jueves, 2 de junio de 2016

Vuelta del paraíso




Nuevamente me encuentro en las tierras de Lleida. Las vacaciones en Baleares una maravilla. Menorca preciosa, con unas calas recónditas que parecen no haber sido holladas jamás por el hombre. Decir que el paisaje de Menorca es uniforme y monótono seria alejarse mucho de la realidad, pues la isla posee un paisaje básicamente agrícola, aunque ampliamente manchado de recortes de acebuches, encinas, pinares, sabinas y algún humedal. Y todo él, integrado en ese entramado de paredes de piedra seca con el que delimitan las fincas. Un "mosaico”, dentro del mosaico, en el que se encuentran y avecinan los campos de cultivo, bosques y pueblos...
Cala Escorxada
 
Y…el mar, con esa amalgama de colores verdes, azules y turquesas me ha cautivado. Ese mítico Mediterráneo, cuyas olas, que embisten sus costas, ha ido esculpiendo y comiéndose las rocas formando un sin número de calas y bahías litorales. En otros lugares, la roca ha vencido a la fuerza del mar y se han creado cabos que se adentra en solitario en la superficie marina desafiando los temporales y, en otros más, las olas han originado también las playas de fina arena. De tal manera que el papel del mar ha sido crucial en el modelado del litoral isleño.

Y también, durante estos días, he soñado despierto paseando por el casco histórico de Ciutadella recorriendo sus preciosas callejuelas o visitando los restos prehistóricos de la cultura Talayótica que convierten la isla en un auténtico museo al aire libre o saboreando la belleza de los pequeños pueblos pesqueros que aún conservan antiguas tradiciones. Y…, también, comiendo un riquísimo pescado…

Ibiza. Dalt Vila
Y,  casi lo mismo, puedo decir de Ibiza y Formentera, aunque no me han llenado tanto…

En fin lo dicho al principio, un paraíso del que despierto…

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