En el pasado enero, coincidiendo con el inicio del Foro de Davos en Suiza, que reúne anualmente a las élites económicas de 130 países, Intermón Oxfam hizo público un informe en el que se destacaba que el 1% de la población de todo el planeta había acumulado el 63 % de la riqueza mundial total en el pasado año 2022. A nadie, a ningún responsable de entidades geopolíticas, presidentes de gobierno, ni relevantes instituciones civiles o religiosas se les cayó la cara de vergüenza ni declaró que había que poner remedio a esta infamia que socava los propios pilares de la democracia. Y, sin embargo, la mayoría de los responsables de partidos políticos de cualquier país del mundo, sí que hablan con mucho orgullo sobre los grandes beneficios que aporta la democracia para los ciudadanos que vivimos bajo el paraguas de esta forma de gobierno. Curiosamente, solo 8 de cada 100 ciudadanos del mundo vivimos en democracias plenas con todas las imperfecciones que éstas tengan, poco más del 45% de los humanos residen también en democracias aunque éstas sean defectuosas y el resto habitan bajo gobiernos híbridos o autoritarios. Pues bien, los privilegios que los Gobiernos de las democracias plenas otorgan y/o permiten a empresas y ciudadanos de sus respectivos países que destacan por su riqueza, para que puedan realizar la llamada ingeniería fiscal y no pagar impuestos o que éstos sean mínimos, están tipificados en la propia Normativa legislativa que aprueban sus señorías en las correspondientes cámaras y congresos de cada democrático Estado. Y aprueban estas medidas sabiendo que lo único que logran, además de cercenar el sistema económico mundial, es ampliar la brecha de la desigualdad, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres en el planeta. Un hecho que se ve claramente reflejado en el entramado mundial de paraísos fiscales existentes que permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares. Y, ante esta situación, los EEUU y China, actuales grandes potencias mundiales con su absoluto poder económico, político, militar e integral influencia sobre el resto de las naciones, muestran una total pasividad e inacción. Y una comunidad política de derecho constituida en régimen de organización internacional de gobernanza en común, como es la Unión Europea, tampoco hace absolutamente nada para combatir los citados paraísos fiscales y evitar que los recursos económicos globales se concentren en pocas manos, en lugar de distribuirse de forma justa y equitativa. Esta es la cruda realidad de nuestra sociedad y nuestras vidas.
La Mañana 28.03.2023 |
En este contexto económico y centrándonos en nuestro país, las familias aportan el 91,52% de la recaudación fiscal del Estado, mientras que las grandes empresas solo contribuyen con el 1,98% gracias a la citada ingeniería fiscal, un conjunto de prácticas que consiste en usar la Ley para pagar lo menos posible. Es por ello, que cabe cuestionarse si es admisible que habiendo sido el beneficio global de la Banca española en el año fiscal 2022 de 20.800 millones de Euros, lo cual significa que han obtenido un 28% más de ganancias que en el año anterior y que ganando esta ingente cantidad de dinero debido, sobre todo, a los préstamos hipotecarios otorgados a sus clientes y gracias a cobrar por todo, hayan despedido a 19.000 trabajadores de entre sus empleados Creo que no. ¿Y qué han hecho dichas entidades con semejantes rendimientos históricos?, pues lo habitual, han distribuido 9.300 millones de euros entre sus accionistas y el resto, básicamente, lo han dedicado a incrementar el salario de sus presidentes y altos ejecutivos. Y es que, los banqueros españoles ganan de media al año 2,18 millones de Euros, convirtiéndose así en los mejor pagados de Europa .Casi nada.
Unos salarios de la Banca en 2022 que, citando solamente dos ejemplos, se han elevado a 2,2 millones de euros en el caso de José Ignacio Goirigolzarri, en su calidad de presidente de CaixaBank; lo que supone una remuneración de un 38,7% superior a la que obtuvo en 2021. Por su parte, Ana Botín, presidenta del Banco Santander, ganó de salario 11,73 millones de euros en 2022, sueldo al que hay que añadir como “bonus” una opción para comprar 736.160 acciones de la entidad un 12% más baratas como retribución variable en el citado año. En referencia a las corporaciones empresariales, citando también dos ejemplos, cabe destacar que Francisco Reynés Massanet, presidente y CEO de Naturgy se embolsó 5,85 millones de euros en 2022, lo que supone un incremento del 18% respecto al de 2021 y que Antonio Garamendi, presidente de la CEOE tenga un sueldo como autónomo de cerca de 400.000 euros brutos al año, como ha trascendido recientemente. Y respecto a las grandes fortunas valga exponer simplemente que Rafael del Pino Calvo-Sotelo, presidente ejecutivo de Ferrovial, posee un patrimonio de más de 3.800 millones de euros. Ante esta macroeconómica cantidad me pregunto ¿en qué estado mental le sume a uno la consciencia semejante magnitud de dinero? No lo sé. Lo que sí considero es que los ricos no son como la inmensa mayoría de nosotros. Y es así, porque es innegable que ellos tienen infinitamente más dinero y su conciencia, funciona con otros parámetros. Solamente así se puede entender las declaraciones de Juan Roig, presidente ejecutivo y máximo accionista de Mercadona, del pasado 14 de los corrientes: “Hemos subido los precios una burrada, pero habría sido un desastre no hacerlo”. Y es que él, como todos los de su gremio, son liberales en lo económico y paleolíticos en lo social.
Usted que está finalizando la lectura de este artículo de opinión, y yo y la inmensa mayoría de los ciudadanos que constituimos el pueblo liso y llano, seguimos siendo ingenuos y también ricos; pero, en perplejidades y certezas.