No entiendo nada. Como es sabido,
la gran y larga crisis económica mundial, llamada técnicamente, Gran Recesión,
comenzó en el año 2008, tuvo su origen en los Estados Unidos y, posteriormente,
se trasladó a Europa. Una crisis que, según los gurús económicos arrancó y se
alimentó, entre otras causas, debido a la crisis energética y alimentaria
mundial y la crisis crediticia, hipotecaria y de confianza de los mercados,
como consecuencia de los múltiples delitos cometidos por los bancos en la
sobrevaloración de sus productos financieros.
Afectó a todos los países
europeos; obviamente, a unos más que a otros. En este sentido, Grecia fue el
que más la sufrió y soporta todavía. En el 2011, ante la citada crisis
financiera y presupuestaria de dicho país, la fuga de capitales a Suiza, según
el diario alemán Handelsblatt, fue de 280.000 millones de euros. Una fuga de
capitales que, por definición, supuso la salida de activos o dinero de Grecia a
Suiza, como respuesta a los sucesos de carácter político-económico que se
preveían que iban a ocurrir. Dicha suma, que se evaporó en segundos, supuso el
equivalente al 120% del Producto Interior Bruto del país heleno. El capital huía
de Grecia.
Publicado en el diario El Segre el 19-09-2017 |
Entre el 2011 y el 2012, según un
informe del Banco Central Europeo, la crisis de los sistemas bancarios de
España, Portugal, Irlanda y Grecia, significó el quebranto y huida de fondos
por valor de 355.000 millones de Euros, desde dichos países, a entidades de
estados más estables como Holanda, Alemania y Francia. En consecuencia, se
colige que, las crisis políticas y/o económicas, son el punto de partida y, a
la vez, aceleradoras de las fugas de capitales en cualquier país del mundo.
Hoy en día, nos guste o no a la
ciudadanía, es una indiscutible verdad que la economía, por encima de la
política, es la que manda en las democracias del mundo occidental y es ella la
que impone las leyes. Por ello, me sorprende que, al parecer, de nada hayan
servido en nuestro país, ni en los de nuestro entorno, las señales e
indicaciones de desastre económico que se han lanzado desde distintos foros,
tribunas y organizaciones empresariales, ante la presunta “Independencia
de Cataluña”. Pues, de momento, no parece que el proceso catalán esté
influyendo en los mercados, que se muestran tranquilos; ni en las inversiones
previstas por empresas como Nestlé, Amazon, Easyjet, Ikea, Volkswagen o el gigante coreano de
las telecomunicaciones KT, por citar algunas de las más conocidas, que
no tienen miedo y apuestan por invertir en Cataluña.
Y, por la parte española, cabe
decir que, el pasado día 6 de septiembre, el Tesoro Público ha colocado 4.780’62
millones de euros en bonos y obligaciones del Estado a medio y largo plazo con
tipos de interés más bajos que en subastas similares anteriores. Lo cual, a mi
entender, quiere decir, que a pesar de la inquietud provenida de los últimos sucesos
concernientes al desafío soberanista catalán, la acogida de la deuda española
ha sido firme y favorable en los mercados financieros.
Por todo ello, hay algo que no me
cuadra, que se me escapa en este largo proceso de separación. Quizá sea que,
como yo soy muy primario, pienso que los políticos nos mienten o todos,
incluyendo los mercados, nos engañan. No entiendo nada…
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