El pasado 18
de marzo, asistí a una conferencia que, dentro del ciclo “Catalunya vista des d’Espanya”, impartió
el politólogo y escritor español,
catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Educación a
Distancia, Ramón Cotarelo. Y he de comenzar diciendo que no me gustó nada.
Mi negativa
crítica la baso, fundamentalmente, en dos razones que, desde mi punto de vista,
considero objetivas: 1ª No sabe hablar,
o no alcanzó a expresarse adecuadamente, en esta ocasión, y 2ª No dijo nada.
Todo su argumentario fue pobre, inconexo y, muchas veces hasta falaz. En las
tres o cuatro veces que arrancó un general aplauso del auditorio, lo provocó
exponiendo lo que el público quería oír y eso, a mi modo de ver, tiene escaso o
nulo mérito.
Me llamó la
atención la escasa novedad que aportó sobre el tema, así como el enfoque. Y
destaco tal afirmación, porque la idea que tenía sobre él, a través de lo que
le he leído, era la de un profesor riguroso y escasamente especulativo. A mí
que no soy nada sospechoso de ser de derechas y que carezco del concepto de
“Patria” me parece que el tema de Cataluña es, cuando menos, intrincado,
complejo y matizado. Salvando las distancias, algo así como lo que expresa el genial Shakespeare en el
acto tercero de su magna obra Hamlet, cuando nos dice: “Ser o no ser, ésa es la
cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de
la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y
darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño,
diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de
nuestra débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con
ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar”.
Por otra
parte, comparar el derecho que asiste al pueblo canadiense o escocés, con el de
Cataluña me parece inmoral. Es como si en la época romana, algún pueblo, por
ejemplo Hispania, hubiera intentado
argumentar, para desligarse de Roma que los pueblos bárbaros lo podían hacer.
Que yo conozca, ningún pueblo ha conseguido jamás la independencia sin levantarse
en armas contra el “Imperio, el Tirano o el Opresor”. Y eso de que ahora ya no
se puede “intervenir” con el ejército para acallar a los pueblos, que se lo
pregunten a vietnamitas, afganos, iraquíes, sirios o ucranianos, entre otros. Y
poner como ejemplo de independencia modélica a Checoslovaquia, que solamente
existió como nación soberana entre 1918 a 1992 y de esas fechas deberíamos
quitar el período de años correspondiente a la Segunda Guerra Mundial, época en
la que perteneció a Alemania, me pareció el colmo de un delirante desvarío. Podía
haber citado, también, a Yugoslavia…y sabemos lo que sabemos que ocurrió.
Creo,
honestamente, que no es ese el procedimiento. Si se intenta convencer a los
votantes sobre la bondad del proceso y no se les explica bien los puntos
fundamentales, es que no se transita por buen camino. Y los discursos se
dirigen a las vísceras, pero no a la razón… Creo. Y cuando habló de la “Ley” y
dijo que si no es justa, el pueblo no debe obedecerla, me parece “una blasfemia
jurídica”. Fíjate que el padre de la ética y casi de la filosofía, Sócrates,
prefirió pagar con su vida, antes que transgredirla. Para el filósofo las leyes
eran lo justo, de carácter general, válidas para todos sin excepción, y casi
sagradas. Si eran respetadas, otorgaban el carácter de ciudadano ateniense. Y
si las leyes se acomodaban a las necesidades de los particulares, no servirían,
dejarían de ser justas. Si no eran cumplidas por todos, perdían su fuerza,
dejaban de ser ley y, por lo tanto, el Estado, que se apoya en ellas, dejaba de
existir.
Personalmente
no estoy en contra de la independencia de Cataluña y no me extraña la
frustración de mucha buena gente catalana y no catalana; sobre todo, cuando enfrente tenemos a esa recua de
cabestros que dirigen el Gobierno central. Pienso, casi siempre pienso, y no
siempre bien; pues muchas veces me equivoco. Considero que la democracia que
tenemos es absolutamente falsa. Y me explico, es falsa porque tal y como está
efectuada la representación del pueblo en el Parlamento no sirve para nada.
Hace unas semanas veíamos a Pedro Sánchez dirigirse a los representantes del
pueblo en el Congreso, con el apelativo de “Señorías”. Sus palabras, iban
encaminadas y orientadas para convencer
a los 350 diputados del hemiciclo, sobre su propuesta de gobierno. Estoy seguro
que convenció a más de uno; pero…cuando llegó la votación, ya sabemos lo que
pasó. Es decir, como no existe libertad de voto en los partidos políticos y,
por consiguiente, en los diputados que teóricamente nos representan, todos sus
argumentos no sirvieron para nada. Por ello, sería más honesto que en lugar de
poner en escena “esa representación formal”, Pedro Sánchez se hubiera reunido
solamente con los líderes de los 13 partidos políticos presentes en el
Parlamento y hubieran intentado llegar a algún tipo de acuerdo que le
permitiera a él o a otro firmar Gobierno. Lo contrario es perder y hacernos
perder miserablemente el tiempo. Podrían haber aprendido los padres de la
Patria que parieron la Constitución lo que supone una Democracia Participativa,
como me has oído que es la Suiza, con sus defectos, que también los tiene, pero
no de la envergadura de la que nosotros tenemos.
Finalizo.
Tuvimos y soportamos un dictador que Cotarelo llamó en reiteradas ocasiones
“General Franco”. Un dictador no mejor ni peor que Pinochet, Sadam Huseim,
Muamar el Gadafi, Ḥusni Mubārak o Bashar
al-Ásad, por citar algunos ejemplos. El nuestro y el chileno murieron en la cama, porque, aun siendo dictadores,
estuvieron posicionados en el “lado bueno”…, no porque fueran mejores que los
otros ellos…
En fin, reitero, no me gustó absolutamente nada, porque, como indico al
principio, desde mi punto de vista, nada aportó.
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