Vivimos en un hoy en el que todo
tiene que ser nuevo, nuevo, nuevo…
Las proporciones monetarias de
nuestro tiempo se han vuelto locas; es consecuencia del naufragio del sentido
crítico.
El Gobierno asegura que con la
reforma laboral se consigue mayor coordinación para un crecimiento sostenible;
debe ser con el éxodo de los jóvenes, los conflictos sociales y la pobreza de
gran parte de la población.
Ya se vislumbra que salimos de la
crisis; un hecho falso, pero útil para los que viven de ordeñar
las frustraciones.
Cuando las rentas
bajas están asfixiadas a impuestos, rebajar la imposición fiscal al juego del
55% al 10% es por lo menos obsceno.
En la universidad, el número de
becas ha descendido y en cambio han subido las tasas. Un sociólogo apunta que
se está generando un malestar sordo, muy potente como caldo de cultivo. Quizá
por ello, las protestas van siendo, cada vez, más virulentas y los
antidisturbios han tenido que volver a entrar a los campus. Algo se mueve en la
universidad, pero… muy lentamente.
Ucrania, es el vivo ejemplo de
las guerras de la paz.
Europa ha dejado de ser una
tierra civilizada: el consumismo es una actitud que no encaja ni converge con
el humanismo.
En cualquier ciudad, en cualquier
gran negocio, detrás de la zona de compras, está la especulación y la
despersonalización del centro histórico.
La prohibición se genera en base
a todo tipo de intereses de la clase dirigente.
Cuando en un país, los recursos
de los bancos superan el PIB del Estado, es señal de que el Gobierno no
gobierna; sino que está al servicio de ellos.
En la anterior legislatura, el
Ejecutivo justificó el auge del ladrillo por la inmigración y el apetito
inversor, los organismos internacionales advertían de un sobreprecio del 30% de
la vivienda, España llamaba catastrofistas a los que alertaban de la burbuja,
el FMI temía las consecuencias del pinchazo inmobiliario y la grave crisis que
ocasionaría y todos se quedaron con los brazos cruzados; se repetía la fábula
de Esopo: ¿Quién le pone el cascabel al gato…?
El juez Ruz recibe más pruebas
bancarias de la caja “B” del PP. Bankia acredita la compra de participaciones
de Libertad Digital anotadas en los cuadernos del extesorero Luis Bárcenas;
pero… nadie sabe nada, solamente es culpable el que está en la cárcel.
Los expertos desmontan los puntos
clave del nuevo Código Penal y el PP espera con beatífica paciencia que pasen
las elecciones europeas para aprobarlo.
En Francia la
abstención en las municipales ha batido records y han proliferado las papeletas
nulas; conditio sine quanon, la ultraderecha no se frotaría las manos.
Es por ello, que en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, la
mejor manera de mostrar a los políticos que estamos indignados por la gestión
que hacen de la crisis, es yendo a votar; no lo dudes.
Más allá del
Estado, que dicen somos todos; el pueblo que ganó de sobra la libertad, no se merece perderla por culpa de
incompetentes y disgregadores. Pero… no debemos olvidar que vivimos en una democracia,
y en la democracia, si no está manipulada o si no es solo un disfraz del
auténtico poder, hay que convivir según el gusto de la mayoría.
La incertidumbre ha dejado de ser
una cuestión nacional, para convertirse en global. Todos somos rehenes del poderoso
grupo Bildergerg; los gobiernos también.
Detrás de la grave
pobreza que ya afecta a 3 millones de personas en España, a 80 millones en Europa y a 3.570 millones en
el mundo, me parece un estúpido sinsentido la alegría que ha proporcionado
lograr fabricar una célula artificial íntegramente en el laboratorio; es decir,
la vida sintética está aquí, ha llegado. A no ser que ese júbilo se centre en
el interés de los poderosos para obtener más beneficio de los menesterosos.
Estamos en un
tiempo en el que la gente comienza a desconfiar de las palabras. Tal vez porque
intuye que ya no hay futuro; ahora, más que nunca, somos el pasado. Usando
una metáfora cruel volvemos a los tiempos del agitprop; pero ahora nos
llega desde estrategia política del capitalismo de derechas… Y ellos, lo saben.
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