Recientemente, entre el
14 y el 25 de mayo, se ha celebrado la 72ª edición del Festival de Cine de
Cannes. Un festival que ha reunido a un selecto elenco de actrices, actores, cantantes,
súper modelos; es decir, it girls de
todo el planeta y que, siguiendo la tradición, han desfilado por la alfombra
roja. Entre los hombres, los dos actores más deseados del globo; a saber, Brad
Pitt y Leonardo DiCaprio, admirados por su talento y
su belleza, junto a nuestro malagueño internacional Antonio Baneras, han
acaparado flashes y titulares en los que la testosterona ha predominado sobre
otras cuestiones cinematográficas. Por su parte, famosas como Julianne Moore,
Eva Longoria, Alessandra Ambrosio, Nieves Álvarez, Izabel Goulart o Penélope
Cruz, entre otras, han impactado
luciendo sus mejores galas con vestidos entre los que predominaban el tul, los bordados de lentejuelas y las transparencias y adornadas con fastuosas joyas de Chopard o Boucheron y de peinados y
maquillajes glamurosos. Y es que, sin duda, en la pasarela de Cannes, la protagonista
indiscutible es la belleza.
No obstante, si bien
admiramos este tipo de belleza que nos entra por los sentidos, también existe
otra. Una belleza interior, más íntima y subjetiva que percibimos desde lo más
profundo de nosotros mismos. Pero es complicado glosar, describir y
racionalizar esta otra belleza. Intentaré explicarme. Llamemos por ahora bello
a cuanto suele considerar la estética. Incluyamos en la denominación, desde las
formas clásicas hasta el último modo de trascenderlas del arte actual. Desde
las formas más naturales del Quattrocento, hasta las innovaciones más audaces
de la cibernética moderna. En todas las cosas estimadas bellas, tendremos que
la belleza percibida incluye dos elementos, dos factores que en términos
escolásticos llamó Santo Tomás “Species et lumen”, la figura y su
resplandor, la imagen y la luz que difunde, la cosa y lo que desde la cosa nos
admira. Es como si el ser se manifestara en totalidad al ser humano: ser y
manifestación, totalidad del ser y totalidad del ser humano al que llega; he
ahí el encuentro existencial al que llamamos la otra belleza.
Nuestro encuentro con la
belleza, cualquiera que sea el objeto en que nos asalte su encarnación, será un
encuentro compuesto, en consecuencia, por dos factores: alcanzar la belleza y
ser alcanzados por ella, percibir la belleza y ser seducidos por ella, llegar a
la belleza y quedar hipnotizados por ella, como diría Paul Valéry. En
consecuencia, la llegada del conocimiento y amor de la belleza se corresponden
mutuamente: la belleza percibida produce en nosotros un encantamiento; nadie
puede ser seducido si no se la conoce, como tampoco se puede conocer la belleza
sin ser seducido por ella.
Pensar y querer, conocer
y amar: todo el nombre de belleza está dentro de esa actividad ¿Qué sentido
puede quedarle a la Estética si ya hay unas ciencias del conocer humano y de la
misma efectividad? Le queda, sobre todo uno, éste: mostrar que conocimiento y
amor no deben ser dos cosas separadas en el ser humano, sino una sola, la
plenitud de su vida.
Quizá, porque la crisis
del ser humano moderno es una crisis de identidad, nos sentimos extraños al
mundo y, así mismo, hemos perdido la sensación de estar plenamente en algo, de
ser juntamente el que conoce y el que ama, el que actúa y el que es. Y la raíz
de este problema es, además, también religiosa, ya que no se puede esperar que
la vida ilumine nuestro objetivo y lo estabilice; pues la creación de la
belleza interior y su pureza es un acto espiritual.
Nos miramos al espejo,
nos miramos en nuestra mirada. Estamos vivos. Y en nuestro rostro, hay muchos
rostros. En nuestro nombre muchos nombres. Y las ausencias nos quedan cerca
como palabras gastadas. Son vacíos que, de por vida o al instante, nos visten
por dentro. Nos enfrían la música y, algunas veces, hasta el silencio. Cuántas
veces bajan las sombras a nuestros pensamientos. Y cuántas veces suben, como si
fueran luces, y vuelan en claridades hasta los cielos. De unas y otras,
sencillamente, estamos seguros de ver la realidad que es, que se siente. Y es
que aquél que ha experimentado la belleza interior está condenado a seducirla o
morir por ella, ya que la belleza supera lo expresable y solamente podemos celebrarla,
no reproducirla. Tal vez, porque como nos dejó dicho Albert Einstein: “La
belleza no mira, sólo es mirada”.
M'ha seduït profundament l'article sobre la bellesa.
ResponderEliminarEns costa descobrir la bellesa interior, fins i tot la de cadascun de nosaltres.
Petons
Joana
Hola:
ResponderEliminarMe resulta complicado, después de leerte, hacer un comentario para estar a la altura en la respuesta; porque, dices cosas tan reales y sensatas, a mi parecer, que solamente puedo felicitarte por el relato y su publicación.
Verdaderamente nacemos bellos, unos más que otros. Una prueba son, como bien dices, los que desfilan por la alfombra roja. Pero…, el paso de los años nos va llenando de defectos físicos, imperfecciones, cicatrices interiores y exteriores, etc. Y, entonces, descubrimos que no somos tan bellos como nos habían dicho, ni gustamos a todo el mundo y ese día nace la belleza de verdad, la que no va con el código genético, aquella que solo ve el que sabe mirar; porque la belleza interior se manifiesta desde los ojos de los demás, que sólo unos pocos saben apreciar. Son esos compañeros de vida o entrañables amigos que, al final, harán que nuestra vida haya valido la pena.
Yo he sabido mirar y ver esa belleza en ti. La posees, prueba de ello, es tu fantástico relato.
Un abrazo,
Magda
Buenos días.
ResponderEliminar¡Qué lejos está la sociedad actual de lo que escribes!. Mientras en la ESO y Bachillerato no les llenen la cabeza de filosofía y humanidades, no tenemos nada que hacer; de todos modos se te ha de felicitar porque, al menos, hay alguien que todavía sabe lo que un ser humano ha de ser, o, en todo caso, intentar ser.
Ramon Morell
Pues que no sé qué decirte. ¡Cómo puedo yo añadir nada a todo lo que tú tan acertadamente dices!. Desde luego, esa belleza del cuerpo que se exhibe entre hermosas telas y joyas en el glamour de la alfombra roja y las pantallas es, sin duda, un valor; pero es fugaz, por mucho que se sometan ellos y ellas a esas consabidas operaciones de estética. Es pasajera. Es la otra belleza, la interior, esa que acompaña a la persona sin que se exhiba, esa que es conocimiento y amor, esa que puede generarse en la responsabilidad, la obra bien hecha, la generosidad, la entrega, esa que enriquece espiritualmente a la persona y a quienes la rodean, esa que es auténtica y no de pose, esa es la que valoro y envidio.
ResponderEliminarEn fin, que sigues sorprendiéndome con tus temas, con tus citas, con tus pensamientos.
Sigue en ello. ¡Vale la pena!.
Un abrazo.
Pepe.
¡Felicidades!. me encanta leer tus artículos.
ResponderEliminarUn abrazo
Marisa
Muy bueno e interesante el artículo. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarAnna Extremera
Acabo de leer tu artículo. ¡Qué bonito!, o, mejor dicho, ¡qué bello!
ResponderEliminarCarmen Rengel
Buenas noches.
ResponderEliminarMuy bueno el artículo. Una de las frases que más me han gustado es cuando dices: "Cuántas veces bajan las sombras a nuestros pensamientos. Y cuántas veces suben, como si fueran luces". Me paro aquí; porque..., eso del cielo, para mi forma de pensar, lo encuentro muy metafórico.
Albert
Hijo mío, esto ya es filosofía. He tenido que leer tu artículo más de una vez. ¡Que barbaridad! Totalmente de acuerdo. Una preciosidad. Te traslado mi admiración.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jaime
Buenos días, Juan Antonio.
ResponderEliminarLeo y releo "La Belleza" y aunque identifico el espíritu del pensamiento que se manifiesta en claros párrafos, otros, en cambio, me cuesta hilar con comprensión. Será que estoy algo espesa y las palabras se vuelven polisémicas o en desconexión. O tal vez son cosas de momentos personales complejos o -expresado con tus palabras -crisis de identidad. Reflexionaré sobre ello.
Lo que he entendido bien es lo complicado de racionalizar la belleza interior por seres subjetivos, pero sólo por la sensibilidad de intentar conocer lo que importa de las personas, completando esa dualidad de belleza que registras, eso que no está a la vista, merece felicitaciones y agradecimiento, porque, sin duda, es para bien.
Me pregunto, a veces, si los conceptos que expresas en alguno de tus escritos son parte de tí, vivenciales, o son divulgaciones que consideras de calado, interesantes, que trasmites por conocimiento. Pero bueno, tienes toda la libertad para considerar la pregunta como "retórica".
Como siempre, gracias. Un abrazo.