sábado, 6 de enero de 2024

La noche de Reyes en la que perdí la inocencia

 

Nuestra memoria es un misterio que sigue desafiando a la ciencia. Hasta la fecha, biólogos y psicólogos no han sido capaces de saber cómo quedan almacenados los recuerdos en nuestro cerebro. Y sin embargo, somos memoria; es decir, unas criaturas que fijamos lo vivido, detenemos el tiempo y lo fragmentamos en forma de imágenes y palabras plenas de sentimientos y emociones que nos ayudan a saber quiénes somos y comprendernos y con la que construimos nuestra propia historia.

 

Hoy, a mi memoria viene aquel día de Reyes de mi infancia como una piel del pensamiento. Y llega envuelto en un collage de nítidos olores, de condiciones lumínicas, de afectos, de percepciones y recuerdos visuales completos. Mis ojos y mis oídos no han olvidado lo que oyeron y vieron en aquel momento de aquella sorprendente noche y mi memoria guarda aún sus efectos. Y es que la realidad no existe hasta que nuestra mente la interpreta, como tampoco existen los Reyes Magos en los que yo creía de pequeño, hasta que dejé de creer en ellos. Ocurrió hace mucho tiempo…

 

…Aquel año, ayudado por mi madre, había escrito la carta a esos fascinantes Magos que nos traían regalos a los niños que nos habíamos portado bien. Me encantaba pedirles todo lo que deseaba y esperar con expectación que llegara la mágica noche del 5 de enero. Llegó por fin el anhelado día y entre mis recuerdos surge aquel atardecer en el que había visto a los camellos, con enorme atención, recorrer las calles de la ciudad cargados de juguetes. Sin embargo, esa fantástica creencia se rompió de golpe cuando aún no tenía seis años. Fue la madrugada en la que desapareció la inocencia de mi infancia y todo cambió para mí.

Esa noche, obedeciendo a mis padres, me había acostado temprano y dejado en el alfeizar del balcón de mi habitación, un vaso de leche y unas galletas para los Reyes Magos y un poco de agua y zanahorias para los camellos. Estaba tan emocionado que me costó conciliar el sueño, pero al final lo conseguí. No sé cuánto tiempo había transcurrido, pero de repente me despertó un ruido fuerte. Abrí los ojos y vi a mi padre en el suelo rodeado de paquetes. Había tropezado con algo al entrar en la habitación y se había caído. Al principio no entendía lo que estaba pasando y creí que era un sueño; pero luego, al ver a mi madre en la puerta con gesto de preocupación en su rostro, me di cuenta de que era real. Lo comprendí casi todo en ese instante. En un abrir y cerrar de ojos, confirmé una sospecha que me había desvelado y revelado mi hermano mayor hacía poco tiempo. Los Reyes Magos no existían. Eran mis padres los que me compraban los regalos y los dejaban en mi habitación mientras yo dormía. La carta que les había escrito con tanto cariño e ilusión era una quimera. Todo era una ficción, un hermoso cuento.

Aquel tropezón de mi padre, acabó con la ensueño de mi vida infantil y me hizo enfrentarme de golpe a la cruda realidad. Una realidad que se reflejaba y materializaba al contemplar la cara de mi padre que me miraba desde el suelo con una mezcla de culpa y esperanza de que no me hubiera dado cuenta de nada y siguiera creyendo en los Reyes Magos. Una realidad que también se manifestaba en los regalos que yacían desparramados por el suelo junto a una gran caja de cartón y otras más pequeñas, envueltas con papel de colores brillantes y llenos de estrellas. Entre ellos, estaban la locomotora, los vagones y unas vías de tren, que con tanta ilusión había pedido a los Reyes Magos. Desde aquel momento, desapareció el encanto de la noche de Reyes que hasta entonces había alimentado la imaginación y fantasías de aquel niño. Es paradójico, caprichoso y sorprendente cómo se puede perder la inocencia de golpe, sin saber siquiera todavía que al perderla entra uno en otra vida.

 

La infancia, interesadamente a veces tarda en irse y en otras ocasiones desaparece de golpe. Ya que a pesar de la evidencia de esa noche, tuve una cierta reticencia a abandonar el pensamiento mágico. Pues aquel niño que acostumbraba a hablar con sus juguetes, no quería renunciar a esa conducta y por ello, opté por conservar durante años, en un armario de mi cuarto, a esos inanimados seres y artilugios que a través de mi imaginación cobraban vida. Y es que nunca me he desprendido del todo de la infancia y tal vez por eso, a pesar de los años trascurridos, cada 6 de enero, observo con curiosidad a esos niños que con cierta dificultad y escaso equilibrio pedalean montados en una flamante bicicleta, intentan mantener el equilibrio en unos patines, conducen dificultosamente un miniquads o juegan con un coche teledirigido por los Campos Elíseos llevando dentro todavía el sonido de la fanfarria de la cabalgata de Reyes que siempre resuena en el corazón de los soñadores.

 

 

29 comentarios:

  1. Hola Juan Antonio, gracias por el artículo.
    Ojalá que en tu corazón de soñador nunca dejes de escuchar la fanfarria de la cabalgata de Reyes como aquella noche antes de "perder la inocencia" y, fíjate, a pesar de que la memoria necesita volver en varias ocasiones a un recuerdo para retenerlo a lo largo del tiempo y aunque la experiencia vivida no sea recordada con todo detalle, aquél fatídico tropezón fue el verdadero disparador que contribuyó a fijarla para siempre.
    Perdiste sí, la ingenuidad pero ganaste posiblemente, uno de los recuerdos más maravillosos de tu vida familiar, acompañado de tus padres.

    Un abrazo,
    Miguel Ángel

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  2. Muy bien, a mi me gustan mucho los artículos en los que explicas cosas tuyas ya sean acontecimientos que te han sucedido, emociones, sensaciones, impresiones o efectos que hayas podido tener o percibir. Tu padre seguro que tuvo una gran disgusto y toda su vida lamentó aquel inoportuno tropiezo que terminó con tu inocencia, no es que hubieses aguantado muchos años más pensando que los Reyes Magos eran reales pero el azar quiso que se adelantase el final de tu inocencia. Si quieres ver el vaso medio lleno piensa que cada vez más los historiadores hablan de la importancia del azar en el devenir histórico.

    Un abrazo.
    Ramón

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  3. Buenos Días Tío. ¡ Que bonito recuerdo!. Aunque lamentablemente perdieras la ilusión de saber quiénes eran los Reyes Magos, no imagino la cara de mi abuelo cuando tropezó… precioso recuerdo..

    Besos
    Nacho

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  4. Yo por suerte no llegué a ver esa situación. Ya, cuando tenía creo que 12 años, por un amigo me enteré.

    Buenas noches.
    Antonio

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  5. A veces si tenemos un hermano mayor se comporta como un cretino, quizá porque cree que si los pequeños creemos en esos Reyes Magos con lujosas vestimentas somos tontos y ellos quieren evitarlo. Eso quiero creer...
    Tu triste historia es muy distinta por la caída de tu Padre... Lo que me parece ideal es que a pesar de todo la inocencia e ilusión de nuestra corta edad se conservó intacta por varias noches de Reyes con toda la ilusión de nuestra inocencia.
    Y aún nos queda algo, ¿¿ O, no ???
    Me ha gustado mucho.

    Pili

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  6. Me encanta tu relato, Gracias.

    Un abrazo,
    Vitor

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  7. ¡¡Precioso relato.!!
    Un abrazo virtual.

    Mª Eugenia

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  8. Yo creo que es una experiencia "traumática"por la que pasamos todos. A mi me lo dijeron el año que me tocaba hacer la comunión. Pero todavía me emociono cuando veo pasar a sus majestades y la carita que ponen los críos.

    Magda Sellarés

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  9. Es así como lo describes y lo sé porque nos pasa a todos. Muy bonito tu artículo, gracias.

    Marisa

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  10. Y...muchos años después descubrí que los Reyes no eran los padres. Los padres eran el regalo.

    Antonio Rojas

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  11. ¡Muy bonito y emotivo el artículo!

    Rosa Acebal.

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  12. Todos tus escritos donde recuerdas tu infancia y adolescencia son formidables, haciendo recordar la mía.

    Encarna

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  13. Entrañables recuerdos de esos Reyes que tantas ilusiones crearon en su tiempo. Por suerte seguimos teniendo esas ilusiones es a través de nuestros pequeños. Ojalá que siempre mantengamos una pequeña porción de la ilusión de la noche de Reyes.

    Manel

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  14. Hola Juan Antonio.
    ¡Que recuerdos tan bonitos!, con todo y la tristeza, ni que sea por poco tiempo, dejan estas cosas.
    Yo lo descubrí a los 9 años. Ya era muy curiosa a esa edad y un día 5 de Enero, por la noche y ya en la cama tratando de dormir, cosa que no conseguí, detecté ciertos pasos por el comedor y pensando que eran los Reyes Magos , entreabrí un poco la puerta de la habitación para verles y... "OH DECEPCIÓN", vi a mi padre poniendo los regalos: cosas para el cole, una mandarina, bufanda, guantes y una muñeca para mí hermana y para mí, a compartir.
    ¡Qué disgusto!!....
    Me queda la satisfacción de haber visto la ilusión en los ojos de mis hijos y ahora en la de mis nietos. Gracias por esta historia tuya, que me ha vuelto a recordar la mía.

    Un abrazo.
    Magda D.

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  15. Hola Juan Antonio,

    Gràcies per deixar-me llegir l'article. Sàpigues que acostumo a llegir-los tots, encara que la majoria de vegades no et retorni cap comentari. Sempre aporten algun paragraf que convida a la reflexió i en general son agradables de llegir.

    Per altra banda, t'animo a cultivar aquesta prodigiosa memòria que tens.

    Ai aquella innocència perduda. A vegades crec que les relacions humanes serien una mica millors si la recuperessim, encara que només fos per una estona.

    Una abraçada
    Ton

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  16. Entrañable. Y hay que ver la mala suerte que tuviste. "La piel del pensamiento" me parece un gran hallazgo.
    Un abrazo.
    Jaime

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  17. Buenas noches, he leído tu artículo a medias, muy interesante, me hace recordar mi infancia en Francia allí no había Reyes magos, pero sí Papa Noel, y lo que me traían a mi hermana y a mí, eran los juguetes que le daban a mis padres en el trabajo "algún regalillo, nos lo hacían mis padres" los más humildes. Muy bueno.

    Alberto

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  18. Bonitos recuerdos, bien contados. Bonita infancia y que vejez más triste . Solo te levantas y oyes las noticias, te dan ganas de esconderte entre las sábanas y dejar de sentir, tanta tristeza.

    Carmen

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  19. Emotivo. Muchas gracias.
    Un abrazo.
    Elena

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  20. Buenos días, acabo de leer tú último envío sobre la noche de Reyes. Vuelves a plasmar en tus escritos tu añorada niñez, es algo habitual en ti. Con el relato de la niñez y esos recuerdos en tierras "moras", demuestras ,o así lo interpreto yo, que fueron años muy felices para ti. Describes la pérdida de la inocencia por la inoportuna caída de tu padre, que ayudó a tu comprensión inmediata sobre los Magos, porque tu cerebro ya había registrado que tu hermano te había dicho la verdad. Como se puede comprobar, tampoco te ha traumatizado mucho, ya que sigues siendo un niño soñador.

    Santiago

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  21. Qué suerte poder recordar las emociones de los Reyes. Yo, quizás, como nunca he sido monárquico tengo muy pocos recuerdos y lo que me viene a la memoria es un tren que le daba cuerda y daba vueltas hasta agotarse. Y también es cierto que desapareció y volvió al año siguiente, cosas mágicas de los magos. Como ya te he dicho varias veces, mi infancia tiene poco de alegre, dichosos los que habéis disfrutado de la infancia.

    Un abrazo
    Alfredo

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  22. Bona tarda,
    Aquest article m'ha resultat molt emotiu i m'ha tornat a la infància dels meus fills i la meva pròpia. Ells i jo vàrem fer com tu, allargar aquesta etapa tant com vam poder. I és que la màgia encara em dura, doncs cada any vaig a la Cavalcada amb la mateixa il.lusió que aquests nens i nenes que vàrem ser.

    Abraçades
    Joana

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  23. Hola Juan Antonio, Hace días que has escrito el presente artículo, sin embargo no lo leí en su momento, por lo que había omitido hacer comentario sobre el mismo. Cuando es un artículo muy sentido, otro viaje tuyo a través de los recovecos de la memoria que permite mezclar la perdida de la inocencia manteniendo, al mismo tiempo, la llama de la ilusión de la infancia perdida, haciendo un ejercicio en el que muestras esta formula vital que nos ayuda; porque, a pesar de la dureza de la realidad, nos permite fantasear con un mundo diferente y esta fantasía sirve no solo como una gratificación interior que nos permite continuar adelante, sino también como un revulsivo para proyectar un mundo mejor.

    Un cordial saludo
    Jordi

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  24. El artículo: La noche de reyes en la que perdí la inocencia, me ha gustado mucho. Sobre todo, me gusta la frase donde dices que somos memoria una criatura que fijamos lo vivido detenemos el tiempo y lo fragmentamos en forma de imágenes y palabras plenas de sentimientos y emociones que nos ayuda a saber quién somos y comprendernos y así construirnos nuestra propia historia.
    El tropezón de tu padre acabó con tu ensueño de vida infantil, pienso que esto le pasaría a casi todo el mundo. La frase de la infancia que desaparece a veces de repente y a veces tarda en irse es una frase que me encanta
    Por último eso de observar a los niños en los Campos Elíseos, es una cosa que quizá hacemos todo el mundo disfrutando de lo que les han traído los Reyes. Yo también lo disfruto viendo a mis nietos.
    Te reitero, buen artículo Juan Antonio.

    Albert

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  25. Referente al articulo, no sabía la anécdota de tu despertar a la realidad, ni que fuera tu hermano el que te lo adelantara.
    Está muy bien.

    Mª Jesús

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  26. Muy linda escritura, a todos nos pasa igual , mientras nuestra lucidez lo permita y espero que sea hasta el último suspiro.

    Mirta

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Gracias por tus comentarios.