En Occidente en general y en un país como el nuestro en
particular, en el que todo el mundo debería de caminar y transitar por ahí en
harapos, dado el entusiasmo y parcialidad por rasgarse las vestiduras,
escandalizándose y mostrando su indignación ante el execrable atentado
terrorista de la organización Hamás contra Israel, pero no por los ataques
ilegítimos y crímenes de guerra cometidos por Israel desde 1948 contra la
población palestina, denunciados en múltiples ocasiones por Amnistía
Internacional ante la Corte Penal Internacional con sede en La Haya, dice mucho
de nuestra distinta vara de medir los hechos y el sentido de la justicia que tenemos.
En este contexto, tal vez convendría no olvidar que tras
estudiar distintas alternativas, la ONU aprobó, por 138 votos contra 9 y 41
abstenciones, una resolución por la que puso fin al Mandato Británico del
territorio de Palestina, dividiéndolo en dos Estados independientes: uno árabe
palestino y otro judío israelí, y que Jerusalén quedara bajo un régimen
internacional (resolución 181 (II), de 1947). Es decir, otorgó a Palestina e
Israel la condición de Estados independientes, según consta en la citada resolución
de la Asamblea General de Naciones Unidas, votada el 29 de noviembre de 1947.
Pues bien, los hechos acaecidos desde entonces, para favorecer y plasmar en una
tangible realidad este acuerdo, son lo más parecido a la Historia Interminable, cuyos protagonistas, traspasan la fantasía
para darnos y mostrarnos de bruces la cruda e inhumana entelequia de los hechos.
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La Mañana 16.10 2023
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Y es que esa realidad nos indica que mientras el Estado de
Israel, tras su declaración de independencia el 14 de mayo de 1948, es
reconocido por 164 de los 193 Estados miembros de la ONU, entre ellos los EE.UU
y los más poderosos e influyentes del planeta. La misma situación y
circunstancias nos muestran que a Palestina, mediante la Resolución A/RES/67/19
de 29 de noviembre de 2012 de la ONU, se la reconoce solamente como Estado
observador, pero NO miembro de pleno derecho, ya que tiene el veto de los
EE.UU. No siendo tampoco reconocida por Reino Unido, Francia, Alemania, Japón,
Italia y Canadá, todos ellos miembros del G8, ni por México o Suiza. ¿Razones?,
las ignoro, aunque las sospecho. En este marco, y en conexión con esto, cabe
también indicar que curiosamente, la Unión Soviética fue el primer país en mostrar
su conformidad y considerar a Israel de iure
el 17 de mayo de 1948.
Hipocresía, falsa moral, doble rasero, todos son conceptos
que expresan claramente la doble vara de medir que tenemos los humanos en
función de nuestros intereses y en particular, los occidentales, respecto a los
Estados de Israel y Palestina. Un ejemplo: el primer choque de las diversas
guerras acaecidas entre árabes e israelíes, aunque históricamente vienen de muy
lejos, comenzó desde el mismo instante en el que Israel proclamó su
independencia. Concretamente, como he indicado anteriormente, sucedió el 14 de
mayo de 1948; o sea, menos de 24 horas más tarde de declarada la citada
independencia. Fecha en la que los ejércitos regulares de Egipto, Jordania,
Siria, Líbano e Irak atacaron a Israel, forzando a éste a defender la soberanía
de su reciente Estado. Israel ganó la guerra, pero no se apropió de ningún
territorio de los países árabes en conflicto contra él, sino que consiguió
hacerse con el 23% del territorio asignado al Estado Palestino por la ONU,
quedando el resto del territorio bajo el control de Jordania y Egipto. Y,
además, la guerra provocó la expulsión o huida de más de la mitad de la
población árabe palestina del territorio del nuevo Estado que se le había
adjudicado. Desde entonces, las agresiones de Israel contra el pueblo
palestino, amparadas por los países occidentales han sido casi incontables. Y
es que, siendo muchos de los conceptos de las sociedades más avanzadas de
nuestro mundo que se sustentan sobre la escrupulosa veracidad de los hechos, no
tenemos remordimientos en arrinconarlos y/o desentendernos de ellos, cuando lo
que está en juego son esos oscuros intereses geopolíticos y económicos de los
Estados más poderosos del planeta. Y para ello, no dudamos en tensar el camino
de las palabras, prevaleciendo los anatemas sobre los razonamientos, como han
hecho altos dignatarios americanos e israelíes estos pasados días, haciendo discurrir
los hechos venideros sobre una cuerda que no está tensada en lo alto, sino
justo por encima del suelo y que parece destinada más a tropezarse una y otra
vez, que a avanzar sobre ella en busca de una paz justa y duradera para ambos
Estados. Y es que, como ha dicho el Almirante israelí en la reserva, Ami
Ayalón, que fue jefe del Shin Bet, el
servicio secreto interior de Israel, “Tendremos seguridad cuando ellos tengan
esperanza”