domingo, 19 de enero de 2020

Tiempos convulsos.



Todo cambia a un ritmo extraordinariamente acelerado. Es como si esa energía oscura de la que nos habla la astrofísica se hubiera instalado en nuestra sociedad y actuara de separador de las clases sociales y de los logros obtenidos por la clase trabajadora a lo largo del pasado siglo XX. Actualmente, asistimos a una voracidad redoblada del sistema capitalista mundial extendido y capitaneado, a nivel planetario, por los grandes magnates y las multinacionales, oriundas, fundamentalmente, de los Estados Unidos. Un capitalismo que actúan con total y absoluta impunidad para conseguir sus fines a través de los distritos financieros más importantes del mundo, como son el neoyorquino de Wall Street y la City de Londres, donde, diariamente, se compran y se venden productos financieros por valor de dos billones de dólares; es decir, la tercera parte del total de dinero que fluye y se maneja en el planeta. El gran capital prolifera y se mueve como pez en el agua. Y esto ocurre a causa de la práctica inexistencia de unos partidos políticos y unas organizaciones sindicales, de una verdadera izquierda activa y sabiamente organizadas que plantasen cara en favor de una defensa justa y equitativa del salario de las masas de trabajadores, de su dignidad y de su voluntad de existir como ciudadanos libres y cívicamente modernizados.

La socialdemocracia e, incluso, lo que queda de los movimientos comunistas, hace años que han claudicado ante el capitalismo salvaje, ante los integrismos liberal-conservadores y ante toda la inmensa parafernalia aliada junto al poder del dinero y de las grandes multinacionales propietarias de los medios de producción y de comunicación. Y es que existen verdades que hoy en día no son populares y evidencias que se esconden o se tergiversan; pero, que debieran explicarse alto y sin rodeos. Por el contrario, la escasa gente que se atreve a denunciar y abordar los problemas que acechan a las clases más desfavorecidas, con sinceridad y objetividad, se les descalifica como reaccionarios por un pretendido progresismo que anida en diversos credos ideológicos de determinados partidos políticos, en algunas centrales sindicales, en no pocas cabeceras de la prensa escrita y en los medios tecnológicos de comunicación masiva que, al servicio del poder, son utilizados para enviar sencillos mensajes, escuetos y repetitivos, dirigidos a la clase trabajadora y a una ingente cantidad de público y que logran sus objetivos atravesando grandes distancias en un mínimo de tiempo.

Una cosa es hacerse la foto encabezando una manifestación contra los inmorales desahucios, protestar ante el ere o el cierre definitivo de una determinada empresa que obtiene beneficios, reclamar el derecho de adopción de menores por sus parejas, apoyar el cambio de sexo pagado por la Seguridad Social etc. y otra cosa es atacar los problemas primordiales subyacentes en nuestro país, máxime, teniendo presente que existen urgencias de injusticia social mucho más importantes. Sinrazones, como son las inhumanas listas de espera de seis y más meses para una operación de neurocirugía o corazón y alrededor de tres meses para una operación no urgente. O las inmoralidades de los contratos de trabajo basura y precariedad laboral. O la vergüenza de los más de diez millones de pobres que tenemos en nuestro país etc... Tal vez las dificultades estriban en que atacar con contundencia estos problemas de base es mucho más difícil e ingrato y, sobre todo, que para intentar resolverlo sería necesario actuar con verdadero coraje para preparar a las masas trabajadoras con ideas claras y mensajes sencillos. Y todo esto ocurre, posiblemente, porque la izquierda actual existente no se atreve o no sabe cómo hacerlo.

En este contexto, las perspectivas sociales que se presentan a nivel internacional en países grandes y ricos como Alemania, Francia y/o Reino Unido y las medidas que anuncian y toman los gobiernos de coalición socialdemócratas, conservadores y/o liberales que dirigen éstas y otras naciones europeas, no hacen sino retroceder y cercenar las conquistas sociales obtenidas por los trabajadores a lo largo del siglo precedente. Medidas que van desde recortar drásticamente los subsidios de paro y otras prestaciones sociales, hasta el aumento de la edad de jubilación. Y para ello, se escudan en la falta de recursos económicos derivados de la crisis económica, el incremento de la esperanza de vida, el envejecimiento de la población y la no rentabilidad de determinados puestos de trabajo en los mercados nacionales e internacionales. Lo que suceda dentro de dichos países se extenderá cual mancha de aceite a toda la Unión Europea y será un mal sin solución; porque el remedio que existe, el capitalismo salvaje dominante en la actualidad no lo quiere aplicar y una organización de masas de izquierda que la impusiera por la fuerza, actualmente ni existe, ni está por crear y ni siquiera se vislumbra que pueda aparecer.

En consecuencia, el orden político y social en Europa parece convulso ante la dinámica ofensiva neoconservadora que asola al mundo occidental con su avaricia y soberbia. Pero, esta situación, al capitalismo internacional parece no importarle, aunque provoquen, colectivamente, la desaparición del bienestar social tal y como lo hemos conocido hasta ahora y generen una brutal desigualdad que puede llegar a transformarse en un verdadero peligro social, como hemos visto recientemente con los llamados “chalecos amarillos en Francia. Leía hace unos día que hay acumulados más de 23 billones de dólares en cuentas de la banca que están a la sombra en paraísos fiscales y que el número de millonarios se ha disparado. Pero…, nada de esto parece importar al capitalismo internacional y a las grandes fortunas, saben muy bien que la factura de todos sus excesos los pagan siempre los de abajo.

Aquí, en España, ya tenemos Gobierno. Un Gobierno de coalición progresista de izquierdas marcado por una fuerte agenda social, un firme propósito de recuperación de derechos laborales perdidos y el compromiso de realizar una fiscalidad más justa y progresiva. ¿Será capaz de conseguirlo? En todo caso, para hacerlo, como todas las cosas, tendrá que ir con extremo cuidado. Veremos…, ya que los colores dependen de la luz que uno ve.

8 comentarios:

  1. Buen artículo. Difícil solución cuando el entendimiento entre socios (de la U.E.) se ve tan complicado.

    Pepe

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  2. Has dado en el clavo. Suscribo todas y cada una de las afirmaciones del escrito; no tenemos derecha, son los mandados del gran capital y tampoco tenemos izquierda y, en este caso , espero y deseo que dentro de un año tenga que "comerme" mis palabras, aunque mi experiencia y mi edad, me dicen lo contrario. La ética ya no es un plus en los "restos" de aquella izquierda europea, verdadera defensora de los servicios públicos y de los más débiles.
    Un abrazo
    Santiago Fernández

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  3. Buenos días Juan Antonio.

    Tu artículo que me ha gustado mucho, en esta ocasión lo has escrito tocando los pies en el suelo, no teorizas, sino que vas directamente al grano. Precisamente hoy, y hasta el día 25, se celebra en la ciudad Suiza de Davos la célebre cumbre mundial sobre la situación y futuro de la economía donde el capitalismo salvaje, del que tu hablas, va a salir, como siempre, indemne.

    Ramón Morell

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  4. Particularmente creo que los temas que nos preocupan y provocan desazón deben observarse en su globalidad, ya que soluciones locales no parecen factibles ni eficaces. La sociedad del bienestar que progresó en Europa, durante la segunda mitad del siglo XX se basaba en unas premisas temporales que la evolución histórica han destruido, la política de bloques permitió el desarrollo de la socialdemocracia como contención a la expansión ideológica de los partidos comunistas en Occidente, al tiempo que en el resto del mundo estaba bajo los efectos del postcolonialismo, y con unos escasos países que iniciaban unas incipientes vias de desarrollo, ello facilitó la época de mayor igualdad y estabilidad en Europa. Todo esto se truncó cuando, primero Margaret Tatcher y después Ronald Reagan, fomentaron el neoliberalismo de la escuela de Chicago y se desregularon progresivamente los mercados y los mecanismos de control sobre los mismos; al mismo tiempo que los países del llamado socialismo real colapsaron, con lo que se elimino el contrapeso que frenaba al capitalismo.
    La siguiente fase fue la liberación del comercio mundial, al eliminar las trabas restrictivas que imponían las economías nacionales con el levantamiento de aranceles, y la más importarte la libre circulación de los capitales, con la libertad de los mercados financieros, con lo que se perdía el control sobre los mismos, esto junto con el crecimiento de las nuevas tecnologías, produjo una expansión incontrolable del capitalismo, que con la excusa de la globalización que inicialmente favorecía el crecimiento de muchos países y el acceso a la riqueza y desarrollo en nuevas áreas del globo. Pero lo que se ha visto a la larga es que ha originado un mayor crecimiento de las desigualdades entre las élites y las clases populares, ya no trabajadoras, una mayor inseguridad y a la postre ha acelerado el desastre ecológico global.
    Ante ello no podemos pensar que las soluciones pueden darse desde las políticas locales y nacionales, sino que por desgracia tienen que producirse a través de grandes consensos internacionales a escala mundial, para poder remediar los desastres que el futuro anuncia, con lo que el margen de maniobra es muy escaso.

    Un saludo
    Jordi

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  5. Sobre tu artículo,reflejas con claridad como el poder económico domina el mundo y cada vez el abismo es mayor con las clases mas desfavorecidas.
    Pienso que tal vez a los políticos mundiales, les conviene esa desigualdad para, entre otras cosas, poder hacer creer a los votantes que cuando lleguen a gobernar solucionaran los problemas de las clases trabajadoras.
    Y tema aparte son los sindicatos, parece que estén al servicio del capital y no para apoyar y luchar por el bienestar de los trabajadores, que vemos cómo cada día van perdiendo derechos que habían adquirido con mucho esfuerzo y trabajo.
    Te animo a seguir con tus reflexiones tan acertadas, es estupendo que te las publiquen y que se difundan.
    Un abrazo.

    Anna

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  6. Hola J.A.
    He leído con atención tu excelente artículo y tengo que decirte que no es que esté en contra de las distopías, ya que existen, y son también advertencias de peligros reales a los que deberíamos poner remedio; aunque siempre la utopía, parece que te empuje a seguir a la consecución de...., todo y pensar que es una utopía.
    Poniéndonos en situación un poco realista, hemos de reconocer que la política e incluso el sindicalismo están controlados por el capitalismo feroz que mencionas y así será muy difícil cambiar las cosas y revertir situaciones.
    Dicen que el capitalismo evidencia un agotamiento sistémico, no sé.... Creo, firmemente que el "MAL" está instalado en ese capitalismo desbocado, al que no pueden controlar ni los políticos, ni nadie.
    El "MAL" es el mínimo grado de empatía que un ser humano es capaz de experimentar. Es siempre tan imprevisible que nadie es capaz de anticipar que, o a quien, ignorará esta vez; aunque al final, segura y asquerosamente, será a los de siempre. Si nos remitimos al pensamiento de A.Juarismi, sobre los valores del ser humano cuando falta la ética, creo que se explica este mínimo grado de empatía. Algo nos tendremos que implicar todos.
    ¡Ojalá! aquí sean de verdad firmes los propósitos del nuevo Gobierno y luchen para que les permitan llevarlos a cabo.
    Es un artículo este tuyo, para estar horas hablando sobre el asunto;, por lo tanto, con cuatro líneas, la opinión que merece, se queda corta.
    Gracias por compartir.
    Un abrazo
    Magda

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  7. Magnífic, profund i molt detallat en l'anàlisi. Felicitats.

    Joana

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  8. Tu artículo está bien, y con una errata al final divertida: tenemos un gobierno de colación. Me recuerda a los tiempos de cuaresma, cuando había que hacer "una frugal colación".
    Un abrazo.
    Jaime

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Gracias por tus comentarios.