viernes, 18 de marzo de 2016

Pensamientos…


A veces, cuando voy simplemente paseando o de camino hacia mi casa, me surgen pensamientos que mi mente construye sin que yo se lo ordene. En otras ocasiones, acuden, en un determinado momento, cuando voy al volante del coche por una carretera a cualquier parte. Y, de vez en cuando, también me ocurre cuando elevo la vista al cielo sin ver nada y dejo vagar mi mente soñando muy despierto. Y este hecho me resulta extraño; porque, no obstante las diferencias de esa curvatura del espacio-tiempo, todas las cavilaciones tienen algo en común: surgen, aparentemente, sin saber por qué o quizá sí y es mi subconsciente que traiciona a mi mente sin yo saberlo. La última citada, la de soñar despierto, es una de ellas. La voy rumiando sin haber salido aún de una clase en la UDL. Y ha florecido en mí como lo hacen las primeras flores de los almendros, sin que mi olfato se haya desprendido aún del olor a geosmina, esa sustancia que produce un microbio tras liberar las esporas cuando la húmeda tierra se encharca, y sin que de mis ojos se apague esa “luz en retratos” de los telediarios que nos arroja la deslumbrante miseria en la que infrahumanamente “viven” una considerable legión de refugiados sirios, iraquíes, afganos, eritreos, sudaneses, pakistaníes… que adornan las fronteras del este de Europa en los Balcanes… Hay, en esas imágenes, niños, hay mujeres, hay ancianos, padres y madres de familia y hay jóvenes, todos ellos hacinados junto a una naturaleza extraña para ellos e inundada de barro, de penurias y desdichas, y a los que una repugnante Europa retiene en sus fronteras como si fueran un mero trámite o la peste que viniera a arrebatarnos la vida que miles de ellos ya perdieron...

Refugiados sirios en Idomeni

Finaliza la clase. Despierto… y poco a poco, voy buscando en el zurrón de mis recuerdos las voces de los padres de aquella Ítaca que firmaron el Tratado de Roma. Voces que animaban a los ciudadanos de Europa a formar parte de esa tarta que alegremente se nos presentaba como la panacea democrática y solidaria de sus pueblos. Quizá, aquellos eran otros tiempos… y es cierto, pero no me refiero a eso, sino a modelos de comportamiento concretos y no hace falta hablar de nombres del presente para saber quiénes son ellos. En todo caso, espero, que el público, cuando vea algún líder de esos en la televisión, reflexione sobre que, en realidad, tal vez piensa lo contrario de lo que está diciendo.

El drama: Idomeni, Lesbos, siento que va por dentro, brotando con la mansa y sumisa cadencia de una obra de Chejov, y, sin aspavientos, me pregunto: ¿por qué me vendrán esos pensamientos…?
¡Hay que ser realista! Me contesta el subconsciente. Y yo…., posiblemente, solamente sueño.


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