miércoles, 23 de marzo de 2016

Conferencia de Ramón Cotarelo




El pasado 18 de marzo, asistí a una conferencia que, dentro del ciclo “Catalunya vista des d’Espanya”, impartió el politólogo y escritor español, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Ramón Cotarelo. Y he de comenzar diciendo que no me gustó nada.
Mi negativa crítica la baso, fundamentalmente, en dos razones que, desde mi punto de vista, considero objetivas:  1ª No sabe hablar, o no alcanzó a expresarse adecuadamente, en esta ocasión, y 2ª No dijo nada. Todo su argumentario fue pobre, inconexo y, muchas veces hasta falaz. En las tres o cuatro veces que arrancó un general aplauso del auditorio, lo provocó exponiendo lo que el público quería oír y eso, a mi modo de ver, tiene escaso o nulo mérito.
 
Ramón Cotarelo
Me llamó la atención la escasa novedad que aportó sobre el tema, así como el enfoque. Y destaco tal afirmación, porque la idea que tenía sobre él, a través de lo que le he leído, era la de un profesor riguroso y escasamente especulativo. A mí que no soy nada sospechoso de ser de derechas y que carezco del concepto de “Patria” me parece que el tema de Cataluña es, cuando menos, intrincado, complejo y matizado. Salvando las distancias, algo así como  lo que expresa el genial Shakespeare en el acto tercero de su magna obra Hamlet, cuando nos dice: “Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar”.

Por otra parte, comparar el derecho que asiste al pueblo canadiense o escocés, con el de Cataluña me parece inmoral. Es como si en la época romana, algún pueblo, por ejemplo Hispania,  hubiera intentado argumentar, para desligarse de Roma que los pueblos bárbaros lo podían hacer. Que yo conozca, ningún pueblo ha conseguido jamás la independencia sin levantarse en armas contra el “Imperio, el Tirano o el Opresor”. Y eso de que ahora ya no se puede “intervenir” con el ejército para acallar a los pueblos, que se lo pregunten a vietnamitas, afganos, iraquíes, sirios o ucranianos, entre otros. Y poner como ejemplo de independencia modélica a Checoslovaquia, que solamente existió como nación soberana entre 1918 a 1992 y de esas fechas deberíamos quitar el período de años correspondiente a la Segunda Guerra Mundial, época en la que perteneció a Alemania, me pareció el colmo de un delirante desvarío. Podía haber citado, también, a Yugoslavia…y sabemos lo que sabemos que ocurrió.

Creo, honestamente, que no es ese el procedimiento. Si se intenta convencer a los votantes sobre la bondad del proceso y no se les explica bien los puntos fundamentales, es que no se transita por buen camino. Y los discursos se dirigen a las vísceras, pero no a la razón… Creo. Y cuando habló de la “Ley” y dijo que si no es justa, el pueblo no debe obedecerla, me parece “una blasfemia jurídica”. Fíjate que el padre de la ética y casi de la filosofía, Sócrates, prefirió pagar con su vida, antes que transgredirla. Para el filósofo las leyes eran lo justo, de carácter general, válidas para todos sin excepción, y casi sagradas. Si eran respetadas, otorgaban el carácter de ciudadano ateniense. Y si las leyes se acomodaban a las necesidades de los particulares, no servirían, dejarían de ser justas. Si no eran cumplidas por todos, perdían su fuerza, dejaban de ser ley y, por lo tanto, el Estado, que se apoya en ellas, dejaba de existir.

Personalmente no estoy en contra de la independencia de Cataluña y no me extraña la frustración de mucha buena gente catalana y no catalana; sobre todo,  cuando enfrente tenemos a esa recua de cabestros que dirigen el Gobierno central. Pienso, casi siempre pienso, y no siempre bien; pues muchas veces me equivoco. Considero que la democracia que tenemos es absolutamente falsa. Y me explico, es falsa porque tal y como está efectuada la representación del pueblo en el Parlamento no sirve para nada. Hace unas semanas veíamos a Pedro Sánchez dirigirse a los representantes del pueblo en el Congreso, con el apelativo de “Señorías”. Sus palabras, iban encaminadas y orientadas para  convencer a los 350 diputados del hemiciclo, sobre su propuesta de gobierno. Estoy seguro que convenció a más de uno; pero…cuando llegó la votación, ya sabemos lo que pasó. Es decir, como no existe libertad de voto en los partidos políticos y, por consiguiente, en los diputados que teóricamente nos representan, todos sus argumentos no sirvieron para nada. Por ello, sería más honesto que en lugar de poner en escena “esa representación formal”, Pedro Sánchez se hubiera reunido solamente con los líderes de los 13 partidos políticos presentes en el Parlamento y hubieran intentado llegar a algún tipo de acuerdo que le permitiera a él o a otro firmar Gobierno. Lo contrario es perder y hacernos perder miserablemente el tiempo. Podrían haber aprendido los padres de la Patria que parieron la Constitución lo que supone una Democracia Participativa, como me has oído que es la Suiza, con sus defectos, que también los tiene, pero no de la envergadura de la que nosotros tenemos.

Finalizo. Tuvimos y soportamos un dictador que Cotarelo llamó en reiteradas ocasiones “General Franco”. Un dictador no mejor ni peor que Pinochet, Sadam Huseim, Muamar el Gadafi, Ḥusni Mubārak o  Bashar al-Ásad, por citar algunos ejemplos. El nuestro y el chileno murieron  en la cama, porque, aun siendo dictadores, estuvieron posicionados en el “lado bueno”…, no porque fueran mejores que los otros ellos… 

En fin, reitero, no me gustó absolutamente nada, porque, como indico al principio, desde mi punto de vista, nada aportó.

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