El diccionario de la Real Academia Española define sesgo como la oblicuidad o torcimiento de una cosa hacia un lado. El concepto también se utiliza en sentido simbólico para mencionar una tendencia o inclinación.
En este marco, el sesgo de cada persona está
implicado en la toma de decisiones que realizamos diariamente; sobre todo de
aquellas que adoptamos y escogemos en base a determinadas reflexiones,
certidumbres, impresiones o percepciones de las que no somos verdaderamente
conscientes, y que divergen y se diferencian de lo previsible. De hecho, todos
nosotros, cuando decidimos realizar o no una determinada iniciativa, no la
tomamos simplemente por el mensaje y testimonio que recibimos a través de nuestros
sentidos; sino, que desplegamos específicos y concretos sesgos cognitivos que
nos promueven a elegir lo que consideramos más conveniente. Es decir, esos
estímulos “no conscientes” son, verdaderamente, los que más influyen en la
forma de percibir las cosas y de elegir deliberadas soluciones tanto en el
medio profesional, como en el escenario de la propia vida. O sea, de alguna
manera, dichos sesgos, son trampas de nuestro propio cerebro que, generalmente,
actúan en situaciones de incertidumbre. Quizá por eso, los individuos que están
acostumbrados a mentir y que utilizan la falsedad a modo de engaño y como
fraude habitual, es muy difícil que anímica y psicológicamente se les pueda
recuperar, ya que nuestro cerebro es un órgano fundamentalmente cultural que
funciona a base de las experiencias y situaciones vividas. La Mañana, 12.12.2020
En este contexto, algunos de estos sesgos cognitivos imprevisibles son los que ha estado utilizando sistemáticamente Donald Trump durante estos cuatro pasados años de Presidencia, para conseguir sus fines. Y los continúa utilizando en estos días en los que está violentando los límites legales e ilegales para continuar en la Casa Blanca. Pero esta actitud a sus seguidores no les importa, y, de hecho, ni siquiera aprecian su habitual mala educación, ni la insolvencia y pobreza de sus mensajes, ni la demostración o testimonio de su imposibilidad e incompetencia para hablar de cualquier otra cosa que no sea de él mismo. Y es que a los ojos de sus partidarios todo cuanto hace o dice Donald Trump tiene la debida justificación.
A este respecto, me parece importante realzar que tanto el Presidente americano, como sus asesores, han sido y siguen siendo conscientes de que, hoy en día, las noticias con contenido falso o las medias verdades acaparan mayor interés que las verídicas. Sobre todo en las redes sociales en las que se propagan y retuitean o reenvían de manera alarmante sin que casi nadie se moleste en contrastar su veracidad. No había precedente de ello y, quizá por eso, el hecho se ha ido conformando en una contumaz realidad desde el mismo momento en el que Trump alcanzó la presidencia de la Casa Blanca y así ha continuado siendo durante estos pasados cuatro años. De facto, es una norma que se ha establecido en contra de lo que dicta el más simple sentido común, ese del que dicen que debiera ser el más común de los sentidos. La causa de semejante anomalía, tal vez resida en que las personas tendemos a aferrarnos a nuestras opiniones, aún sabiendo que, en muchas ocasiones, no son ciertas. Y de esta forma, la mentira o la media verdad compiten con ventaja frente a las versiones auténticas; porque, frecuentemente, reafirman aquello en lo que creemos o deseamos creer. Incluso allí donde se descubre con certeza que la información o el relato es contrario a la verdad, las personas, comúnmente, optamos de manera obstinada por afianzarnos en nuestras ideas, sensaciones y quimeras. Y es que la creencia es insistente y pertinaz. Debe formar parte de nuestro cerebro reptiliano, que es el responsable del mantenimiento de las funciones necesarias para la supervivencia inmediata y nos preserva de aquello que más tememos: nuestros propios miedos. Y Trump lo ha sabido explotar.
Ciertamente, en estos últimos años, la posverdad y las fake news, han crecido en los medios de comunicación de forma inquietante. Un hecho que parece y es contrario al razonamiento; pero que la gente opta por admitirlos en lugar de la evidencia al desnudo. No obstante, quizás en algún momento, tarde o temprano, la verdad emergerá del hoyo para castigar a los farsantes; aunque, como nos dejó dicho el filósofo griego Demócrito de Abdera, “De verdad no sabemos nada, porque la verdad está en un pozo”.
Ave María:
ResponderEliminarMuy acertado me parece el artículo. Aunque hay que tener en cuenta la personalidad de Trump, según algunos psiquiatras, un narcisista patológico, que se siente a sus anchas sumergido en la postverdad postmoderna.
Por cierto, la frase "De verdad no sabemos nada", no debería ser "De la verdad no sabemos nada"?
Bona nit
Andreu Piró I Bellmunt
Está muy bien el artículo, tiene cierta conexión con el que hace muy pocos días escribiste de las fake news. A mí lo que me sorprende más es como un país como EE.UU sea tan conservador, no solo por Trump, sino porque la izquierda no tiene ningún tipo de relevancia social. Esta es una de las grandes diferencias de EE.UU con el resto de países, quizás con la salvedad de Japón, aunque los orientales tengan otros patrones de conducta.
ResponderEliminarBuenos días con nuestra querida compañera invernal, la niebla.
Ramon Morell
Tienes mucha razón, Juan Antonio. Una persona como Trump, no tenía que haber sido Presidente nunca si la sociedad americana tuviese eso que tú llamas "Sentido Común". Con su elección hace 4 años, pudo engañar a muchos americanos; pero lo que me sorprende más ahora es que un personaje tan impresentable, como ha demostrado ser en esta legislatura, lo hayan votado más de 70 millones de americanos. No lo entiendo, o es que casi la mitad del pueblo norteamericano, tiene una gran falta de “Sentido Común”... Buen escrito, muy bien hilvanado y con mucho “Sentido Común”.
ResponderEliminarUn saludo.
Miguel Soto.
Muy bien explicado y expuesto. Das en el clavo. Una vez más el problema de fondo es la educación de las personas y la falta de raciocinio. Así que no es de extrañar que haya tal cantidad de adeptos....
ResponderEliminarSaludos
Magda
¡Hola! J.A.
ResponderEliminarEstupendo artículo.
Dicen que el talento es la capacidad de provocar algo en los demás. Un artista con talento, provoca emociones. Un chef con talento, provoca placer en el paladar. Se trata, pues, de provocar cualquier cosa, no necesariamente positiva. Pues bien, creo que Trump tiene mucho talento, un talento que provoca odio, racismo, división y, como te comentaba a raíz de tu anterior artículo, maestría para inocular la mentira como una transfusión en sus seguidores; aunque algunos le han fallado, supongo que son los que más sentido común han tenido.
Ahora, tras el resultado electoral, lo utiliza también para molestar, aunque sólo sea esa la finalidad “molestar”.
Esta es simbólicamente y a mi entender, la inclinación o el sesgo de Trump.
Un abrazo
Magda D.
¡Hola! Juan Antonio,
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con lo que expones en el artículo.
Además del sesgo, en muchas ocasiones se apela a la libertad de expresión con el fin de amparar cualquier tipo de barbaridad, noticia falsa o fake new, creando así un debate tramposo o subterfugio para que alcancen difusión, a través de falsa polémica, a la opinión pública.
Un abrazo,
Miguel Ángel
Está muy bien, Juan Antonio. Me lo guardo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jaime
Qué te voy a decir. Creo que es un magnífico ensayo, muy razonado y bien expresado. He leído y oído que en el interior de USA los periódicos locales están desapareciendo y dejando su lugar a las redes sociales, que no informan sino desinforman pero dicen lo que muchos quieren oír o leer. Y Trump se ha hecho especialista en twitear barbaridades, con la satisfacción de sus seguidores.
ResponderEliminarMalo lo tenemos. Seguiremos recurriendo a El País, Infolibre, etc. Y a los libros.
Un abrazo
¡Hola! Juan Antonio, hacia días que no abría el correo, y por este motivo no había accedido a tu nuevo artículo. Constato que sigues aplicándote en luchar contra las mentiras o la versión actual de las mismas las fake news, y su principal valedor a escala planetaria, el inefable Donald Trump. Espero que el veredicto de las urnas sea definitivo y nos libremos del personaje, aunque no creo que podamos eludir su perniciosa influencia; pues parece que la misma permanecerá y se expandirá, al menos a corto plazo, después la historia todo lo disuelve.
ResponderEliminarUn saludo.
Jordi.
Gracias, Juan Antonio,
ResponderEliminarPreocupa una situación que no es nueva y que sigue creciendo. Y el megalómano Trump sigue sin reconocer su derrota. ¡No sé donde iremos a parar!
Un abrazo,
Elena
Este último artículo que has escrito es super filosófico. Por supuesto que Donald Trump es un manipulador de la verdad. Creo que le gusta hacer un alarde de poder provocando a políticos, medios informativos y al pueblo. Los norteamericanos de a pie, en general, son un poco infantiles y ese tono bravucón les va. De lo contrario,no se puede entender que haya conseguido tantos votos, aunque, por suerte, no ha obtenido mayoría.
ResponderEliminarEncarna
Madre mía, debo de estar muy fuera de mí... está muy bien argumentado, pero me cuesta seguirte.Esa filosofía es demasiado para mí.
ResponderEliminarAnna
Buen artículo. Muy ilustrativo ...
ResponderEliminarPilar
He leído ahora tu artículo y,como siempre, no puedo estar más de acuerdo. Me gusta la cita de hoy con la que finalizas tu artículo, no conozco al filósofo griego Demócrito de Abdera,
ResponderEliminar" De verdad no sabemos nada, porqué la verdad está en un pozo "; igual que el necio personage que te sirve de ejemplo, como gran mentiroso además de mala persona.
Buenas noches y enhorabuena J. Antonio