No corren buenos tiempos para la alegría con tanta
catástrofe natural que, a pesar de la distancia, nos azota. Tampoco es muy
positivo el nuevo suceso, sobre la incomprensible infamia y chalaneo a que nos
someten los Partidos Políticos con su patético espectáculo de la elección de
los integrantes del nuevo Consejo General del Poder Judicial. Ni las noticias
que nos llegan desde Israel y Palestina y otras muchas zonas del mundo en
conflicto. Ni los informes que avisan sobre la desnutrición y el hambre en Yemen a causa de la guerra. Ni los anuncios de políticos y empresarios, sobre las perspectivas económicas
y laborales de nuestro país y el entorno más inmediato son muy halagüeños a
corto y medio plazo. Ni los devastadores incendios que sufre California. Ni los
miles de hondureños que siguen su camino hacia EEUU pese al riesgo de los operativos
que ha anunciado Donald Trump. Ni las dificultades del Reino Unido para llegar
a un acuerdo sobre el Brexit con la UE.
Ni el desafío del Gobierno ultraderechista de Italia que no cede ante la Unión
Europea y mantiene sus Presupuestos sin cambios. Ni…
No obstante todo lo mencionado y quizá por ello,
considero que, en estas circunstancias que nos toca vivir, la alegría es una
virtud imprescindible para resistir en la jungla que entre todos hemos
construido y para estar presente, razonablemente, uno mismo en sociedad. Y
pienso así, porque sé, quizá también por propia experiencia, que el optimista
es más propenso a ser alegre que el pesimista; aunque no hay que confundir el
optimismo con la alegría. El optimismo no nos conduce siempre a una felicidad
expresada, sino que nos proporciona paz interior y esa paz proporciona una
belleza serena que ilumina nuestra personalidad. También en muchas ocasiones
nos alegra la vida, pero no necesariamente siempre. Cuando ocurre una
desgracia, como nos suele ocurrir a la mayoría de los que ya tenemos ciertos
años, la persona optimista estará triste, melancólica, pero no desesperada.
Pero… ¿qué hacer para tener esa actitud optimista y
positiva en la vida? Desde mi punto de vista, el camino hacia una conducta
optimista necesita una decisión más animosa, es tanto como darle la vuelta a
una moneda. Dado que uno “no nace, sino que se hace”, es recomendable educarnos
en esa orientación optimista y positiva, ver lo beneficioso de cada escenario,
buscar continuamente puertas abiertas, desplegar puentes, obviar la “cultura de
la queja” y ser individuos con capacidad para ponernos en el lugar del otro,
abiertos y esperanzados, aplicarse en sonreír es la mejor enseñanza. Pienso y
creo; aunque a mí me cuesta trabajo y esfuerzo y, por eso, como en tantas otras
ocasiones, estoy en ello.
Señalo y advierto esto porque, no solamente nos lo recuerda
el refranero: “A mal tiempo, buena cara”; sino que…, además, llegado el
momento, siempre podremos ir a peor.
Me gusta, los años pasan y tú, como el vino, envejeces muy bien y yo sigo disfrutando con tus escritos. Gracias.
ResponderEliminarSantiago Fernández
¡Hola!,
ResponderEliminarAl leerlo,cuando te refieres en tu escrito, al optimismo y la alegría, me he visto reflejada como en un espejo.Efectivamente, el optimismo no conduce a la alegría; pero, si no lo eres, no tendrás fuerzas para luchar en según que batallas, ni para repartir todo el amor que tienes dentro entre familia, amigos, e incluso personas, que no son nada de lo anterior.
Gracias por ofrecerme este canal de comunicación a través del que permites ser leído y, dentro de lo posible, no caer en esa obscuridad intelectual que mencionas.
Un abrazo
Magda
Muy bueno.
ResponderEliminarHelena
Que sabía reflexión . Vale la pena meditar su contenido.
ResponderEliminarBuenas noches y un abrazo.
Anna
En esta ocasión estás humanista en grado sumo. Siempre hay razones para ser optimista, aunque estas razones sean muy intangibles y ligadas a la reflexión interior, a la educación y a la necesidad d establecer puentes de conexión y conocimiento.
ResponderEliminarSaludos,
Ramon Morell
Seamos optimistas pero solo moderadamente. Ya hace falta valor viendo que las cosas no van a mejor pese a los avances tecnológicos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tu artículo, como siempre, muy bueno. No sé dónde oí que un pesimista no es más que un optimista informado.
ResponderEliminarUn abrazo,
Jaime
Sigo recibiendo y leyendo, con mucho interés tus artículos.
ResponderEliminarGracias, un abrazo.
Paco
Pues es lo que hay..
ResponderEliminarUn abrazo
Santiago