En ese ir y venir de mi memoria, aparece en estas fechas una estampa: Bata, Guinea Ecuatorial. De aquel verano recuerdo casi todo: el ruido de unos niños guineanos jugando en la plaza de la catedral de Santiago Apóstol y Nuestra Señora del Pilar; la vista de la Playa de Utonde, con su arena blanca y aguas cristalinas; los atardeceres en el Paseo Marítimo, que ofrecía vistas panorámicas del océano Atlántico, donde el sol se sumergía en el horizonte creando un espectáculo de colores vibrantes; el Casino Militar español, ubicado cerca del puerto, que era un punto de encuentro social y recreativo para los jefes y oficiales del personal militar español y sus familias destinados en aquel paraíso; la terraza de mi casa en la Plaza del Reloj, en la que mitigaba el calor con un refresco mientras contemplaba la luz anaranjada que llenaba el cielo, al tiempo que el sol desaparecía lentamente por el oeste. Y es que los veranos son, a veces, solamente esto: sensaciones indelebles que guardamos en el arcón de la memoria toda la vida.
Se asegura que África embruja, que te inocula un elixir contra el que no existe antídoto y cuyo efecto dura para siempre, eternamente... Y creo que es cierto. Yo quedé atrapado por él desde mi primera llegada a Marruecos y mis posteriores estancias, aunque breves, en Guinea y el Sáhara Español. En aquellos años y a esa juvenil edad, mi desarrollo vital estaba en plena expansión, por lo que no debió de ser casual mi avidez por descubrir y asimilar todo lo que me rodeaba en aquel entorno absolutamente inigualable. Desde el primer momento me consideré un ser afortunado por ello y así lo sigo valorando hoy día, después de más de medio siglo de mi estancia en aquél paraíso guineano. Recuerdo, curiosamente, que el reencuentro con mi padre, al que no veía desde hacía algo más de dos meses, pasó a un segundo plano, en comparación con mi interés por el lugar y su efecto detonante en mi interior, desde el momento en que me sentí feliz y seguro en aquellas tierras.
Hoy, transitando por este ocaso de mi vida, qué lejos me quedan aquellas vacaciones de aquellos veraneos dilatados, juveniles y propicios para el devaneo y los primeros amores, en los que la medida del tiempo era tan diferente a la de ahora. Añoro aquellas vacaciones de verano… Eran años en los que el ocio ocupaba el tiempo y se adueñaba del espacio y la quietud se convertía en el puro disfrute de unas presencias todavía insólitas para mí. Ver caer el sol como un susurro sobre aquel mar ecuatorial y observar cómo ardían las aguas del océano, cómo mis ojos se enrojecían, no sé si por la luz que despedía el horizonte o porque presenciaba el atardecer más bello del mundo en una completa soledad. Y es que recuerdo como, por un momento, las aguas se tiñeron de un color púrpura que nunca anteriormente había visto. Y luego, lentamente, fascinado por aquel maravilloso espectáculo en el que el astro rey se sumergía perdiéndose en la líquida inmensidad, fueron tomando un tono rosáceo que maravillaron aún más mi absorta mirada. Me sentía hipnotizado ante tanta belleza. Mi corazón biológico latía con tal fuerza dentro de mi pecho que notaba cómo la sangre galopaba por mis venas repercutiendo en mis sienes. En aquellos mágicos instantes, me sentí unido a la naturaleza de una misteriosa forma que solamente he vuelto a percibir, otro verano en otro inmenso mar de arena, en el corazón del Sáhara… Conservo en mi memoria aquel momento tal real en el que, poco a poco, me pareció despertar como de un sueño. El aire estaba tibio, pero paulatinamente comenzaba a enfriarse. Mis pies desnudos se dejaban acariciar por las suaves olas en la orilla. Iba cayendo el día. Una gran paz llenaba mis pensamientos que tomaron los colores tiernos e indecisos del crepúsculo, mientras me abrazaba un silencio ensordecedor. Contemplaba atónito aquel inacabable océano que con celo guardaba todos los secretos, todos los anhelos de aquellos que un día, obligados, partieron de su orilla hacia el horizonte infinito de otros mundos, llevando marcada la sal como un tatuaje en la piel de los enamorados. Historias de una historia que en el instituto me habían explicado.
Tantos años después, separado del aquí y del ahora que fue, sigo buscando en cada atardecer una pizca de aquella magia que viví en Guinea. Es un anhelo que me acompaña siempre y que me recuerda que la vida está llena de momentos preciosos que debemos preservar. Y es que, aunque el tiempo pase, la huella y presencias de aquel y otros veranos seguirán brillando en mi corazón como estrellas en la noche más oscura. Tal vez por eso, en estos postreros días de verano, unas veces de manera consciente y otras a través del filtro submarino de los despiertos sueños, vuelve de manera insistente a mi memoria aquel ocaso en el que el sol se despedía con una sonrisa dorada en el horizonte y un silencio nuevo preservaba la intimidad recién alcanzada contra la avidez del tiempo que parecía haberse detenido. Un tiempo presente que fue y ya no es más que el eterno pasado de otro tiempo.
Juan Antonio, Gracias por compartir este relato maravilloso y hacernos partícipes del elixir de tu vivencia africana y también por recordarnos que en nuestra memoria atesoramos esos "momentos preciosos que debemos preservar".
ResponderEliminarUn abrazo,
Miguel Ángel Cerviño
A mi me encantan estos artículos en los que muestras tus rincones más íntimos. Siempre, cada verano, dedicas, yo diría como mínimo un par, a tu presente y pasado veraneo. En esta ocasión hablas de tu pasado, pero tampoco es la primera vez, has escrito varias veces sobre tus vivencias en el norte de África. Para mi estos son los artículos que te salen mejor, sigue por el mismo camino.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ramón
Tu artículo "Atardecer en Bata, el susurro del océano" nos sumerge en un emotivo relato autobiográfico que trasciende la mera descripción de un lugar y un momento en el tiempo. Es un viaje introspectivo, una exploración de la memoria y los sentimientos que nos conecta con nuestra propia historia y con la universalidad de la experiencia humana. Fantástico.
ResponderEliminarJuan Fernández
La vividéz descriptiva del autor logra evocar con gran precisión las sensaciones, los colores y los olores de aquellos atardeceres en Bata. Sus descripciones son tan detalladas que el lector casi puede sentir la calidez del sol, la brisa marina y la arena bajo los pies. Al menos, eso me ha ocurrido a mí. Brillante artículo.
ResponderEliminarAndrés Carrillo
Muy bonito y descrito con gran profundidad emocional.
ResponderEliminarAna Mª Extremera
Me ha gustado mucho. Más allá de la nostalgia, el artículo explora temas como la conexión con la naturaleza, el paso del tiempo, la búsqueda de identidad y el anhelo de lo perdido.
ResponderEliminarIsidre Corredera
Bellísimo relato escrito con un lenguaje poético.
ResponderEliminarFelicidades.
Josep Mª Masdeu
Hola Juan Antonio. El uso que haces de metáforas y símiles enriquecen la narrativa y le confieren a tu relato un tono lírico que conmueve al lector. Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos
Mª Antonia Domingo
La estructura narrativa que utilizas, hace que la historia se desarrolle de manera fluida, alternando entre recuerdos vívidos y reflexiones más abstractas sobre la vida y el paso del tiempo.
ResponderEliminarMuy logrado.
Mercè De la Casa
Un relato personal muy emotivo. La subjetividad es una característica inherente al texto. Sin embargo, encuentro que esta subjetividad no resta valor al artículo, sino que lo convierte en una experiencia más íntima y conmovedora.
ResponderEliminarCordiales saludos
José Luis Alcaráz
Si bien el artículo es muy rico en detalles sensoriales y emocionales, considero que podría beneficiarse de una mayor contextualización histórica y geográfica. No obstante, está muy bien y me ha gustado mucho.
ResponderEliminarDominique Després
A pesar de ser una historia particular, los temas abordados tienen un carácter universal y pueden resonar en cualquier lector que haya experimentado la nostalgia, el amor por la naturaleza o la búsqueda de sentido en la vida. Muy bueno.
ResponderEliminarJosep Mª Saperas
Aunque la descripción de los atardeceres es exquisita, podría haber un mayor equilibrio entre los aspectos descriptivos y los elementos narrativos. De hecho, creo que un mayor desarrollo de los personajes que rodeaban al autor o de las experiencias vividas en Bata podría agregar profundidad a la historia.
ResponderEliminarEs mi parecer.
Montserrat Fabregas
"Atardecer en Bata, el susurro del océano" es un texto conmovedor y evocador que nos invita a reflexionar sobre la importancia de los recuerdos y la belleza de la naturaleza. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo
Mª Ángeles Sánchez
Brillante. Desde mi punto de vista, es un artículo que trasciende el género periodístico y se acerca más a la literatura, demostrando el poder de la palabra escrita para conectar con las emociones más profundas del lector.
ResponderEliminarGemma Gómez
Este artículo podría ser publicado en revistas literarias, suplementos culturales de periódicos o en plataformas digitales especializadas en relatos y memorias. También podría formar parte de una antología de relatos sobre viajes o sobre la experiencia de vivir en un lugar exótico. Es una joya.
ResponderEliminarJosé Miguel López
¡Qué bonito!, tío.
ResponderEliminarBesos
Ariadna Valero
Una preciosidad de relato. Le habría encantado a mi padre.
ResponderEliminarAbrazos cariñosos
Mª Eugenia García Quer
Bonitos y brillantes recuerdos de juventud. Buenas noches.
ResponderEliminarAntonio Puig
¡Qué belleza de relato! Me has transportado a Guinea y me he visto paseando por la playa de Utonde...
ResponderEliminarEnhorabuena Juan Antonio
Vitor Leite
Conmovedor relato. Qué afortunado eres de tener esos recuerdos y saber plasmarlos con tanta precisión y belleza.
ResponderEliminarUn abrazo
Clarisa Campos
Un eterno pasado muy bien recordado y expresado. Ya el año pasado lo recordaste pero me parece que ahora lo has superado.
ResponderEliminarAbrazos,
Pepe Pascual
¡Hola!
ResponderEliminarBonito relato de tu juventud. Da la impresión con tus escritos veraniegos, que tu paso por tierras africanas está por encima de las otras etapas juveniles en la península. La lectura nos sumerge en esos sitios tan bien explicados por ti, que dan ganas de ir a visitarlos.
Imagino que Itoha sería de color, ya despuntabas en amores complicados, en aquella época estar con una chica de color tendría que ser bastante inusual.
Abrazos bercianos
Santiago Fernández
Buenasss noches tío, no sabía que habías estado en Guinea. Muy chulo todo lo que describes; no sé cómo te puedes acordar de todo eso tan detalladamente. Te vas haciendo mayor
ResponderEliminarBesos
Nacho Valero
Se nota que te dejó huella los años pasados en África…
ResponderEliminarEl relato es muy sentido para ti y parece que recordando lo vuelves a vivir…
Muy bonito…
Buenas noches
Pilar Salillas
Hola Juan Antonio.
ResponderEliminarTu nostalgia veraniega Africana, la llevas gravada en el alma. Alguna que otra vez, nos lo has recordado. Es un privilegio que tu mente pueda recordar, con tanto detalle, todos esos años de tu infancia y adolescencia y transmitirte aún tanta emoción; me alegro mucho.
Un abrazo.
Magda.
Me encanta poder leer tus artículos sobre tus recuerdos de veranos en playas de Marruecos y Guinea, que te han dejado una huella imborrable de tu adolescencia por África en donde tus ojos se llenaron de extraordinarias puestas de sol.
ResponderEliminarAgradecida por tus artículos, te doy mi ¡enhorabuena! por el de hoy.
Buenas noches mi amigo
Pili Obre
Buenas noches Juan Antonio, ahora acabo de leer el artículo que me has remitido. Siempre que describes tus recuerdos y sentimientos te expresas con un lirismo soberbio. Realmente eres un afortunado ya que has podido saborear la vida en toda su intensidad y variedad, hablas de paraísos perdidos, de un mundo casi mítico que la realidad y la historia han sepultado, quizás por ello suenan tan atractivos tus relatos.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Jordi
Tus artículos describiendo paisajes de tu infancia y adolescencia, con ese tinte melancólico que, por muchas razones, no pueden volver y si volvieran tampoco serian iguales. Al leer la descripción de Bata, me ha recordado de haber estudiado con una compañera de una familia oriunda de Fernando Poo, eran acomodados. Aun me acuerdo de su nombre, Barleycong, que tal vez tu conocieras algunos de sus miembros. Era una familia numerosa.
ResponderEliminarUn abrazo
Encarna Bosch
El artículo es una evocadora pieza de prosa que transporta al lector a los recuerdos nostálgicos del autor sobre un verano en Guinea Ecuatorial.
ResponderEliminarJavier González
El artículo me ha gustado mucho.El título es poético y sugestivo, capturando de inmediato la atención del lector. Y la temática gira en torno a la nostalgia y la belleza de los atardeceres en Bata, Guinea Ecuatorial, y cómo estos recuerdos han dejado una huella imborrable en el autor.
ResponderEliminarJordi Capel
¡Fantástico!. El estilo del autor es lírico y descriptivo, utilizando un lenguaje rico en imágenes sensoriales. Las descripciones detalladas de los paisajes, los sonidos y las sensaciones crean una atmósfera vívida que permite al lector casi sentir el calor del sol y escuchar el susurro del océano. Frases como “la luz anaranjada que llenaba el cielo” y “las aguas se tiñeron de un color púrpura” son ejemplos de la habilidad del autor para pintar con palabras.
ResponderEliminarNieves Vallejo
Su artículo está bien estructurado, comenzando con una introducción que nos sitúa a los lectores en el contexto de sus recuerdos. A medida que avanza, se despliega una serie de escenas y momentos que capturan la esencia de los veranos en Bata. La conclusión reflexiva sobre el paso del tiempo y la permanencia de estos recuerdos en su memoria cierra el artículo de manera introspectiva y conmovedora. Enhorabuena.
ResponderEliminarIsabel Rodríguez
El contenido es profundo y personal, ofreciendo una ventana a la vida del autor y su conexión emocional con Guinea Ecuatorial. La reflexión sobre cómo África “embruja” y deja una marca indeleble es un tema recurrente que añade una capa de profundidad al texto. Muy bonito y descriptivo.
ResponderEliminarConsol Herrera
¡Que bonito y brillante relato!. El impacto emocional es significativo. La nostalgia y la belleza de los recuerdos del autor resuenan con el lector, evocando sus propias memorias de lugares y momentos especiales. La capacidad del autor para transmitir sus sentimientos de paz y asombro ante la naturaleza es uno de los puntos fuertes del texto que más me han gustado.
ResponderEliminarSaludos
Francisco Ibáñez
Muy bueno. Es un artículo bellamente escrito que destaca por su lenguaje poético y su capacidad para evocar emociones profundas. Es una lectura recomendada para aquellos que disfrutan de la prosa lírica y las reflexiones nostálgicas sobre el pasado.
ResponderEliminarArantza Arteche
Precioso. Poesía en prosa. Y el párrafo final lo mejor de todo.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias.
Jaime Martínez
Tu último artículo muy bien, cargado de melancolía y añoranzas. Al final del verano te salen unos artículos muy cargados de recuerdos, idealizando tiempos pasados de la juventud y la niñez, pero está magistralmente descrito y con gran belleza.
ResponderEliminarBona nit
Manel Pulido
Querido amigo, he leído tu último artículo, que como siempre me ha gustado, pero una vez más, cuanta nostalgia, tranquila, dulce pero a la vez lejana. Afortunadamente que todavía podemos recordar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Marga López
Hola J.A. Que bonito artículo recordando tu adolescencia. Supongo que te ha marcado positivamente el resto de tu vida.
ResponderEliminarQue tengas una feliz noche.
Anna García
Juan Antonio, eres un poeta. Me ha encantado tu descripción de tu estancia en A frica. Te felicito por tu amor a esa tierras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pilar Barrabés
Bona tarda!! Impactant !! Quin relat!! Quins calfreds!!
ResponderEliminarM'ha agradat molt el teu darrer article. Prosa poètica!! La descripció és tan minuciosa que és com si el lector estigués físicament en el lloc i sentís les mateixes emocions que tu descrius!! Tot un art!!
Gràcies per compartir
Petons
Joana Companys