestas manifiesten su apoyo al Partido Popular.
Y cuando ocurre este hecho, cuando se da el exceso en el poder político, económico, y tecnológico sobre la vida humana, en su dimensión colectiva e individual, se produce esa distopía de la que nos habla Zygmunt Bauman. Una distopía que deja a nuestra  sociedad carcomida y desolada.
 
Es quizá por todo ello que mantengo la sospecha de que la afección intestinal que me viene afectando últimamente, tiene que ver con mi estúpida manía de pensar…

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