lunes, 17 de octubre de 2016

Cuando escribo…



Mi mente ha estado casi siempre muy ordenada, así que cuando escribo busco la manera de simplificar mi entorno y lo que digo. Porque si mi entorno está tan ordenado como mi cabeza, lo que cuento se vuelve más sencillo y puede ir de un lugar a otro de mi vida sin sobresaltos; como si cambiase de una habitación a otra de la casa en la que habito. El sistema me funciona, y eso, a pesar de tener que sudar para encontrar la palabra adecuada a lo que expreso, y no siempre lo consigo. Quizás sea…, porque cuando escribo me refugio en el silencio y no necesito compañía para poder trabajar con las palabras…


Y es en esta soledad en que me encuentro ahora, abrazado por los últimos jadeos de un verano que se ha ido, cuando me llegan los primeros heraldos de esa Navidad que se aproxima. y siento que los días y las semanas se me escapan. Y es que el tiempo, que deja de ser tiempo, pasa a ser vida. Y cada año más profusamente, ese tiempo fugitivo, avanza inexorable con la edad.

He cumplido un año más en estos pasados días del otoño. Un otoño en el que hay escenas de mi infancia que están alojadas en mi vida como esa almohada en la que duermo. Repasar en mi memoria la película de aquellos años primero años me regala una suerte de felicidad y placidez que sigue intacta, emitiendo su potente onda expansiva después de haberlas visto tantas veces…. Tal vez porque sea la memoria la única manera que tengo para detener el tiempo y ralentizar el sueño eterno   

Y es en este escenario y este ambiente, cuando vuelvo a sentir deseos de escribir. Y el hecho, a veces, se convierte en la rutina de tejer y destejer misma historia trashumante de siempre. Intentando convertirla en un relato que refleje de manera fidedigna y rigurosa lo que he vivido sin que se cuele en él ni la ficción ni la excesiva transcendencia.

Y es ese realismo del relato al que me entrego, con una prosa, en ocasiones, barroca y un tanto alambicada, el que me lleva a recordar con nostalgia al ser tierno de mi infancia sin épica ni esperanza; pues el tic tac del reloj no para. El tiempo de mi vida es tiempo y brilla lleno de edades...



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