Cuando recordamos, traemos al
presente momentos de nuestro pasado que creemos vívidas réplicas de lo
ocurrido. Fragancias, olores, sonidos y melodías se unen a la imagen para
recrear aquello que creemos que sucedió. Sin embargo, no dejan de ser
construcciones de nuestro cerebro, apenas unos retazos fragmentados de la
realidad que son maquillados con eficacia para erigir una ficción de la verdad,
una memoria que se autodefine como el equilibrio entre recuerdos y olvidos,
entre apenas unas informaciones objetivas y muchos espacios en blanco que son
pintados con la firme mano de la verosimilitud. Incapaces de reconocer lo
verdadero de lo inventado, aceptamos como cierto lo que nos entrega nuestra
mente, hasta el punto de aceptarlo como verdades inmutables en un acto de fe
que tendrá tan corto recorrido como el siguiente recuerdo. Creamos ficciones de
un pasado que nos reconfortan con la realidad de un presente que será engullido
rápidamente por el pasado.
Así ocurre con el Procés y la intervención de la
Generalitat de Cataluña a través del artículo 155 de la Constitución que, aun
habiendo complicado las relaciones entre el PP, PNV y PDeCAT, los citados
partidos, siguen empujando en una misma dirección en diversas coyunturas. Y en
el Congreso de los Diputados, a pesar de
las insalvables incompatibilidades y subidas de tono, las tres formaciones no
han dejado de confluir en las proposiciones más afines a su espectro
ideológico. De hecho, los abismos existentes entre ellos, no han impedido que
se hayan alineado para defender las iniciativas más acordes con su doctrina
conservadora, como el desahucio exprés, o para rechazar las que iban contra
estos postulados, como gravar la ostentosa riqueza y desmesurados beneficios
económicos de algunas notables familias, de la empresas del Ibex 35 y de las
Multinacionales establecidas en el país.
Y es que a la hora de favorecer
sus intereses ideológicos y partidistas, no tienen inconveniente en pactar
entre ellos, demostrando su capacidad de confluencia nada más arrancar la XII
Legislatura. Así lo hicieron el 19 de julio de 2016, cuando PNV y PDeCAT
facilitaron la presidencia del Congreso a Ana Pastor, del PP, algo que ha sido
determinante en la configuración de su órgano rector, la llamada Mesa del
Congreso, y en el desarrollo de la vida parlamentaria.
Así mismo, los tres partidos han
acreditado esa sintonía incluso sin éxito, votando contra el informe aprobado
recientemente por el Congreso para aumentar el control de las cuentas de los partidos
y ampliar el delito de financiación ilegal y tratar de evitar los casos de
corrupción y los escándalos que han convulsionado la vida política española.
Además, refutándolo bajo el mismo argumento de que PSOE, Unidos Podemos y
Ciudadanos los habían dejado fuera de la negociación.
Otra alianza que ha pasado casi
inadvertida para los ciudadanos, es la que han mantenido PP, PDeCAT, Ciudadanos
y PNV con la aprobación, el pasado 17 de abril en el Congreso, de lo que los
ecologistas han designado como “la
contrarreforma de la Ley de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad”. Una
contrarreforma que va en contra del criterio de los científicos y técnicos de
conservación y a favor de los intereses del lobby de cazadores y pescadores. Se
trata de una serie de modificaciones de esta ley que indulta a las especies
invasoras, que debían ser erradicadas. Las organizaciones ecologistas WWF, Ríos
con Vida, SEO/BirdLife, Greenpeace, Ecologistas en Acción y Amigos de la Tierra
han denunciado este paso atrás en lo que se considera la segunda causa de
pérdida de biodiversidad en el mundo. Pero…, les da lo mismo
Y mientras tanto, de cara a la
galería, nos entretienen con sus desavenencias, sobre si Cataluña y España,
España y Cataluña son galgos o podencos bajo la atenta mirada de los pastores
vascos…
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