Una de las tragedias actuales en el mundo que nos toca vivir, es que el lenguaje y su uso se están convirtiendo en un “No-lenguaje”. Y esto ocurre, porque en los mensajes que constantemente nos llegan a través del mundo de la publicidad, de los medios de comunicación y de las redes sociales, las palabras están perdiendo su significado profundo. Y, en consecuencia, la magia de explicar conceptos, transmitir ideas y de servir de vehículo para comunicarnos. Y es que en las plataformas de comunicación social nos movemos en círculos, ya que no siempre transmitimos para todos; sino que conversamos y escribimos con personas con las que tenemos un interés común. De hecho, establecemos comentarios de y por afinidades y alicientes personales y eso genera argots propios; es decir, utilizamos un “No-lenguaje”. Puesto que creamos y plasmamos jergas arbitrarias e independientes con las personas que aparecen en nuestro timeline.
Asimismo, es triste comprobar cómo muchas personas captan los mensajes publicitarios recibidos en las plataformas digitales y otros medios similares de comunicación, los hacen suyos y los utilizan en la conversación normal, sin percibir que hablan un “No-lenguaje”. En este sentido, si prestamos un poco de atención a los eslóganes publicitarios más habituales y/o a los mensajes de las redes sociales, comprobaremos que no pretenden transmitir conocimientos, ni crear inquietudes, ni desvelar misterios, ni proclamar verdades más o menos subjetivas y parciales; sino que, solamente, pretenden convencer a los receptores de la “bondad” del producto o de la altruista generosidad del mensaje, para que el receptor siga las consignas emanadas del mismo. Esto, lo explica muy bien el profesor Alfonso López Quintás en su obra: Estructura del lenguaje y manipulación del hombre.
La publicidad, así como los anuncios mostrados a los usuarios de las principales redes sociales imperantes, ya sean entremezclados en el contenido o en forma de display y pagados por marcas tienen, en primer lugar, una clara función comercial. De hecho, la inmensa mayoría de los fabricantes y empresarios, lo único que desean es vender sus productos para recuperar la inversión realizada y acumular beneficios; aunque en el proceso de elaboración de una determinada mercancía, objeto o artículo no se respeten las normas ecológicas más elementales, ni la conservación de la naturaleza y el mensaje sea realizado a base de un “No-lenguaje”. Y este no es el único escenario, ya que la publicidad y el marketing digital, también afectan a la política, a la cuestión social, al deporte, a la música, a la actividad sindical y hasta a la religiosa. De ahí los programas de las campañas electorales organizados por los diferentes partidos políticos en cada ocasión que hay elecciones, de los clubes cuando sobreviene un determinado evento deportivo y los montajes organizados por las entidades sociales, los eventos musicales y/o religiosas cuando se genera un acontecimiento que lo requiere. Ya que dichas actividades hacen que sean muchas las personas desplazadas de un lugar a otro, lo que conlleva el consiguiente gasto económico, para satisfacción de los diversos y variados empresarios que gestionan y obtienen pingues beneficios del hecho o efeméride, incluyendo, como digo, los religiosos, aunque la eternidad no sea de este mundo.
Recientes estudios de investigación, estiman que las personas recibimos conscientes e inconscientemente más de 3.000 impactos publicitarios diarios. Las tácticas y técnicas de ese marketing comercial establecen las razones del por qué, qué, cómo, dónde, cuándo y a quién deben alcanzar dichos mensajes. En este contexto, los especialistas del mundo de la publicidad, así como los programadores informáticos de las plataformas digitales, a través de los famosos y omnipresentes algoritmos, saben muy bien que el lenguaje se forma y localiza, esencialmente, en el hemisferio izquierdo del cerebro. Pero, la capacidad para tomar decisiones a la hora de adquirir un determinado producto o de asistir a cualquier evento, o de comunicarnos con familiares, amigos y/o compañeros, generalmente, se realiza y se libra en el corazón. Es por ello, que establecer un movimiento y/o tendencia de simpatía con los consumidores, aficionados y público en general, a través de una estructura simplista y, en muchas ocasiones, deformada del lenguaje, pero que llega a las vísceras, es la máxima en la orientación de los anuncios y de toda la publicidad global que se precie.
Decía nuestro filósofo y escritor Miguel de Unamuno que “el lenguaje no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo”. Y debería ser así, sin embargo tengo la sensación de que respecto al correcto uso de la lengua entre los más jóvenes y no tan jóvenes, la verdadera cara la tenemos en la nuca y avanzamos mirando desesperadamente para atrás.