martes, 27 de diciembre de 2022

Navidad, recuerdos de unos pasados tiempos

 

No sé muy bien por qué el tiempo de Navidad me llega siempre cargado de recuerdos. Será porque en esta especial época del año, vienen a rondar a la casa de mi memoria los rostros de mis padres y hermano que se me han ido. O quizás sea, porque en estos días navideños mi corazón está más sensible por alguna atávica costumbre y la nostalgia inunda mi mente con sus rostros. Sea como fuere, la realidad es solo una, tozuda y persistente, y tal vez por eso cada año, cuando el otoño dobla definitivamente su espalda hacia el invierno, se apodera de mí un sorprendente estado de añoranza que me vuelve más sensible y me obliga, en estos días de aparente alegría, a mirar hacia el interior de mis entrañas. Y es que, sin saber por qué, la Navidad más que ninguna otra época del año, me hace volver la vista atrás y tener en cuenta los años que he cumplido. Tengo todos los años llenos, día a día, de las alegrías y penas que he pasado. Y casi tantos años como yo tienen mis recuerdos grabados en el arcón de mi memoria que me traen al presente aquellos lejanos y felices días de mi infancia cargados de perpetuas y cándidas risas inocentes. Probablemente, afloran las nostalgias porque al haberme reunido en estas pasadas festividades navideñas con unos queridos amigos en su casa, me sentí formando parte de una pequeña gran familia que me abrió un hueco en la mente y en el corazón al recordar aquellos otros días de Nochebuena y Navidad de mi niñez, acompañado de mis seres queridos en el lejano Marruecos. Y en ese ensueño, junto a mis padres y hermano, surgieron también las presencias de los populares villancicos que un grupo de pescadores de Larache interpretaban en la iglesia de Nuestra Sra. del Carmen de los Padres Franciscanos, acompañados por el dulce sonido de un pequeño órgano que había en el coro.

 

Pero, no todos los recuerdos navideños que a mi memoria vienen son felices. Pues también emergen con nitidez aquellos dos años transcurridos entre los muros del imponente caserón del internado Marista de Valladolid, en el que aurora tras aurora, viví desguarnecido por la ausencia de mi madre que no nos pudo acompañar a causa del conflicto ocasionado con motivo de la independencia de aquel Protectorado español en Marruecos. Anhelaba su llegada y mientras esperaba impaciente todos los acontecimientos que aún estaban por venir, leía una y otra vez sus cariñosas cartas. Unas cartas que me hacían algo más soportable el día a día de un tiempo que se me hacía eterno, tedioso y vacío en mi desdicha, convirtiendo los pasillos del colegio en las calles de un laberíntico infierno en el que algunos días acabé por haber permanecido solo y sin consuelo en esos corredores demasiado tiempo. Pues, aunque los frailes intentaban ser afectuosos, no había en sus gestos, ni en sus palabras, ni en sus hechos, nada que pudiera paliar ese amor materno que tanto añoraba. Quizás, su manera de proceder fue un mal menor para poder soportar toda la negrura en aquel presente. Y es que la soledad sentida en aquel internado durante esos dos años, fue una guadaña que casi llegó a segar en mí cuanta aptitud tenía para la relación con los compañeros y, a veces, hasta me dejó vacío, lavado de sentimientos. Fueron días en los que experimenté la dolorosa tristeza que, a pesar de la compañía de mi hermano mayor, puede llegar a sentir un niño en tan temprana edad por la ausencia de sus padres.

 

Es curioso cómo la memoria guarda en algún rincón oculto de su espacio determinadas presencias y se niega a borrar algunas otras semblanzas, personajes y momentos que forman parte de nuestro pasado. Acaso sea porque aquellos niños que hoy constituimos la generación madura de un incipiente ocaso, vivimos unos tiempos más benévolos que los actuales en estas celebraciones navideñas. Una época en la que los mayores trataban de explicarnos el significado cristiano de la Navidad en familia, creando vínculos emocionales de amor, de solidaridad y de alegría.

 

Hoy los tiempos han cambiado y aquellas voces infantiles se han vuelto más graves. Dejemos, pues, los recuerdos a un lado, adentrémonos por los corredores de la vida haciéndonos eco de esos medios de comunicación que, a todas horas, nos dicen que debemos de reír, ser felices, soñar y hacer proyectos de futuro, a pesar de la omnipresente crisis de valores y económica y de esa cruel y vergonzosa guerra que se libra en Ucrania, corazón de Europa, y recuperemos todos nuestros sueños.

 

Con mis mejores deseos para que el venidero 2023 nos sea propicio en todos los aspectos de nuestras vidas y logre que la paz en el mundo sea tan real y verdadera que hasta el silencio nos parezca ameno.

17 comentarios:

  1. Tus recuerdos de la infancia en el internado, relatados con tanta tristeza aún, me han sobrecogido y emocionado. La Navidad cada cual la vive conforme es, unos bebiendo y perdiendo la noción de lo que se celebra, y otros con nostálgia y los recuerdos vividos qque nos desvelan sentimientos dormidos...
    Emocionada por tu artículo de hoy, te doy mi enhorabuena y aprovecho para desearte un Feliz Año 2023 con mucha salud y paz.

    Pili Obre

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  2. Has sabido trasmitir en tu crónica perfectamente tus sentimientos bien diferenciados, el de la primera infancia rodeado de amor, de tus padres, el calor del hogar con recuerdos agradables de villancicos.... En contrapartida en el internado, la falta de cariño, la soledad, el frío que sentías, emocionalmente agravado por el frío que acostumbra hacer en los caserones de los colegios, contando que venías de un clima caluroso y chocar con el duro invierno de Valladolid debíó de ser doblemente duro. Tus escritos en donde recuerdas tus vivencias me encantan.

    Encarna

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  3. Buenas noches tío. Acabo de leer tu artículo de la Navidad y, como siempre te digo, cuando hablas de los recuerdos de tú niñez o de tu vida son los más que me gustan. Primero porque es magnifica la manera de describirla desde tu punto de vista y segundo por el amor y cariño que te tengo y que al leerlos me siento partícipe de lo que cuentas y más cuando nombras a los abuelos y a mi padre …

    Nacho

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  4. ¡Hola!,
    Los recuerdos de la infancia no se borran y a menudo se idealizan.
    Siento que los tuyos sean tan tristes. Deseo que a lo largo de tu vida los tengas superados, cosa que no dudo conociendo a tu pareja y la cantidad de buenos amigos que tienes y entre los cuales me encuentro.
    Os deseo un feliz Año Nuevo lleno de salud amor y paz.
    Un abrazos para Rosa y para tí.
    Pilar Barrabés

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  5. Muy bonito y bien expresado. Coincidimos en lo de que hay que ser feliz "porque toca" y de ello se encarga muy bien el tejido comercial. Porque, claro, felicidad equivale a tener cuantas más pertenencias mejor. A mi me pasa igual: cuando llegan estas fiestas me invade la tristesa al pensar en los que ya no están. Ya no tienen el mismo sentido las celebraciones. Pero es que este sentimiento lo constato en infinidad de personas. Se quiere infundir alegría a toda costa y tal como está el panorama pienso que no puedes sentir alegría cuando ves gente que lo ha perdido todo sin más, debido a la guerra u otras circunstancias. Al hacernos mayores nos volvemos más críticos y sentimentales a la vez.

    Esperemos que en 2023 cambien un poco las circunstancias.

    Un abrazo y feliz 2023.

    Magda

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  6. Bon dia Juan Antonio
    No sé si es casualidad o es que hemos tenido la fortuna a de vivir unos tiempos pasados cargados de emociones, de ilusiones, de ideales que en buena parte se cumplieron....Cambiando personas y escenarios, me siento identificada en gran parte de tus reflexiones y recuerdos. Quizás por eso, porque las emociones formaron parte del dia a día
    Gràcies
    Una gran abraçada.

    Mati

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  7. Gracias, Juan Antonio, una vez más, por remitirme tu artículo que, sí, espero te publiquen. Aunque haya muchos momentos en el año en que recordemos otros tiempos, probablemente sea la Navidad el más repetido para adentrarnos en aquellas vivencias felices de infancia que nunca olvidaremos. Y más si se oponen a otras más penosas por, precisamente, la ausencia de los seres queridos. Aunque los frailes en Valladolid te tratasen bien te faltaba el cariño de la madre, muy natural. Me parece muy bien que recuerdes y lo manifiestes pues, aunque pasados, los recuerdos te mantienen "allí", con tu padre, tu madre, tu hermano mayor; y con los villancicos y los ritos que viviste (y vivimos). Es una cuestión de sensibilidad. Y también de vida, "estás vivo".
    En fin, quitaría la preposición "de" en la expresión "debemos de reir" porque todavía, creo, "deber de" es duda o posibilidad y "deber" es obligación. Pero el uso se impone y cada día se ve más el "deber de•" como obligación.
    Feliz despedida de Año.
    Un abrazo.
    Pepe.

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  8. Hola Juan Antonio:
    Comprendo perfectamente tu estado sentimental en el transcurso de estas Fiestas Navideñas. Las personas que, por diferentes motivos, hemos padecido la ausencia, bien temporal, bien definitiva, de seres queridos durante la infancia, la adolescencia e incluso en la madurez (y más aún estando internos con monjas o frailes, con bastante falta de empatía, quizás por ambas partes) sentimos tristeza por un lado y añoranza por otro, durante la Navidad. Y esto, por desgracia o por no saber cómo relativizar ciertos acontecimientos vitales, se repetirá cada año. Es así

    Un abrazo
    Magda D.

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  9. Muy Bien, un 10. Un artículo muy íntimo, muy personal, que pone en evidencia que la vida es muy compleja y variada y en la que se mezclan, con más o menos intermitencia, lo bueno, lo no tan bueno y lo malo; pero todo, todo, queda en la memoria de los recuerdos. Creo que es bueno para ti, y para todo el mundo, poder hablar tranquilamente de los momentos que hemos vivido donde la tristeza o el pesar han sido los protagonistas.

    Un abrazo.
    Ramon

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  10. Buenas noches y felices fiestas Juan Antonio. Este último artículo destila nostalgia y vida, siempre he admirado tu capacidad para regresar a aquellos episodios que te han ayudado a conformar tu personalidad y que son algo más que anécdotas, ya que transmites en ellos las sensaciones que se grabaron en tu mente. Sin duda, en los tiempos actuales hemos obviado el origen de la celebración de la Navidad, transformando el subyacente mensaje de paz y amor en un mundo de color y artificios donde se impone el consumismo. Es un paradigma de la sociedad actual.
    Un cordial saludo y buen año 2023 y a seguir sumando.

    Jordi

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  11. Buenos días Juan Antonio.
    Tu artículo de hoy creo que refleja el sentimiento que casi todos vivimos en estas fechas, sobretodo los momentos felices de la infancia que guardamos en nuestra memoria y en nuestro corazón. Me ha gustado mucho.

    Te deseo en el Año Nuevo que todos tus sueños se cumplan, salud y bienestar para ti y tu familia y que se haga realidad la esperanza que todos tenemos de un mundo sin guerras.

    Un abrazo con todo mi cariño y mi amistad.

    Anna

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  12. Muy bonito. Emotivo y nada dulzón. No conocía tus años de internado, que debieron ser de aúpa.
    Guardé, para releer en navidad, el libro de Dickens que tanto me gustó en su primera lectura. Y me encontré con un párrafo dedicado a la Navidad que lo he puesto en mi blog para la felicitación. Te lo transcribo, te deso un buen año y te mando un gran abrazo.
    Jaime

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  13. Hola Juan Antonio,
    Lamento que guardes ese triste recuerdo de el internado vallisoletano de los “Hermanos Maristas”. Creo que aquél caserón que recuerdas pudo estar situado en la calle Torrecilla, una vía de origen medieval que fue conocida en tiempos de antaño como “calle de las Angustias viejas”, pues en ella hubo una antigua cofradía de tal nombre. Qué curioso que ese nombre ya olvidado quede tan ajustado a los sentimientos que describes en tu biografía de aquéllos años.
    La congregación mariana en Valladolid siguió creciendo así como ampliando los centros que regía. Es lo que aconteció con el colegio “La Sagrada Familia” en el que yo te conocí ya como maestro en 1º de la EGB.

    Un abrazo,
    Miguel Ángel

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  14. Querido Juan Antonio, el relato de tus sentimientos/sensaciones/vivencias de las fechas navideñas de la niñez, me ha encantado, de la misma forma que me ha entristecido conocer esa época oscura de tu internado en Valladolid.
    Realmente la memoria actúa de forma selectiva, metiendo en el fondo del cajón lo doloroso vivido y poniendo delante del mismo lo más alegre y feliz de lo acontecido. Esa es la memoria positiva, la buena, la que cuando abrimos el cajón es la primera que vemos. Me alegra que en tu caso sea la tuya. Enhorabuena.

    Un fuerte abrazo para Rosa y para ti,
    Feliz Año nuevo, a pesar de los pesares!!!!

    Rafa

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  15. Gracias por compartir tus recuerdos aunque a veces atenazan nuestros corazones sobre todo estos días de Navidad que al margen de su significado religioso se han convertido en tiempo de compartir con las personas más queridas, sean família o amigos. Fiestas entrañables y muy queridas por los que tenemos la suerte de poder celebrarlas. Me duele pensar que haya personas que no puedan disfrutarlas a causa de penúria económica o de la guerra.
    Ojalá algún día puedan tener otra vida mucho más digna.
    Un abrazo y salud para poder seguir disfrutando de la vida,
    Elena

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  16. No comento gran cosa sobre tu último artículo porque como todo en esta vida, mis vivencias no se acercan a las que describes, son muy diferentes.Desde luego que los seres queridos y perdidos tienen siempre un lugar en el corazón, pero en mi situación presente , hijos y nietos llenan de alegría,cariño y felicidad estas fechas y hacen que incluso esas ausencias se tiñan de risas recordando anécdotas compartidas.
    Al final, construyendo nuevos recuerdos.

    Rosa

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  17. ¡Hola! Juan Antonio,
    Llegamos ahora de un viaje a los Emiratos Árabes y Dubái, no me gustan los árabes pero su cultura milenaria es impresionante. En relación con tu artículo de Navidad te comento que no eres el único nostálgico, melancólico y sensible. De por sí son fechas que dan lugar a esos sentimientos y si a ello le agregas la edad que y el tiempo que se achica, todavía peor y a todos nos ocurre lo mismo. Personalmente perdí a mi mamá que tenía 42 años y yo 20, un mes de diciembre, así que odio este mes y las fiestas.
    Otra vez feliz año y cariños a los dos
    Mirta

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Gracias por tus comentarios.