miércoles, 22 de noviembre de 2023

El viento del recuerdo, entre hojas y silencios

 

Sentado en el sofá del salón, contemplo cómo al otro lado del Segre el viento juega con las hojas secas del otoño y silba como si intentara llamar mi atención, y pienso en ti. Recuerdo tus sosegadas palabras acariciando mis oídos, tus delicadas y livianas manos abrazándome por la espalda, tus castaños ojos acompañando mis pasos. Hace tiempo, ya bastante tiempo, que te fuiste. Entendí aquel día de noviembre que mis gestos eran parte de tus gestos, que mis alegrías eran tus alegrías, mis triunfos eran tus triunfos, mis penas eran tus penas y mis lágrimas las tuyas. Aún teniendo la muerte presente desde niño, nunca había imaginado la tuya, ni cómo nos dejarías. Fue muy triste verte abandonar las cosas y la vida que tanto quisiste, hasta que en silencio partiste camino del cementerio.

 

La Mañana 22.11.2023

Sigo en el salón, mirando cómo las hojas bailan ante mí impulsadas por el aire otoñal. Un otoño que extrae del enigma biológico de mi memoria tu recuerdo que siempre está en mí. Rememoro el tiempo y despierto, imagino y sueño….Todo comenzó una liviana mañana de un viernes de primeros de octubre, hace muchos años, en el Madrid de la postguerra. Había en aquel lugar una semioscura penumbra y, casi de pronto, vi una luz y oí ruidos y noté unos dedos tocándome. Y te sentí. Hacía diez segundos que había llegado y ya sabía que estabas ahí. Me llevaron a una habitación llena de otras criaturas como yo y, luego, te vi a ti en esa misma habitación. Y un tiempo más tarde, en otra diferente, esta vez pintada con colores claros. Obviamente, no retengo en mi memoria aquel entonces, solamente recuerdo el calor de tu pecho y algún que otro inocente llanto de aquel bebé que en aquel tiempo era yo. Fui creciendo y no había cumplido cuatro años, cuando un día, volviendo del mercado de San Miguel con Dña. Tomasa, nuestra vecina del primero, te vi llorar haciendo unas maletas. Un tiempo después, estábamos en un lugar caótico, ruidoso, lleno de olores penetrantes y de unas gentes vestidas de un modo extraño y a las que no entendía nada cuando hablaban. Poco a poco, me fui acostumbrando a aquel nuevo paisaje y a Fátima, la asistenta que con tanto cariño, cogido de su mano, me llevaba a comprar al zoco chico. Pasó el tiempo y sin tener yo la intención de hacerlo, un buen día, me llevaste hasta el Colegio Francés. Había otros muchos niños con sus madres, unos pocos llorando. La Srta. Margot, alta y gruesa, con una sonrisa dulce y amable, nos puso en fila y nos llevó hasta la clase. Me senté en dónde me indicaron y empecé a jugar con mis pies que apenas conseguían llegar a tocar el suelo. Había transcurrido un buen rato cuando sentí como un leve golpe en mi hombro derecho y miré hacia el lado para ver quién era el que me había tocado. Vi a un niño con el pelo rizado y rubio, muy bien peinado, que me sonreía y hablaba. No recuerdo lo que me dijo, solamente me di cuenta de que comenzó a balancear los pies imitándome. Pasaban los días y las clases se hacían amenas. Leíamos sílabas y palabras sencillas y luego las escribíamos, aprendíamos los números, pintábamos, nos contaban cuentos, nos hacían adivinanzas, cantábamos canciones en una lengua rara y  nueva y, sobre todo, jugábamos en el patio caminando hacia atrás, haciendo equilibrios con los ojos cerrados o al juego de las sillas, al pañuelo y al escondite. Me hice amigo de los compañeros de clase y especialmente de Cuqui, el niño rubio que estaba a mi lado y que me imitaba balanceando los pies. Los primeros días, esperaba impaciente las salidas del colegio, encontrarte para regresar a casa e ir a merendar y posteriormente refugiarme con mi hermano en nuestra habitación que convertíamos en nuestro particular reino. Fue un tiempo feliz el cumplido en aquel parvulario del colegio.

 

Pasaron unos pocos años. Hice la prueba selectiva del Ingreso. Cambié de ciudad y de colegio. Comencé el bachillerato y la alegre y despreocupada diversión se fue viendo ocultada por los estudios, los exámenes, las primeras peleas con amigos por cosas que ahora uno ve intrascendentes. Entré en la adolescencia y los días se convirtieron en montañas rusas emocionales a las que me tenía que agarrar para no caer en el vacío. Sentí las primeras mariposas en el estómago, los abrazos, algún furtivo beso, las conversaciones de dos horas por teléfono, nuevos amigos, los guateques, las fiestas, las riñas, los enfados, mi corazón roto. Y así, como otros muchos, fui creciendo...

 

Pienso en ti, en aquellos días de mi infancia y adolescencia, sus mágicos momentos. Me llaman. Despierto de mi ensueño. Se desvanece el recuerdo; pero, el pasado nunca será pretérito. Me levanto del sofá y veo cómo las primeras gotas de lluvia empiezan a caer de un empedrado cielo, lentamente y en silencio primero y después peleándose por llegar a tocar el suelo...

 

 

 

30 comentarios:

  1. ¡Qué triste!!, pero, que bonito, que bonito.
    Me siento totalmente identificada con tu relato; como si lo hubieras escrito por mí; como si el referente fuese mi padre. Has conseguido que mis ojos se humedecieran e incluso dejarán deslizarse una lágrima.
    Muchas, muchísimas gracias por compartir tus tiernos sentimientos.
    Un fuerte abrazo.

    Magda D.

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  2. ¡Buenos díasssss tíoooo....! Por favor, qué bonito el artículo, qué recuerdos más bonitos y bien expresados. Precioso tío, precioso, me ha encantado...Como siempre te digo son los artículos que más me gustan porque en cierto modo me siento partícipe.

    Nacho

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  3. Me ha encantado . Creo que es el que más me ha gustado . Parece el comienzo de una gran novela que podías empezar a escribir. Se me ha hecho corto .

    Carmen R.

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  4. ¡Precioso! Tus artículos evocando tu infancia y también la adolescencia, trasladada a un lugar muy diferente del que hasta entonces conocías, lo describes tan bien, que parece que lo estoy viendo.

    Encarna

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  5. Muy bien rememorado, creo que, la figura de tu madre. Recuerdos tiernos y agradables de tiempos duros pero los conservas con agrado y una gran nostalgia. ¡Muy bonito!.

    Manel

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  6. Buenas noches y felicitaciones por tu artículo. Está escrito con mucho cariño por lo vivido en la niñez. Es muy emotivo. Gracias y un fuerte abrazo.

    Marisa

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  7. ¡Gran artículo! Me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo.

    Mª Eugenia

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  8. Muy emotivo tu artículo. Tu madre se sentiría muy orgullosa de ti . Me encantó.

    Mª Jesús

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  9. Tus artículos sobre tus recuerdos de infancia y juventud son los que más me gustan y emocionan. Gracias por compartirlos.

    Elena

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  10. Muy emotivo y bonito este tema, aunque lleno de tristeza.

    Antonio

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  11. Imagino que tú madre lo habrá leído y seguro que por sus mejillas han resbalado sendas lágrimas de alegría y, sobre todo, nostalgia; la misma que impregna todo el texto, está claro que después de tantos años, la figura materna sigue presente y demuestra la importancia que ha tenido y tiene en tu vida. Una vez más, los recuerdos de tú infancia en tierras norteafricanas demuestran que fueron años felices y que han marcado toda tú vida.
    Buenas noches,
    Santiago

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  12. Hola buenas estoy en Bangkok y voy de regreso para Dubai. Me ha parecido muy tierno y bonito. Lo releeré cuando llegue a casa. Gracias

    Clarisa

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  13. Magnífico artículo. Seguro que esté donde esté le llegará este viento del recuerdo. Los artículos tuyos personales que explican tus emociones, tus recuerdos, tus vivencias, tus tiempos vividos te salen de maravilla, ¡Enhorabuena!.

    Un abrazo.
    Ramón

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  14. ¡Hola! Juan Antonio, qué decirte del presente artículo, demuestras tu especial sensibilidad en el recuerdo de tu madre, reflejo de todos aquellas y aquellos a quienes amamos y han finiquitado lamentablemente para nosotros su periplo vital, dejándonos el poso de su amor, con el cual también construimos nuestras identidades. Tus recuerdos flotan entre la realidad y la ensoñación, tal como habitualmente se revisa la memoria, especialmente en estos momentos otoñales del año y la vida, donde la melancolía frecuentemente nos embarga, pero podemos contarlo y esto indica que afortunadamente estamos aún aquí, como testigos de un mundo en el que nos hemos desarrollado y que perece cada día un poco más, y aunque la magnitud del tiempo en física admite múltiples teorías, para nosotros es una línea que no admite marcha atrás.
    Un cordial saludo.
    Jordi.

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  15. Es tan hermoso el recuerdo que trae para ti este viento ya de invernada que solo se me ocurre agradecer que lo compartas y un sencillo verso de William Wordsworth:
    ..."no debemos afligirnos,
    porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo"...
    Un abrazo,
    Miguel Ángel

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  16. La estación otoñal se hace un lio con las canas y da un resultado de cuento antiguo casi olvidado, pero que está ahí y es cierto. No es cuento.

    Anna Tantull

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  17. Muy emocionante. Lo hemos leído a voz alta y nos ha gustado mucho.

    Dominique

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  18. Bon dia
    Acabo de llegir el teu article. No tinc paraules. Preciós!! Quanta sensibilitat i quant d'amor!! Moltes felicitats.
    Abraçades
    Joana

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  19. Más que gustarme, me ha emocionado. ¡Qué capacidad de evocación! Muchas gracias.
    Un abrazo.
    Jaime

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  20. Muy poético y sentimental. Lindo, pero como siempre nostálgico. Es muy peligroso a esta edad vivir del pasado y como dicen los chinos: envejecemos cuando el pasado pesa más que el futuro.

    Mirta

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  21. Me parece bien tu infancia, yo no puedo decir lo mismo de la mía. Pero tuve el suficiente coraje, para buscarme la vida. No obstante, hubiese querido tener otra forma de vida, pero no sirve de nada el lamentarse, pues estoy contento con lo conseguido.

    Un abrazo
    Alfredo

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  22. Hola, Juan Antonio: Este tipo de textos que escribes en los que transmites tus recuerdos y emociones siempre me parecen interesantes y son los que leo con más gusto. Por tu capacidad para recordar y saber plasmar esas emociones que supongo muy vívidas e intensas porque si no me parece muy difícil que las recuerdes hasta el día de hoy.
    Hasta el próximo escrito, un abrazo
    Merche

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  23. "El viento del recuerdo entre hojas y silencio": Qué suerte tienes amigo mío de vivir al otro lado del Segre y desde tu balcón poder contemplar los Campos Elíseos.
    Me agrada mucho, cómo describes tu nacimiento en Madrid a principio de Octubre. Tu recuerdo con cuatro años, y tu posterior viaje a Larache( Marruecos). Lo describes todo muy bien. Hay los recuerdos felices y los tristes. Es normal que todos nos acordemos de nuestras Madres, pues, ellas son las que verdaderamente nos han visto crecer.
    Buen artículo, para recordar y soñar.

    Albert

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  24. Como otros artículos tuyos, éste también me ha gustado mucho. La descripción que haces tan poética de tus recuerdos de infancia reflejan el cariño que conservas de una época muy feliz.
    Te felicito por su publicación.
    Un abrazo y muy buen día.
    Anna

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Gracias por tus comentarios.