Escribo con impaciencia, casi sin querer hacerlo y sin entender por qué, escéptico.
No me agradan las navidades, pues me alteran los sentimientos. Tal vez, porque
cuando uno comienza el último trecho, te obligan a hacer cuentas, y suelen
cobrarse su saldo de arrepentimientos. Confieso.
Son unos días en los que el lenguaje me pide exprimir sólo una frase, el sonido
del silencio. Hacer sobre mis labios un gesto con el dedo: más silencio.
Todo comenzó
aquel día, hoy revelo, en que descubrí cómo en el fugaz y breve trecho de un instante
el sueño eterno se apodera de la vida. En un momento, en un minuto, ratifico. Sentí
el temor de la muerte.
Habían comenzado
las vacaciones en los días veintitantos. Pasó la Nochevieja cerrando y abriendo
años. Y llegaron los Reyes Magos cargados de regalos, inútiles la mayoría,
algunos más deseados…
Rememoro. Y al
volver la vista atrás, aprecio, que no son momentos felices la huella que me
dejaron, y que a mí me memoria me traen, recuerdos de otros años.
Hoy, me parece
insustancial poner unas palabras a algo para lo que no tengo nada alegre que
decir..., sólo la tristeza de unos hechos que aún puedo revivir.
Vi la muerte
muy de cerca, con tan sólo diez años. Y tengo grabada en la retina de mis ojos
aquellas miradas de miedo y de socorro de unos hombres que ardían frente a mi
casa en Marruecos. ¿Cómo puedo trasformar aquellos hechos en palabras? A tan
temprana edad, se me cayó del alma la inocencia de aquel mundo del que no sabía
nada, ni entendía, y tampoco interpretaba. Aún no usaba suficientemente bien la
herramienta del lenguaje inteligente que ayuda a comprender la gran miseria
humana. Me faltó, en aquel tiempo, encontrar una gran palabra que años más
tarde descubrí; silencio era la palabra.
Aquellos
hechos siguen vivos en mi mente. No se han hecho sombra del recuerdo, ni se han
borrado, porque nunca han traspasado la frontera de aquel tiempo. ¿Y la luz?
Aquella luz de la mañana siguiente sigue ahí, alumbrando mi pasado como si
fuera la nada del presente.
Naturaleza. Es
lo que somos. Mis recuerdos, sus miradas, mis palabras infantiles. Las pienso,
las siento y las vivo mientras las hojas del calendario van pasando y la vida
sigue cayendo…
Buen comienzo
de año, sin palabras. En silencio...
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