Mantengo en mi memoria, de entre los lejanos tiempos de mi infancia, mi inaugural noche de San Juan. Recuerdo que tenía algo más de cinco años y medio y fue la primera vez que regresábamos desde las lejanas tierras africanas, a pasar el verano al pequeño pueblo de mi abuela materna en la vieja Castilla. Ese festejado día de aquel inocente niño había comenzado casi como tantos otros desde mi llegada. Por la mañana, después de desayunar, cogido de la mano de mi madre fuimos a realizar algunas compras a la tienda de ultramarinos de la señora Heraclia. En el trayecto, dos señoras que se habían parado a saludarle, le preguntaron cómo estaba, qué tal le iba la vida por Marruecos y si yo era el pequeño de la familia y al contestar ella afirmativamente, casi al unísono me dieron un par de besos al tiempo que expresaban lo guapo y alto que estaba. Era curioso y tal vez por eso en cuanto se alejaron le pregunté a mi madre quiénes eran esas señoras que parecían conocer tanto nuestras vidas y mi madre, con una paciencia infinita, me explicó que una de ellas era familia más o menos lejana. Al cabo de algo más de una hora regresamos a casa.
Tras la comida y una breve siesta, me senté un rato en el fresco zaguán de la casa dejando volar mi imaginación viviendo una aventura a bordo de un barco pirata. Poco duró el ensueño, pues al cabo de unos minutos, me puse a jugar en la calle con unas canicas. Hacía calor y hasta allí llegaba el monótono canto de las chicharras y el olor a la mies trillada de las cercanas eras. Una constante casi diaria en mi pequeña vida solamente alterada por las golondrinas que marcaban lentamente las interminables horas de aquella tarde de verano.
Después de la inexcusable merienda, al caer el
sol, la familia al completo salimos de casa a dar un paseo. Aquellos rojos
atardeceres contemplados desde el altozano de la Ermita, la tierra seca y la
música que proporcionaba el trino de alguna alondra, tuvieron mucho que ver con
mis primeros despiertos sueños.La Mañana 23.06.2022
En aquel año de posguerra aún no percibía la oscuridad en la que vivía, pues los adultos de la familia, como si hubiesen perdido la memoria, no me explicaban la realidad de aquel tiempo de silencio. Quizá por eso, después de la cena de aquella noche, me quedé sorprendido cuando mi padre anunció que íbamos a ir a ver quemar la hoguera. No sabía qué era eso. Así que pregunté y mi padre con voz solemne me dijo que era una fiesta de origen pagano en la que se celebraba la llegada del solsticio de verano al hemisferio norte; es decir, el día más largo del año. No comprendí absolutamente nada. Finalmente, serían algo más de las once de la noche, cuando acompañado de mis padres y hermano nos dirigimos a la plazuela de mis juegos infantiles que estaba cerca de la casa de mi abuela. Al llegar, me sorprendió ver a tanta gente.
En medio de la plazuela habían hecho un círculo de piedras que encerraba una enorme parva de paja y en la que también había algunas pequeñas ramas de pino. La gente charlaba animadamente y yo agarrado fuertemente a la mano de mi madre contemplaba aquella especie de fiesta con extrañeza, expectación y cierto grado de sorpresa. De repente, en el reloj de la torre de la iglesia comenzaron a sonar las doce de la noche y se hizo un atronador silencio. Fue apenas un instante, justo el tiempo que tardó el reloj en dar la última campanada.
Casi al momento, el panadero que llevaba unos tizones encendidos en un fanal se acercó a la parva, los echó y soplando con un fuelle, encendió la hoguera. La paja comenzó a crepitar con fuerza e inmediatamente, entre un ensordecedor griterío, la gente empezó a tirar a la hoguera unas sillas viejas desvencijadas, una pequeña puerta de un armario, algunos trozos de madera, varios zapatos y algunos otros pequeños muebles inservibles que habían ido apilando junto al círculo de piedras. Una señora que iba entregando a los presentes un pequeño trozo de papel, se acercó a dónde estábamos y les dio uno a cada uno de mis padres. Le pregunté a mi madre para qué le había dado el papel y me explicó que había que escribir un deseo, doblarlo y tirarlo al fuego y si el papel se quemaba entero significaba que se cumpliría. Tampoco sé si llegó a realizarse lo que en ellos escribieron.
El fuego nocturno de aquella doméstica torre ardiente iluminaba las casas de la plazuela, al tiempo que el ruidoso estallido de unos petardos, consiguieron que me agarrase aún con más fuerza a la mano de mi madre. Poco a poco fue decreciendo la hoguera hasta convertirse en un rescoldo de brasas. Y entonces comenzó otro extraño rito que realizaban los adultos, saltar por encima de ellas. Pregunté por qué hacían eso y tampoco comprendí la explicación que me dieron. Al cabo de un rato, con el rostro todavía caliente por el fuego y revoloteando en mi cabeza mil preguntas, retornamos a casa.
Fue un día intenso de un tiempo en el que “el tiempo” no tenía planes fijos, ni la intención de llegar a ningún tiempo que no fuera descubrir, a través de la curiosidad de un niño, la magia de Noche de San Juan. Este año, rememorando mi iniciática noche, la celebraré en Alcarrás, en el mas de mis amigos Joana y Manel.
¡Muy bonito! Mis primeras revetllas fueron en el Mas, que lo paséis bien.
ResponderEliminarAlba
Tío que memorión, yo no me acuerdo de nada de mis cinco-seis años, prácticamente mi memoria empieza a funcionar a partir de los siete años, de la Primera Comunión. Te ha quedado muy bien, además te lo han publicado el día exacto.
ResponderEliminarPor cierto, todo el mundo habla del solsticio de verano el 23 de junio cuando regularmente es el 21, si se adelanta el 20 y si se atrasa el 22, por ejemplo, este año a las 11,14 horas del dia 21 iniciamos el verano.
R. Morell
Muy bonito. Mil gracias por compartir.
ResponderEliminarClarisa
Buenos tardes Juan Antonio, ya sabes como me encanta tu prosa cuando el relato es vivencial, me remite a una escritura a la que le atribuyo el calificativo de prosa poética y paradojas de la vida, siendo este uno de los rituales necesarios para dar la bienvenida al solsticio de verano este año lo haremos dos veces, una esta noche y otra màs para poder compartir juntos nuestra amistat y quemar nuestros dimonis en la hoguera.
ResponderEliminarJuan Antonio i Rosa, de tot cor, us desitgem una bona revetlla de Sant Joan. !!! 🥂🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰
Consol
Bonita y tierna historia de unos recuerdos infantiles que no te han abandonado con el paso de los años.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho también los nombres de las cosas en ese castellano tuyo tan puro y tan desconocido para mi... Un gustazo de verdad..., tu relato y la versión original en "castellano puro", tan insólito para mis oidos en nuestas ciudades y sus calles.
Molt bona revetlla de Sant Joán ! 🥂🍪🍾🥂🔥
Pili Obre
A ver para cuando tu primera (que yo sepa) novela. ¡Feliz San Juan!
ResponderEliminarRobert Martí
Me ha gustado mucho. ¡Qué bonito!
ResponderEliminarCecilia
Hola Juan Antonio, hermoso y vívido relato de tu infancia, el lector también vuela a lejanos tiempos y lugares. Qué tengas una feliz noche de San Juan junto a tus amigos
ResponderEliminar! Saludos!
Elba
Muy buen relato. Es increíble como las vivencias en tan corta edad se recuerdan tan explicitamente-.
ResponderEliminarMagda Sellarés
Tienes buena memoria despues de tanto tiempo!
ResponderEliminarBuen relato!
Joan
Recuerdos de infancia, inolvidables vivencias que llevamos en el corazón, me has hecho recordar todos mis San Juanes. Gracias por tu entrañable artículo.
ResponderEliminarMarisa
Una bonita experiencia, todo fue nuevo para ti, pero grabado a fuego en tu mente para recordarlo unos 65 años después, como si fuera en ese momento.
ResponderEliminarMuchas felicidades en tu Santo y disfrútalo como si tuvieras 5 añitos.
Santiago Méntrida
Ok, querido Tío. Muy entrañable. Feliz San Juan.
ResponderEliminarEduardo
¡Hola!, me ha gustado tú escrito recordando tú niñez, desconocía que en Castilla también se celebrase la noche de San Juan, no tengo ningún dato que esa fiesta pagana se celebrase en el Bierzo, tal vez, por eso, por ser una fiesta pagana.
ResponderEliminarSantiago Fernández
Qué relato tan tierno. Bon estiuuuuuu.
ResponderEliminarEva
Me gustó mucho ...Muy poético, un poco triste. A mi también me trae otros recuerdos de mi pueblo a las orillas del Valle del Loira.
ResponderEliminarDominique
Me ha gustado mucho, buena memoria y buenos recuerdos.
ResponderEliminarJoan Mestre
Gracias Juan Antonio por compartir estos sentimientos y vivencias de tu infáncia. He de decirte que, sin proponértelo, también me has transportado a la mía, ya que, en este día de verbena de San Juan, en el pequeño pueblo de la vieja Castilla, en el que vivía, se celebraba la misma ceremonia que acabas de explicar y todos felices y contentos, sin saber qué significaba.
ResponderEliminarQue tiempos aquellos de bendita inocencia, de miedo también por los petardos, cosa que aún se mantiene en mí.
Un abrazo
Magda Díez
Buenos recuerdos, yo la verdad no me acuerdo de la primera hoguera a la que fui en el pueblo, pero lo mismo que tú si que recuerdo de alguna.
ResponderEliminarAntonio Puig
Me ha gustado. No sé como tienes tanta memoria. Felicidades por tus recuerdos y tu bella descripción.
ResponderEliminarFeliz y divertida noche de S. Joan.
Pilar Barrabés
Recuerdos que guardas fielmente.
ResponderEliminarEn Magaña no recuerdo que se hiciese hoguera. Sí se hacía en Salduero 1966-1969, y saltaban la hoguera. Y luego bailaban.
Me parece muy bien tu trabajo.
Pepe
Buenas tardes tío, como bien sabes a mi me encanta cuando hablas con esa melancolía y expresas tantos recuerdos…(que dicho sea de paso no se ni cómo te acuerdas) . Con ellos me ayudas, porque le pongo rostro a mis abuelos contigo en esos momentos, quiero imaginar de paso que mi padre también estaría……
ResponderEliminarGenial el artículo.
Nacho
Gràcies. El llegiré amb molt de gust. Segur que són molts bons records!!🥂🍾🥰
ResponderEliminarJoana
Acabo de leerlo y me ha encantado; sobretodo, debido a que a medida que avanzaba en esa lectura tan personal he podido sentir tanto alegría como incertidumbre hacia algo nuevo, como es este festejo y también la inocencia y el afán de un niño frente a sus deseos.
ResponderEliminarVitor
Muy emotivo , yo lo celebraré aquí en Benicasim.
ResponderEliminarEstá claro que en cada ciudad era de una forma distinta. Yo, en mi infancia, recuerdo que una semana antes íbamos por tiendas y casas pidiendo ropa, muebles y trastos para quemar , los guardábamos en portales de pisos, debajo de las escaleras. Los mayores hacían muñecos que luego colgaban de balcón a balcón y quemábamos, claro que con la censura que habia , eran figuras graciosas y sin ninguna intención maligna. También, luego, saltaban la hoguera y por fin , íbamos a la playa y nos mojábamos los pies, algunos , algo más .
Disfrutemos de la forma que sea , aún que podemos.
Un abrazo.
Carmen
Parece mentira la gran memoria que tienes, es muy bonito revivir los momentos que dejan huella.
ResponderEliminarUn abrazo,
Mª Jesús
Holaaa!! M'ha agradat molt l'article. Està ple de poesia. La mà de la teva mare és tot un símbol de protecció i d'acompanyament al món dels adults. Quina sort poder guardar aquests bons records i compartir-los amb tanta gent. I, m'ha fet sentir molt important el final. Si el meu pare fos aquili diria: mira i llegeix. Aquest amic nostre que és un escriptor important ha posat els nostres noms i el MAS, al final. I ell diria:estic molt content que els hi agradi venir a celebrar St Joan al mas. Bona revetlla i moltes gràcies per aquest detall tan bonic.
ResponderEliminarJoana
Una preciosidad. Me ha recordado mis visitas y mis tardes en Montiel.
ResponderEliminarLo guardaré.
Muchas gracias y un abrazo.
Jaime
Buenas tardes Juan Antonio:
ResponderEliminarHe leído tus recuerdos de la primera noche de San Juan: por supuesto que me ha gustado y te repito lo de siempre que el primer beneficiado eres tú por mantener esa actividad permanente.
Un abrazo
Laureano Yubero
Tú artículo me ha parecido precioso y muy emotivo. Todos los recuerdos de infancia nos transportan a un mundo mágico, los momentos felices vividos en la infancia que guardamos en nuestra memoria a pesar del tiempo.
ResponderEliminarFelicidades por su publicación.
Un abrazo,
Anna
He leído tu artículo y ya sabes que los de este tipo son los que más disfruto. Tus descripciones son tan íntimas y detalladas que, como ya te he dicho en otras ocasiones, mi mente es capaz de visualizar de manera clara el lugar, la gente, los pájaros…
ResponderEliminarEs sorprendente como las experiencias que más han marcado algún momento de nuestra infancia, siguen estando ahí y somos capaces de revivir tantos detalles.
Francesca
A mí las hogueras de San Juan me dicen muy poco, puesto que el fuego me da mucho respeto; no obstante respeto al que le guste. Yo recuerdo de habérmelo contado mi madre, que tenía unas pestañas hermosas y que por culpa de haber saltado de pequeña en las hogueras fueron pasto de las llamas. De todas formas es una bonita tradición la de formular un deseo que nunca sabes si ha sido cumplido. En fin cosas de antes que no hay que poner en duda, pero que ni tan siquiera me afecta,ya sabes cómo soy.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Alfredo
Me ha gustado tu articulo, muy tierno y cargado de dulces recuerdos que también me han hecho recordar viejos tiempos relacionados con la noche mágica de Sant Joan.
ResponderEliminarGracias por esta especie de homenaje que nos dedicas.
Buenos deseos y bona nit.
Manel
He leído tu artículo… ¡Qué buena memoria tienes!…
ResponderEliminarEstá muy bien.
Pilar
Muy curioso el artículo. Me asombra que tengas recuerdos tan vívidos de esa edad. Mucho te debió impactar la fogata. Pero es que recuerdas hasta con quién os encontrasteis por el camino y hasta lo que dijeron e hicieron. Increíble. En mi pueblo no se hacían hogueras. Debían ser más De Dios que de lo pagano.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte,
Merche
Me ha gustado lo que explicas.
ResponderEliminarUn abrazo,
Elena
Tu escrito, como siempre, tiene una solvencia literaria indiscutible. Acudir al archivo de los recuerdos siempre sirve para remover las emociones, por ello es una fuente de inspiración. Quería sin embargo reflejar dos curiosidades que el mismo me plantea, de una parte me sorprende la recreación tan vivida de unos hechos que se remontan a la infancia con un lujo detalles que parecen difíciles de recordar y, por otra, me llama la atención que tus recuerdos se refieren a tierras castellanas y, sin embargo, los catalanes pretendemos construir un relato nacionalista a partir de la fiesta de hogueras y pirotecnia, cuando es una celebración que, como mínimo, se celebra en la mayoría de poblaciones y ciudades de la geografía hispana, tal y como se puede constatar directame de tu artículo.
ResponderEliminarUn buen trabajo, saludos y a disfrutar de un buen verano.
Jordi
En tu último artículo has hecho una descripción magnífica de los sentimientos experimentados por un niño al ver una serie de efectos, situaciones, personajes e incluso, además, hasta el escenario donde se desarrollaban los acontecimientos, eran todo nuevo para ti.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Encarna Bosch
Hermoso relato de tus recuerdos, de tu primera noche de San Juan.
ResponderEliminarComo siempre tus escritos me gustan mucho .Te imagino agarrado de la mano de tu madre, con esa curiosidad que te caracteriza.
Tus escritos cuando relatas tus vivencias son bellísimas.
Un abrazo
Mª Carmen Lopera
Hoy he tenido el tiempo y sosiego suficiente para leer el articulo de “La foguera de Sant Joan”. La historia que relatas la encuentro poética, tranquila y sosegada, diría que idílica, en función de lo que hoy en dia tenemos por Sant Joan, dia o días dedicados a tirar ensordecedores petardos por doquier, sin avisar, con el ánimo, en el que los lanza, de sorprender, de asustar, junto a ello las famosas verbenas en las que se da via libre a todo lo que no está permitido a diario, la quema de hogueras deformes, peligrosas por el riesgo de incendio en esta época de extrema sequedad, ... En fin , nada que ver con lo que tu recitas, esa celebración festiva del solsticio de verano, del dia mas largo del año, ese respeto por la tradición, por el orden , ....
ResponderEliminarLo único que ahora se salva, a mi modesto entender, es la ocasión de celebrar con toda la familia la cena familiar con las cocas de recapte y las dulces típicas de esta fecha, y, si tienes la suerte como yo, de tener criaturas de corta edad, como mis nietos, de observar su asombro con las “cebolletas” que al lanzarlas al suelo hacen piffffff, o de las fuentes de fuegos ornamentales, o de las bengalas que chisporrotean hasta consumirse. Lo demas, el estrépito de los petardazos, de las bombas explosivas, etc..., a mi me sobran desde chico.
Pero a pesar de todo que viva Sant Joan, las tradiciones hay que mantenerlas, pero dentro de un orden, que normalmente son propensas a ser totalmente desvirtuadas en todo su significado, y trasformadas en celebraciones mundanas y ruidosas, sin ningún fundamento excepto el de pasarlo a lo bestia. Yo me apunto a la que tu relatas, siempre.
Un abrazo,
Rafa
Rafa.
Muy bueno, yo no tengo esos recuerdos, pues vivía en Francia. El primer recuerdo que tengo de la noche de San Juan en Lérida fue al lado de la vía, detrás de casa de mis padres entre cañaverales. A los petardos estaba acostumbrado, ya sabes el 14 de Julio en Francia.
ResponderEliminarAlberto
Como siempre muy poético y nostálgico, hay cuatro palabras que no entiendo.
ResponderEliminarNosotros también hacíamos la fogata. Tiempos muy lejanos pero imborrables.
Mirta