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viernes, 28 de noviembre de 2025

España, una contradicción, como regar un cactus de plástico

 

Pues sí, inconcebible es poco. Resulta que Sánchez, con su mera presencia, provoca urticaria política. Ay, si no existiera, Feijóo ya estaría entronizado en La Moncloa, como desean —con una devoción casi mística— las derechas y ultraderechas del reino, arropadas por la alfombra mullida de ciertos poderes económicos, empresariales y, por qué no decirlo, alguna toga demasiado parlanchina. Y claro, como el personaje molesta, hay que cercarlo por tierra, mar, aire… y hasta por el salón familiar si hace falta, y lo están haciendo.

 

Pero no nos engañemos: la responsabilidad no recae solo en quienes mueven los hilos, sino también en el propio “pueblo soberano”. Ese conjunto del que, aproximadamente, entre el 65 % y el 75 % del electorado español —son personas que, por sus ingresos, estabilidad laboral o tipo de empleo, forman parte de la llamada clase obrera o trabajadora— deberían tener muy claro quién defiende sus intereses. Y, sin embargo, ese enorme bloque social asiente y obedece, disciplinado como un coro bien entrenado, determinados mensajes y conceptos, de otros que les escriben la partitura. Y es que cuesta trabajo comprender que, en un país en el que a los votantes pensionistas se les han incrementado las pensiones un 15,1 % acumulado en solo tres años —2023, 2024 y 2025—, donde el aumento medio de los salarios de los trabajadores en activo, en ese mismo período, ha oscilado entre el 8 % y el 9 %, y tal y como indica el reciente anuncio del Gobierno, tras el acuerdo con los sindicatos, de una subida salarial para los funcionarios públicos —un colectivo de 3,5 millones de trabajadores— del 11 % entre 2025 y 2028, cifras que en cualquier otra nación desatarían celebraciones, aquí parezca que da igual; y muchos sigan votando a quienes les recortan derechos y desmontan conquistas sociales. Un fenómeno casi científico: ejercer el voto contra uno mismo, como quien riega un cactus de plástico esperando que florezca.”

 

Y, a todo esto, se suma un episodio que pasará a los manuales de anomalías jurídicas: la Sala Segunda del Tribunal Supremo decidió condenar al Fiscal General del Estado antes de redactar la sentencia, como quien anuncia primero el resultado del examen y ya después, si eso, corrige las preguntas. No es que importaran los fundamentos jurídicos, ni las pruebas, ni la motivación: lo esencial era la condena. La sentencia ya la escribirán cuando encuentren las palabras adecuadas para justificar lo que ya habían decidido. Un sistema judicial que actúa así no imparte justicia; más bien la interpreta, la acomoda y la exhibe como si fuera un trofeo o número de feria.

 

Quizá, en el fondo, seguimos viviendo en aquella guerra que nunca terminó del todo. Hay quien, herido en su nostalgia, cree que España le pertenece por derecho celestial, igual que otros reclaman tierras en Oriente Medio como si fueran herencias heredadas de Yahvé. Y mientras tanto, el pueblo —ay, el pueblo— se deja mecer por los mismos cuentos de siempre.

Cómo puede un obrero entregar su voto al señor que le recuerda, con una sonrisa de mármol, cuál es su sitio. En fin, país extraño el nuestro: poéticamente absurdo, satíricamente fiel a sus contradicciones. A veces da la impresión de que no avanzamos: solo repetimos, con leves variaciones, la misma partitura de siempre.

 

Y para rematar la faena, asistimos al milagro económico del siglo: España se convierte en uno de los países europeos donde más aumenta el empleo y más baja la desigualdad, pero el éxito no se celebra, porque hay quienes prefieren una mala noticia que les dé la razón antes que un dato que les lleve la contraria. Hay quien necesita un país enfermo para poder venderle la cura. Y, mientras tanto, los mismos que claman por la unidad nacional promueven el enfrentamiento constante, como si la crispación fuera un deporte olímpico. Se rasgan las vestiduras por la patria al tiempo que recortan aquello que sostiene a la patria real: derechos, servicios públicos, salarios dignos, y un mínimo de decencia en el debate político.

 

Quizá el problema no sea la falta de información, sino el exceso de comodidad. Al fin y al cabo, nada resulta más útil para los poderes fácticos que un ciudadano convencido de que pensar es una pérdida de tiempo. Y es que, como le oí, en mi juventud, decir en alguna ocasión a un querido y recordado profesor de filosofía del instituto de Ceuta, con más ironía que optimismo, “La libertad no se arrebata: se entrega envuelta en silencio”. Y así, entre resignaciones discretas y entusiasmos prestados, seguimos confundiendo paz con obediencia.

 

Y así continuamos, creyendo que la historia avanza mientras solo gira en círculos, maquillada con estadísticas y titulares. Tal vez algún día descubramos que el verdadero milagro español no es crear empleo, reducir desigualdad o mantener a flote la democracia, sino la capacidad casi sobrenatural de una mayoría para indignarse por lo que no le afecta y bostezar ante lo que le determina la vida. Hasta entonces, que nadie se alarme: todo bajo control. Los que mandan seguirán mandando, los que votan seguirán soñando, y España continuará interpretando su zarzuela infinita, afinada por los mismos de siempre. Curtain call.

 

 

domingo, 23 de noviembre de 2025

La justicia al revés: premiado el culpable, condenado el FGE

 

El juicio al Fiscal General del Estado, Sr. García Ortiz, ha quedado visto para sentencia. En su desarrollo, lo único que aparentemente ha quedado claro a mi modo de ver es el “contexto” de la causa; es decir, que no hay pruebas. Es más, no hay ni siquiera indicios. Tal vez, porque, en realidad, ese “contexto” se extiende mucho más allá de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo que ha presidido el magistrado Andrés Martínez Arrieta, y se creó con una sola frase: “el que puede hacer que haga”.

 

Todo empezó con la nota de prensa de la APIF (Asociación Profesional Independiente de Fiscales) criticando la que previamente había publicado la Fiscalía Provincial de Madrid, en fecha 14.03.2024, desmintiendo los bulos de Ayuso y MAR, (Miguel Ángel Rodríguez) sobre quien había ofrecido el pacto de culpabilidad de Alberto González Amador. De inmediato, en cinco días, el ICAM (Ilustre Colegio de Abogados de Madrid), utilizando el argumentario de aquella asociación de fiscales, puso una denuncia el 20.03.2024 ante el juzgado de instrucción correspondiente, al que se sumaría otra de la “Fundación Foro Libertad y Alternativa” (VOX, Hazte Oír) el 24.03.2024. Por otro lado, la querella de Alberto González Amador, por esa nota de prensa que entendía que era en contra de su honor y de su derecho de defensa, fue presentada casi dos meses después, concretamente, el 07.05.2024, en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, y se dirigía contra los fiscales Julián Salto Torres, fiscal de delitos económicos de la fiscalía y, María Pilar Rodríguez Fernández, jefa de la Fiscalía provincial de Madrid.

 

Ante el revuelo mediático causado, el Fiscal General del Estado (FGE), que obviamente es aforado, reconoció el 11.06.2024, que dicha nota fue redactada previa autorización suya y con sus “instrucciones expresas y directas”. Solo entonces se formuló la denuncia del “S.C.F. Manos Limpias” (Sindicato Colectivo de Funcionarios Públicos Manos Limpias) en fecha de 17.06.2024, y en virtud de la citada asunción extraprocesal de responsabilidad institucional por parte del Fiscal General del Estado, la Sala II del Tribunal Supremo decidió abrir una nueva instrucción el 15.10.2024 y encausar, al FGE y a la Fiscal Jefa Provincial de Madrid, María Pilar Rodríguez Fernández, para averiguar cómo tuvieron acceso los medios de comunicación a los correos electrónicos intercambiados por los Fiscales y el FGE, horas antes de dar publicidad a aquella nota informativa de 14.03.2024. Hecho éste de la filtración del correo electrónico que había recibido Julián Salto, fiscal de la sección de delitos económicos de Madrid, el 02.02.2024 y que, de comprobarse cierto, podría ser considerado como un delito de revelación de secretos cometido por ambos encausados; es decir los citados anteriormente Álvaro García Ortiz, (FGE) y Mª Pilar Rodríguez Fernández, (FJPM).

 

A partir de ahí, el juez Ángel Luis Hurtado, magistrado del Tribunal Supremo que actúa como instructor de la causa abierta contra el (FGE) y los tres jueces de la Sala de Apelaciones del Tribunal Supremo, Julián Artemio Sánchez Melgar, Eduardo de Porres Ortiz de Urbina y Andrés Palomo del Arco, instruyeron el sumario contra el FGE, y excluyeron de responsabilidad a la Fiscal Jefa Provincial, María Pilar Rodríguez Fernández. Finalmente, como es bien conocido y para no cansar al lector, cabe decir que a partir del 03.11.2025, siete jueces más han juzgado al Fiscal General del Estado, que ha acabado enfrentando a abogados, fiscales y jueces, organizados alrededor de intereses profesionales y políticos, y a “un ciudadano particular” que cuenta con el apoyo incondicional del Gobierno Regional de la Comunidad de Madrid, presidido por su novia, Dña. Isabel Díaz Ayuso.

 

A mi entender, y aclarando ser lego en leyes, todo este encausamiento al FGE ha sido una farsa. Y conocido es que una farsa es siempre una farsa, y este juicio se ha convertido en una farsa que le ha explotado al Tribunal Supremo en plena cara por el deseo de que el Fiscal General del Estado dimitiera previamente de tan Alta Magistratura del Estado, antes de llegar a juicio, como único objetivo. Y lo peor de esta farsa es que el guión lo ha escrito un chapuzas, como parece ser el juez Ángel Luis Hurtado, con la colaboración del famoso sindicato Manos Limpias, el empuje del Partido Popular, la inestimable colaboración de MAR, ese señor que dice ser periodista sin serlo y, toda ella rematada por dos magistrados del Tribunal Supremo claramente adscritos ideológicamente al Grupo Popular. Uno de ellos, Eduardo de Porres, marido de Sagrario Fernández, quien ha sido activista vinculada al Partido Popular y que hizo campaña por el PP en las elecciones europeas.

 

Lo que late hoy en la opinión pública, tras el juicio y su desarrollo contra el Fiscal General del Estado, que ha generado un amplio eco mediático, con amplia cobertura por parte de la prensa escrita, los canales de televisión y los medios digitales, además de las redes sociales, que han sido un espacio activo para el debate público es, si el Tribunal Supremo se atreverá a una sentencia claramente prevaricadora, estando seguro de que otro tribunal de instancias europeas, como es el TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo) o el TJUE (Tribunal de Justicia de la Unión Europea, con sede en Luxemburgo, la revocarían o bien optará por dejar con la toga al aire, entre otros, al Juez Instructor Angel Luis Hurtado y a los jueces de la Sala de Apelaciones del Tribunal Supremo, que siempre será algo menos lesivo que dejar en ridículo a la propia Sala de lo Penal del Tribunal Supremo que lo ha juzgado o a Doña María Isabel Perelló Doménech, que ostenta la Presidencia del Tribunal Supremo de España y, además  ocupa el cargo de Presidenta del Consejo General del Poder Judicial.

 

En definitiva, una situación de traca; pues, si los periodistas dicen la verdad, el FGE es inocente. Si se sabe a ciencia cierta que mienten: han de ser procesados por falso testimonio. Y, si no se sabe si mienten o no, significa que no se sabe dónde está la verdad, Y eso es más que una duda razonable para condenar a nadie. Y es que es una pena que el genial Berlanga no pueda asistirnos y hacernos reír filmando la historia histeriforme dentro del “contexto” de este desbarajuste proverbial, en el que han quedado grabadas suculentas declaraciones, entre otras:  " O me voy de España, o me suicido, vamos, es que me escapo", o “Es que tengo el pelo blanco, por eso intuyo", y esta otra, “Yo no me baso en fuentes porque no soy notario, soy periodista y trabajo en política”. Lo dicho, España, en “contexto”. Y, en ese mismo contexto llega la sorpresa de última hora: “El Tribunal Supremo ha condenado al Fiscal General del Estado”, mientras quien cometió el delito acaba recibiendo compensaciones económicas. Un veredicto, adoptado con división interna entre los propios magistrados, que ha dejado al país perplejo, tras una inversión de la lógica y convierte el final de esta farsa judicial en un verdadero contrasentido: el castigo recae sobre quien denunció las maniobras, no sobre quien las protagonizó. España, siempre en su propio “contexto”. Tiempo al tiempo, veremos a ver qué opinan los Tribunales Europeos.

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 4 de noviembre de 2025

Lágrimas y ecos sobre el Liceo Escolar

 

No fue la rebelde neblina del río, sino el polvo amargo de la pólvora lo que cubrió aquel día de otoño a Lleida. Nueve bombarderos italianos Savoia-Marchetti S.M.79, pertenecientes a la Aviación Legionaria italiana, el 2 de noviembre de 1937 vistieron la ciudad de luto eterno, cuando la luz, a las tres horas y cuarenta de la tarde, se quebró en el Liceo Escolar de Lleida.

 

Segre 4.11.2025

El silencio de las aulas fue aniquilado por el bramido metálico de los aviones, y el eco de la infancia y la juventud quedó sepultado bajo el derrumbe del saber. La pizarra, ya sin tiza, se hizo lápida; el pupitre, ataúd de madera. Los maestros y sus alumnos, unidos en el instante más cruel, ascendieron hacia el cielo entre una columna de humo y escombros, dejando en la capital de las Terres de Ponent una herida abierta de inocencia truncada.

 

Hoy, la niebla no desciende con el aliento helado del otoño, cubriendo los campos donde la vida descansa. Hoy, la memoria se viste de ocre y púrpura, y el silencio de las hojas caídas es el único himno que acompaña el paso del tiempo. Las almas de aquellos 48 niños y 12 profesores que murieron retornan en nuestro recuerdo por una senda invisible hacia la luz tenue de los crisantemos, donde el recuerdo se derrite como lágrimas y testimonio de la historia. No hay adiós en la bruma del Segre de aquel día, solo un puente de reconocimiento tejido con hilos de nostalgia. Y así, entre el frío y el dolor, comprendemos que el verdadero mausoleo no es de piedra, sino el latido incesante y cálido del corazón que aún les nombra en aquel Liceo Escolar de Lleida.

 

Hoy, la ciudad enciende velas por la cruel tragedia, por la memoria innegociable de aquellos inocentes niños y sus profesores. Su recuerdo es la única campana que insiste en sonar en la avenida Blondel y alrededores, exigiendo que aquel fatídico instante se alce no como ruina, sino como eterno monumento a la paz.